Hace años, mientras estaba estudiando en la universidad decidí buscar trabajos puntuales para sacarme un extra para caprichos y ahorrar para las vacaciones. Tenía 21 años, poca experiencia laboral, y una meta clara, ganar dinero para el verano. Se me ocurrió publicar varios anuncios, como informático, limpiador, ayudar en mudanzas, etc. La cosa me fue bien, y con varias mudanzas y algún que otro trabajo pequeño, gane el dinero que quería, por lo que borré los anuncios, y me centré en los exámenes y las vacaciones que tendría después.
Después de los exámenes y antes de empezar las vacaciones y dejar la ciudad donde estudiaba, revisando el correo buscando las notas, vi un mensaje sin responder, era de un hombre, de Juan, en el mensaje escribió preguntando sobre mis servicios de limpieza y disponibilidad para ir varios días a la semana.
Me supo mal el no responderle, y le envié un mail disculpándome y explicándole que ya no estaba haciéndolo porque acababa de acabar la uni y le conté que en varias semanas me iba de la ciudad y no volvería hasta Setiembre, por lo que podríamos retomarlo para entonces si aún estaba interesado.
Él me contesto, entendiendo mis motivos y contándome un como más lo que quería de mí y ampliándome un poco sobre su vida (trabajaba de lo que yo estudiaba) y concretando los servicios que requería y que, si me animaba a ir esos días antes de que me fuera, contaba conmigo y me esperaba en Setiembre. Por esa promesa fue que seguimos intercambiando varios emails, compartimos contactos y quedamos en vernos esa tarde y concretar.
Como todas las tardes, había quedado para ir al gimnasio, por lo que me puse un chándal corto y una camiseta blanca lisa, preparado por si tenía que ponerme a limpiar y también para ir rápidamente a entrenar después.
Llegué a su casa casi diez minutos antes de la hora acordada, pique y me hizo subir.
En el rellano le vi por primera vez, era un hombre normal, parecía formal y que tendría más de cincuenta años, era un cabeza más alto que yo, tenía el pelo corto y canoso, una mirada que me imponía y una barriga normal en su edad. Lo que más me impacto fue la mirada y la diferencia entre vestimentas, él vestía formal con camisa, chinos y chanclas.
Eso me hizo sentir un poco incomodo, ya que yo iba muy mal vestido en comparación y no había tenido en cuenta que era “una entrevista de trabajo”, por lo que me propuse decir a todo que sí y dejar la mejor impresión posible.
Por suerte, mi presentación a él pareció no importarle, me estaba esperando en la puerta, y cuando entre, me saludo con un abrazo y me hizo pasar hacia el pasillo. Una vez cerró la puerta, me dijo:
- Descálzate, aquí no se usa calzado de calle.
Lo hice sin darle mucha importancia, aunque me daba algo de pudor pasearme desnudo cuando él llevaba sus chanclas.
Pasamos dentro del comedor, y desde ese momento me empezó a explicar cómo quería que le dejase las cosas y fueron 15/20 minutos en los que vimos el piso y recibí sus indicaciones. Durante todo el rato fui asintiendo y preguntando las dudas que iba teniendo, como dónde encontrar los productos, manías, etc. No hubo nada que me llamase mucho la atención, parecía fácil y lo veía todo muy limpio ya, la ayuda que quería iría más enfocada en hacer la colada y, sobre todo, en limpiar la cocina.
Por lo que estaba contento con lo que había visto y todo pintaba bien. Cuando finalizo el tour y acabo de dar las indicaciones, nos volvimos a dirigir al comedor, y él se sentó en mitad del sofá que había. Yo fui a hacer lo mismo, pero antes de que me pudiese sentar, me pidió que le trajera un vaso de agua, aprovechando para explicar donde estaban los vasos dentro de la cocina e indicando que trajera el vaso en una bandeja, para no manchar la mesa.
Como me había propuesto decir a todo que si automáticamente dije:
- “Si Juan”.
Y obedecí. A los pocos segundos, allí estaba yo, enfrente de Juan, él relajado en su sofá, descansando, y yo de pie, tenso por estar descalzo e incómodo, sin saber bien que hacer, al tener las dos manos ocupadas sujetando la bandeja. Lo único que hice fue mirarle, esperando que cogiese el vaso y poderme sentar.
Me miro con una cara de satisfacción, agradeció el vaso, lo cogió y bebió un poco sin decir nada, dando sorbos mientras me miraba. Yo seguía esperando, de pie, sujetando esa bandeja y cada vez más incómodo. Juan pareció notarlo, y entonces me dijo que dejase la bandeja en una mesita y que me sentase a su lado que así podíamos cerrar las condiciones.
No hubo mucho que negociar, los Lunes, Miércoles y Viernes al mediodía, durante las siguientes dos semanas, pondría la lavadora, y mientras se hace, aprovecharía y recogería la cocina, sacaría el polvo y lavaría el suelo, finalmente colgaría la ropa y me iría con el sueldo del día. Todo era igual que en los correos así que acepte a su propuesta con un
- “Si Juan”, y él volvió a sonreír.
Entonces, para cerrar el acuerdo, me dio un apretón de manos, y para celebrarlo me volvió a ordenar que trajera dos vasos y cerveza de la nevera. Esta petición no me hizo mucha gracia, pero estaba contento y todo había salido bien así que repetí:
- “Si, Juan”, y obedecí rápidamente.
