Son las cinco de la mañana de un día común, la puerta de nuestro cuarto se abre despacio y por ella entra Pepe mi fiel sirviente, que se arrodilla delante de mi cama en la litera y de forma muy suave y respetuosa me lame los pies.
Pepe ha aprendido a lamer los pies como a mi me gusta, por semanas los he hecho a él y al Güicho arrodillarse ante cada uno delante de uno de mis pies. Al principio le ordené a Pepe que mirara cómo me los lamía el Güicho e imitara sus movimientos.
Es difícil encontrar maneras de castigar a un esclavo casado, no le puedes dejar marcas. Así que después de mucho pensarlo decidí que Pepe me lamiera los pies en bóxer para poderle dar golpes en los huevos si no estaba satisfecho por su forma de servirme.
Ya les he contado que Pepe es muy alto y tiene la voz ronca. No imaginé que fuera capaz de lloriquear como puta cuando lo castigaba- otra vez lo estás haciendo mal puto, pon las manos en la espalda y levanta la pelvis- le dije alguna vez poniéndome de pie
-Amo, por favor, se lo suplico no me castigue, se lo ruego- me dijo aquel día cómo siempre que sabía que venía un castigo, me excita escucharlo rogar pero también hay que tener mano dura, así que si lloriquea se gana dos golpes en vez de uno. Le di las dos patadas con el empeine seguidas, una después de la otra.
¿Cómo describir la sensación de golpear un par de huevos colgantes y redondos con el empeine? Es como pegarle a dos kiwis con fuerza suficiente para que brinquen en el aire… los de Pepe brincaban con todo y su verga bien arriba mientras el esclavo gritaba de dolor.
-Bésame el pie y dame las gracias por educarte animal- le digo siempre y siempre recibo un beso cálido y su voz ronca exclamando- Gracias por educar a su esclavo Amo-
Hoy disfruto del fruto de mi esfuerzo, Pepe me lame los pies como a mi me gusta y me encanta como lo hace… la mejor parte es ver su cara de niño rico y mimado metiéndose mis pies morenos en la boca… en encanta ver que se meta todos los dedos en ella y me los lama dentro de su boca con la lengua.
-Trae mis sandalias- le ordeno,a propósito siempre las pongo lejos para que tenga que avanzar como perro hacia ellas y me las traiga juntas en el hocico.
Aún no se ha quitado la ropa pero siempre llega con bikers y una playera de spandex bien ajustada… pone como pretexto en casa que saldrá a andar en bicicleta.
Lo monto sobre los hombros y salimos a dar un paseo, hacemos eso cada mañana, aún está oscuro así que podemos deambular por la azotea sin que nadie nos vea.
Le meto una cuerda en la boca a manera de brida y la jalo hacia un lado y hacia otro para indicarle por dónde quiero que avance.
Pepe no es ningún pinche burro de carga, es el cabrón más rico del edificio, así que lo he entrenado para que sea todo un corcel, lo hago trotar levantando los muslos hasta la cintura y cuando se cansa después de tres o cuatro vueltas lo hago hacer sentadillas conmigo encima para fortalecerle los glúteos. Después de algunos días siguiendo esa rutina los resultados se ven bastante grandes y evidentes a través de su licra de biker.
Le sirvo agua en un tazón de perro y Pepe se arrodilla a beberlo como un buen animal. Cuando está bien hidratado llega el momento de bañar al perro.
Adentro de la jaula, con la correa sujeta a la parte baja de la malla para que no pueda levantarse, está Güicho, cada mañana hecho una mierda: sucio, mal oliente, su culo huele al semen de los hombres que lo han usado el día anterior.
Pepe levanta el colchón sobre el que duerme el perro obligando al animal a levantarse. Tiene siempre una ball gag que le impide quejarse o embaucarnos con alguno de sus trucos.
La disciplina de repetir siempre el mismo procedimiento todos los días, ha acostumbrado al Güicho a asumir su destino. En cuatro, adormilado recibe un primer cubetazo de manos de Pepe.
Me paro siempre delante de él, en primera porque me gusta ver su cara chorreando agua y verlo en cuatro como un perro… pero también para recordarle quién manda y quién de todos es su único dueño.
Pepe le da un buen baño con una pastilla de jabón, su vergq bien parada siempre me hace saber que aquella es su parte preferida, seguramente Güicho también se excita pero la jaula que anula por completo su vergq no nos permite verlo.
Pepe se desnuda para lavar al perro y me encanta ver al rubio gigante enjabonar con sus manotas el cuerpo fornido de mi mascota.
