Contactar hasta encontrar a alguien en el que confiar, que ofrezca seguridad y discreción es difícil y todo son nervios hasta el momento de quedar realmente y la mezcla de nervios y excitación se da hasta llegar al lugar de contacto y comenzar a obedecer las órdenes del amo.
A veces este morbo de ser sumiso ante un amo llega tarde o siempre estuvo allí hasta que uno se atreve a demostrarlo.
Conocí a un amo hace tiempo que me ofreció todo eso y con el que aprendí lo poco que sé. Tuvimos una conversación una noche de excitación en la que al final me emplazó a quedar con él un sábado en la boca de Metro.
Fui vestido como él me dijo para reconocerme al salir del Metro (pantalón de chándal, camiseta negra manga corta, deportivas y suspensorio como ropa interior).
Durante todo el camino hasta el transporte y durante el viaje fui con una sensación de vergüenza por lo que estaba haciendo, miedo a que alguien conocido me descubriera, miedo a lo que vendría, nervios, mucha excitación y la boca seca.
Al llegar a la estación convenida, Moncloa, ya estaba que no coordinaba palabra de los nervios y salí el exterior con muchos miedos por las escaleras mecánicas.
Arriba estaba esperando él, algo más alto que yo, sólo mido 1,68cm, fuerte con barriga, 63 años y rostro duro. Acerté a acercarme y me dijo "sígueme". Andamos un rato hasta su vivienda. Subimos en el ascensor y entramos en su piso.
Nada más entrar me dijo "arrodíllate y bésame los pies en señal de sumisión y respeto ante tu superior". Yo lo hice sin pensar. Me ordenó levantarme después y pasamos a un salón. Allí me dijo que le llamara "señor o amo" a cada pregunta que hiciera y que obedeciera sin rechistar o sería castigado.
Me dijo que subiera los brazos y me quitó la camiseta. Yo era un manojo de nervios y excitación. Me examino después de decirme que pusiera las manos en la cabeza. Luego me dijo que me quitase las deportivas y los calcetines y así lo hice. Entonces se puso detrás de mí y me bajo los pantalones del chándal. Me los quitó y me examinó, me exploró con sólo el suspensorio puesto.
Dijo "bien esclavo, ahora ven cuando me siente y túmbate en mis rodillas¨. Lo hice y él comenzó a azotarme con su poderosa mano. Fueron unas tandas de azotes, seguidas de caricias y magreo. Luego comenzaba de nuevo. Para entonces yo era un juguete en sus manos.
Al rato me ordenó que le siguiera hasta la mesa de la cocina. Allí me dijo que me tumbara y me ató las manos a las patas delanteras, me quitó el suspensorio y me dejo desnudo totalmente. Luego ató mis piernas a las patas traseras de la mesa. Estaba a su merced, yo ya ni pensaba. En esa postura me siguió dando azotes y me magreaba el cuerpo entero mientras me insultaba y humillaba física y verbalmente.
A veces escupía en mi cuerpo y restregaba su saliva por las nalgas rojas y la espalda.
Me desató y me llevó a un dormitorio. Allí me ató en forma de cruz en la cama. Las manos al cabecero y las piernas a los pies de la cama. Se subió encima y me insultaba a la vez que me magreaba y soltaba alguna bofetada en la cara para demostrar que él estaba al mando. Luego encendió una vela y comenzó a echar cera por mi torso, testículos y pene. Eran segundos de dolor al caer la cera y de mucha excitación.
Cogió unos guantes de látex y lubricante y comenzó a masturbarme con una mano mientras me introducía uno de sus dedos por mi recto. Yo estaba loco de excitación y morbo.
Paraba cuando notaba que me iba a correr para seguir torturándome y disfrutando. Me desató un momento sólo para volver a atarme pero esta ves boca abajo y siguió masturbándome con una mano y metiéndome un dedo con su otra mano. Paraba para que no me corriera y me volvía a azotar el culo.
Se quitó la camiseta y se tumbó encima de mí para rozarse contra mi cuerpo. Me desató al rato y me llevó a otra habitación. Allí me volvió a atar a un banco de abdominales con la cabeza abajo y las piernas abiertas dobladas sobre los rodillos. Allí me siguió masturbando con una mano mientras aumentaba el ritmo con el dedo de la otra en mi culo. Me dijo que me corriera en esa posición para que mi propio semen cayera sobre mi torso hacía abajo. Me corrí y el semen se extendió por mi pecho y algunas gotas llegaron a mi rostro.
Estaba sudando, agotado, extenuado, excitado, avergonzado, humillado, pero no acabó aún su forma de usarme. Me desató y me llevó a un cuarto de baño, me ordenó meterme en la bañera de rodillas. Se bajó los pantalones, se bajo los slips y sacó su polla apuntando a mi pecho. Comenzó a orinarme en el pecho. Notaba su orina cayendo caliente por mi pecho, estómago, genitales y piernas. La humillación creía que ya era completa.
Luego me dijo que me duchara delante de él mientras miraba y me ordenaba cómo hacerlo. Me quitó la espuma del gel con la alcachofa de la ducha y al terminar se desnudó y se metió en la bañera conmigo. Me dijo que le agarrara el pene y le masturbara. Yo obedecí sin rechistar. Cuando estaba a punto de correrse me dijo que me pusiera de rodillas de espaldas a él y continuó masturbándose él mismo. Se corrió en mi espalda con gritos de placer. Noté como caía su semen por mi espalda y por mis nalgas enrojecidas.
Me dijo que no me moviera. Quería verme humillado un rato más. Finalmente me dijo que me diera la vuelta y dirigió su pene hacia mi pecho una vez más. Volvió a orinarme mientras me decía lo buen esclavo que era. Su orina era aún más caliente que antes.
Cuando terminó allí estaba yo de rodillas, ante él, azotado, me había atado de diferentes formas, posturas y en distintos lugares, me había abofeteado, insultado, escupido, magreado, orinado dos veces y se había corrido en mi espalda y nalgas. Estaba totalmente humillado.
Me dijo que le enjabonara mientras él me enjabonaba a mí. Lo duché y me duchó. Me secó y desnudo me hizo ir al lugar donde había tirado mi ropa. Me dijo que ya podía vestirme. Me vestí, me dijo que me volviera a arrodillar para besar sus pies, que le diera las gracias y me dio permiso para irme.
Jamás creí que me iba a atrever a algo así. Salí de su piso limpio y a la vez más sucio que en toda mi vida. Humillado y excitado.
Quedamos más veces durante un par de años hasta que se fue de Madrid. Fui su siervo durante ese par de años.
Esos nervios previos y durante los actos de humillación siempre estuvieron presentes.
Nervios previos y durante ante un amo
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