Al llegar, las recogió y me dijo que me sentase con él. La conversación fue bastante amena, conversaba muy bien, tenía una vida interesante y teníamos cosas en común, los temas fluían solos, yo aproveché y pregunté por su vida laboral y él a mí me preguntó por mi vida en general. La conversación fluyo y no me sorprendió nada acabar explicándole que estaba soltero, que por ahora no tenía ninguna chica en la recamara. Él por el contrario, me explico que era gay y dominante, como yo desconocía el tema completamente, asumí que era activo y le comenté que nunca había experimentado con ninguna chica de esa forma, y cambiamos seguimos hablando de otras cosas.
Ya llevábamos bastante rato en el sofá, se me estaba haciendo tarde para irme al gimnasio y hacía un rato que los vasos estaban vacíos. Por lo que aproveché esa situación para despedirme y le dije:
- “Me tengo que ir Juan, por tardar en contestar friego los platos como cortesía, muchas gracias por la conversación”.
Juan, sonrió, acepto mi petición y me acompaño a la cocina, ahí se puso a mi lado para seguir la conversación que teníamos en ese momento, mientras tanto, intenté limpiar lo poco que había lo más rápido posible, se me hacía tarde.
Al aclarar un vaso, por culpa de las prisas, saltó agua hacia el suelo y salpique un poco. No me importó mucho, pero vi de reojo que a Juan sí. Para quitarle hierro al asunto, y darle un toque de humor, decidí arrodillarme y secar las gotas como si fuese cenicienta.
Me arrodillé lentamente delante suyo, mientras le miraba a los ojos, como si fuese su criada, él sonrió y sequé las cuatro gotas que habían caído en el suelo. Aún en esa posición, y para rematar la situación, dije:
- “Ya está, el servicio completo”, esperando una risa cómplice… la cual no llego.
En su lugar, Juan me contestó:
- “Me has mojado los pies, límpiamelos”, dijo mientras me miraba y a la vez se descalzaba el pie derecho y lo acercaba lentamente.
Yo en ese momento pensé que me estaba siguiendo la coña y en vez de obedecer, le dije:
- “Es broma, ¿no?” Y me levanté sonriendo.
Él ni se inmuto, acabo de acercar el pie y lo puso delante de donde habían estado mis rodillas.
Pero no lo parecía, como llevaba haciendo desde que nos habíamos visto, me dio las indicaciones de cómo lo quería y yo tomé nota y asentí.
- “Vas a límpiamelos con la lengua, arrodíllate y lámeme el derecho primero, cuando este limpio, me pides que lo revise con un ‘Señor compruebe mi trabajo, por favor”. Me miraba fijamente, sin romper la tensión que se acumulaba en el ambiente.
Tarde unos segundos en reaccionar, y cuando lo hice fue para arrodillarme. No entendía porque le estaba obedeciendo, pero ahí estaba yo, arrodillándome para seguir satisfaciendo sus órdenes… iba a lamerle los pies a ese hombre.
Y no conteste, simplemente lo hice, le di unos lametones suaves al empeine, notando el pie frio y seco… no se había mojado en absoluto, y rápidamente dije:
- ‘Señor compruebe mi trabajo, por favor’. Esperando que acabase con esto, me sentía humillado, pero no quería decepcionarle.
Y no me contestó, se me quedo mirando fijamente, con cara seria. Entonces, bajé la cabeza, dejé de mirarle, y volví a lamerle el pie, esta vez “dándolo todo”, pasando por toda la superficie, y hasta besándole los dedos. En ese momento, note como movió algo el pie y separo los dedos, por lo que abrí la boca y deje que me metiera los dedos en la boca, yo seguí lamiendo y chupándole, lo hacía sin atreverme a mirar-le, ni decir nada.
Pasados unos minutos, supere el momento inicial y racionalicé que le estaba lamiendo el pie a Juan, le estaba sirviendo de rodillas en su cocina, y creí que no iba a parar nunca, por lo que me arme de valor y con un hilillo de voz volví a decir:
- “Señor compruebe mi trabajo, por favor”, esperando que estuviera satisfecho.
Juan, me contesto:
- “Correcto, criada”, Apartando su pie derecho y acercando el izquierdo.
Se me había olvidado el otro pie. Yo no estaba disfrutando la situación, pero tampoco quería negarme ni irme, cosa que sé que hubiese podido hacer y Juan no me lo hubiese impedido, pero por su actitud, quería satisfacerle y él lo sabía.
Le lamí también el pie izquierdo, mejor que el derecho incluso, hasta que me empezó a molestar todo y le pedí:
- “Señor, compruebe mi trabajo, por favor” Seguía sin mirarle, llevaba casi 20 minutos comiéndole los pies de rodillas y evitaba mirarle.
Me premió:
- “Correcto, criada, has acabado, levántate, ya te puedes ir” Con un tono de tranquilidad, de un trabajo bien hecho.
Me alegré mucho al escucharle, y empecé a levantarme lentamente, me dolían las rodillas y la boca, seguía sin poder levantar la mirada del suelo y mucho menos me atreví a mirarle a los ojos. Me puso la mano en el hombro y me volvió a acompañar hasta la puerta, donde mientras me volvía a calzar me dijo:
- “Cuando vengas, no te olvides de que me limpiaras los pies antes de irte, criada” Y yo, con la mirada clavada en sus pies le conteste
- “Si Señor Juan” y me fui, contento al haberle satisfecho.
El mensaje de Juan
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