Hoy estoy de buenas y quiero confirmar si el Güicho se excita así que le ordeno que le quite la jaula para lavarle el pito.
Su verga sale disparada de la jaula confirmando mis sospechas, Güicho muge algo parecido a un “gracias” con el bozal en la boca- cállate perro, solo te van a lavar, aún no te toca ordeña- le advierto
He decidido que solamente una vez le permitiré al Güicho sacar su esperma y aunque sólo lo he ordeñado una vez le dejé claro que siempre sería frotando su verga contra una almohada como un perro.
Aquella vez lo llevé adentro del cuarto y le tiré la almohada de Juanito en el piso
-Cabrón ¿porqué mi almohada?- me recriminó
-Te voy a dar la mía y me voy a comprar otra no estés chingando- le respondí sin quitarle los ojos al Güicho que miraba la almohada sorprendido
-¿Cómo?- me preguntó Güicho
-Pues como los perros, la vas a frotar hasta que salga la leche
-Primo, no puedes pedirme eso- se ganó una cachetada
-Soy tu Amo imbecil y si no empiezas voy a volver a ponerte la jaula y te vas a esperar todo un mes.
Juanito se acomodó en una silla para ver el espectáculo. Güicho sostuvo la almohada en sus manos para frotarse- no imbecil, le dije dándole una nalgada- en el piso como un perro.
Aquello fue tremendamente divertido. Güicho persiguió a la almohada por todo el cuarto, conforme comenzaba a “cogérsela” la almohada se movía, luchaba y gemía por sentir siquiera algo pero la almohada se desacomodaba y no le permitía sentir nada.
Le ayudé sosteniendo la almohada entre mis pies, más humillación para él, ahí delante de mi se estimuló con la almohada, se la cogia frenéticamente, con ansiedad, podía ver su cansancio y cómo chorreaba sudor, su pito colorado por la fricción estaba bien duro y ansioso, su cuerpo temblaba de la impotencia y de la ansiedad… finalmente se vino… unos cuantos chorritos de semen brotaron de su verga y tuve que aplicarle hielo en los huevos para que se le bajara la erección.
-Bueno ¿sentiste rico?- le pregunté riendo mientras le volvía a poner la castidad
-Una mierda, ni siquiera me vine bien… - se quejó, le acaricié las nalgas como a un perrito fiel- Bueno, ya mejorarás tu técnica en un mes- le dije riendo.
Le suelto una patada en las nalgas a Pepe cuando siento que ya se excedió enjabonando la verga del Güicho, mi perro me mira con cierto enojo, el cabrón ya estaba a punto de venirse, tomó el segundo balde de agua fría y se lo suelto en el cuerpo para re enfocarlo. Mi primo aspira ruidosamente y se queda quieto, temblando. Está amaneciendo y hace un fresco que mojado, debe sentirse incómodo.
-¿Me dejará preñar a su perrito hoy, Amo?- me pregunta Pepe arrodillado con sus brazos recogidos y meneando las nalgas como un perro suplicante…
El ritual de permitir que se lo coja es el más antiguo entre nosotros… aquella tarde que le mostré al Güicho a Pepe y que le pregunté si quería ser mi esclavo, se quedó de rodillas con las manos detrás mirándome.
El cabrón tenía la verga dura como un tronco, me puse en cuclillas delante de él y le di un manazo medianamente fuerte con mi mano abierta -¿Esto te gusta puto?- le pregunté mirando sus ojos claros
-Si- respondió a media voz entrecerrando los ojos
-Si Amo- le corregí dándole otro manazo y luego otro- mírame a la cara cuando te estoy hablando. Pepe levantó la mirada, el ricachón pedante y mojigato había desaparecido, en su lugar estaba arrodillado delante de mi un gallardo esclavo dispuesto a sentir el placer de la sumisión. Le di un manazo mas fuerte en la verga y luego otro y otro… los aguantó sin quejarse aunque por el reflejo hacia la pelvis hacia atrás de inmediato volvía a su posición, ofreciéndose para el castigo.
Le sujeté los huevos con fuerza y los apreté, Pepe no dejaba de mirarme, su cara tenía el gesto del hombre que resiste el dolor por costumbre
No logré quebrarlo aunque se los estrujé bastante. En una cuerda colgando de la jaula había unas quince pinzas de ropa. Las tomé y se las mostré cuando volví a ponerme en cuclillas delante de él.
