ODA A MI ANO *

Cuando crecía, te sentí con las yemas de mis dedos

Eras suave, cerrado y tímidamente te abrías con aquel tacto.

Tus líneas confluían casi de forma perfecta al centro con miedo.

Tu interior fue guardado con secretismo, que sólo lo conocí cuando hicimos el acto.

Poco y nada te abrías, solo una pequeña dilatación cuando disfrutamos de mi pequeño dedo.

Transcurrió el tiempo y el cuerpo cambió, todo creció, y nuestro vello aumentó

, pero tú, de forma velada te negabas aceptar el cambio.

Agazapado entre dos glúteos, te avergonzaba mostrarme algo de ti que floreció.

Tus pliegues escondían pequeños pelos que se asomaban, la transformación que guío

aquella irritación que con le pasar del tiempo se coloro.

Te dolía cuando comencé a conocer tus secretos internos

Aquel dedo quería hurgar más allá de lo que permitías en un comienzo.

Comprendí que debí tratarte con cariño, eras sensible y te molestabas con facilidad.

No sabias humedecerte por ti solo, calmaba tus espasmos solo con saliva en el entrepierno.

Y aunque te costó decidirte, me dejaste entrar, te relajaste y comprendiste que todo fue con amabilidad.

El tiempo pasó, practicamos juntos, ya estabas abierto a explorar,

las formas cilíndricas que te atravesaron con cierta dificultad.

Ya no eran solo aquellos dedos de la niñez los que te visitaban,

ahora admitías formas falo céntricas inanimadas, cuyo radio era mayor y mayor.

Internamente siempre rezabas para que no se me olvidara humedecerte en caso de que lo necesitaras.

El pequeño asterisco que una vez fuiste había cambiado

Ahora eres una aureola angelical, como camino al cielo, pues presumías que era un portal,

para aquellos placeres que en secreto intentamos ocultar.

Aquellos músculos ahora tonificados, eran como barbaros con vello en pecho listo para luchar.

Ya no temías a enseñarme tus secretos, pero ¿estabas listo para penetración real?

Recibiste con agrado aquellos vestigios de mi preseminal, con los que mis dedos te visitaban.

Siempre pedias aquella ofrenda para abrir tus compuertas de placer,

pero ahora otro visitante, extraño, ajeno, quería entrar y descubrir que había por ver.

Volviste a la inseguridad que alguna vez tuviste.

¿Quiénes eran estos visitantes que por primera vez entraban?

Un mentón con vellos como rastrillo, un bigote con una nariz pronunciada,

una lengua larga y punzante que se movía como ostra en el mar removiendo la arena para a perlar.

Estabas tímido, no podías ni exhalar aquel aire que salía de ti como cualquier día,

Simplemente aceptaste que era un invasor, con llamas y antorchas dispuesto a saquear,

aquel templo que solo a mi permitías entrar. El calor sólo era el inicio de esta lucha encarnada.

Tus compuertas ardían internamente, en la puerta del sol: El equinoccio por fin llegó.

Las parades de tu dilatada preocupación cedieron frente aquel invasor,

qué con astucia comenzó un socavón. Su arma, un poderoso ariete, bañado en su propia savia,

fue el inicio de la caída de tu sensible fortificación.

El muro cayó, la rendición fue inevitable, abierto quedo cada filamento.

de aquel espacio que una vez fue un templo secreto,

que ahora sólo es un rincón permeable.

Y aunque tu bóveda ahora abierta, llenada y explorable,

Aún queda tu gracia. Y tu estrella está en corazón de los viajantes.

AUTOR: DANI NUN

TWITTER: @DANICOMIC69