Sonrió y luego se avergonzó bajando la mirada, le agarré uno de sus pezones rosados, rodeados de una gruesa mata de pelos, se lo pellizqué con fuerza y tiré de él retorciéndolo… Pepe no dijo nada, le puse una pinza en el pezón y repetí la operación con el otro…
Fui haciendo una hilera de pinzas de un pectoral al otro… me sobraron cinco… le puse cuatro en los huevos… y luego una en el glande… ahí gimió de dolor- Amo, Piedad Amo, Piedad- suplicó, se la retiré de inmediato complacido, y comencé a jugar con las pinzas, a subirlas y a bajarlas, a retorcerlas y Pepe comenzó a gemir y a agitar el cuerpo como un gusano al que le tiran sal… me miró suplicante… es lo que necesitaba para asegurarme de que ya era mío. Como premio le quité las pinzas… a jalones… primero las del pecho y al final las de los huevos.
-Has sido un buen perro- le dije- así que te voy a dar el premio que vas a recibir cada vez que seas un buen perro- añadí caminando hacia Güicho y poniendo mi pie sobre su espalda.
-Te voy a cruzar con mi perra- le dije abriéndole las nalgas a Güicho y mostrándole a Pepe su ano.
Pepe, mi nuevo perro, avanzó en cuatro patas hacia el Güicho y cómo un perro que se cruza con una perra lo embistió a cuatro patas por detrás, con tanta calentura y tanta pasión que el propio Güicho comenzó a aullar de placer.
Hoy Pepe hace lo mismo, se monta en la perra y se la ensarta como un animal en celo, el Güicho gime a través de su mordaza y babea como una perra sin control…
No hay mejor momento para mi en el día que cuando cruzo a mis mascotas, siento el poder que ejerzo sobre ellos y me siento un Amo bondadoso por permitir que cada animal saque a flote sus instintos. A veces es necesario animar a Pepe para que termine pronto, lo hago con un cinturón pegándole en los muslos. Pepe ya sabe que es la señal para que le dé más duro y se venga lo más pronto posible.
Pepe aúlla y ladra cuando llega su orgasmo, ladra y ladra con todas sus fuerzas, sus ladridos se pierden en el ruido del tráfico matutino que empieza a crecer conforme pasan las horas.
Un poco de jabón en el ano y una cubetada de agua fría y Güicho está listo para sus labores diarias.
A veces me meto al cuarto a jugar con Pepe: pinzas, cera, nalgadas… lo que un Amo común juega con su mascota humana. Hoy no es el caso, Pepe tiene una cita y se viste a toda prisa, aunque está sudado baja por las escaleras para llegar jadeando y cansado a su casa… a seguir su vida de rico casado.
Yo me meto al baño y comienzo a las siete mis faenas, siempre con el celular cerca, para que en cuanto reciba un mensaje de alguno de los Machos del Güicho corra a desamarrarlo, le de su ropa y lo mandé a donde me indican.
Don Mauro siempre es el primero, le gusta su mamada matutina al regresar del ejercicio en el estacionamiento; Don Ernesto pasa siempre a la azotea algunos minutos después y recibe su mamada antes de irse a trabajar.
Damián me escribe siempre dos horas después, le gusta que se la chupen mientras desayuna. Y cómo a las 12 siempre Don Edgar me pide que le mande al Güicho. Como buen viudo jubilado tiene tiempo de sobra, hace que el Güicho le baile antes de cogérselo… le he comprado una buena colección de tangas para que Don Edgar tenga variedad.
Demetrio nos busca a las cuatro, a el le gustan las mamadas en su cuarto y tiene mi permiso para amarrarlo a la cabecera y azotarle la espalda antes de cogérselo.
Don Felipe prefiere la media tarde, se pasa un buen rato platicando con el Güicho desnudo en su sala antes de darle la cuarta cogida del día.
Don Valentín es medio trasnochado, siempre sube al cuarto pasadas las diez y obliga al Güicho a sentarse en su vergota gruesa y morena por casi una hora…
A Juanito le tengo prohibido usar al Güicho, mi mamá nos enseñó a compartir los juguetes pero el cabrón no sufrió nada de lo que yo tuve que pasar para domesticar al Güicho.
-Quiero un esclavo como el tuyo- me dijo un día, me reí a carcajadas
-Cabrón, tienes que estar dispuesto a mamar verga y a qué te rompan el culo a cinturonazos para tener un esclavo como el mío- le digo.
Aunque mi carácter ha cambiado estos días, sigo siendo el buen Simón que se acerca cariñoso a acariciar a su perro todas las noches… y ya que estoy ahí le ordeno que me mame la verga y que se trague mis mecos… lo merezco… después de todo, yo fui quien consiguió domesticar al Güicho.
Domesticando al Güicho FINAL
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