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El mensaje de Juan (II)

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Se cerró la puerta a mi espalda, me dirigí al ascensor y mientras bajaba me sentía bien, pero no sabía si estaba contento por cerrar el trato o por cómo me sonrío Juan al irme.

Esa tarde y durante toda la noche, intente dejar de recordar en como había acabado todo, restándole importancia a haberle lamido los pies, pero no paraba de recordar sus últimas palabras: “Cuando vengas, no te olvides de que me limpiaras los pies antes de irte, criada”, sabía que Juan no bromeaba, había pasado un buen rato y aun tenía molestias en la boca.

Me quería dormir con la idea de que no iba a volverle a ver, aún tenía grabado en mi mente el tacto de sus pies y como le había chupado los dedos, no entendía nada, porque había aceptado hacerlo y porque no me había revelado, estaba avergonzado al recordar la situación y no quería repetirlo.

Pero seguía dándole vueltas a la situación, si hubiese sabido que iba a pasar, nunca habría hecho la broma de arrodillarme, ¿fue mi culpa? ¿de Juan?, en el fondo sabía que no había ningún culpable, de broma me ofrecí, y además lo hice sin negarme ni quejarme en ningún momento.

Me dormí en un mar de dudas, al despertarme eran las diez, me encontraba bien, no sentía molestias y eso me dio el empuje que necesitaba para plantarle cara a Juan, estaba decidido a llamarle para decirle que no voy a ir, que ya no estoy interesado y así acabar con todo.

Juan no me dio la opción, en mi móvil tenía un mensaje suyo, recibido a las nueve de la mañana, en el que decía: “Buenos días, me ha salido un compromiso, te espero hoy antes, las 14:45h, que debo salir a las 16:30h. Gracias.” Casi una hora me pasé enfrente del móvil, escribiendo y borrando mi respuesta, hasta que al final me decidí a contestar: “Gracias por la oportunidad Juan, pero no puedo aceptarla, lo siento por las molestias y muchas gracias.” Pero le envié: “Vale, allí estaré, hasta entonces”.

Como él tenía prisa, supuse que iba a ser un servicio normal y sencillo, y me autoconvencí de ello, no podía dejar tirado a Juan, no quería decepcionarle, quería ir.

Llegué a la hora acordada, vez vestido con vaqueros y un polo, algo más formal para causar una mejor impresión y pique en su piso para que me dejase entrar.

Me decepcione al llegar y ver que Juan no estaba esperándome en la entrada, seguí las indicaciones y me descalce para entrar en el piso, al pisar el suelo descalzo me volví a sentir expuesto y nervioso, recordando el final de ayer.

Ya no estaba muy seguro de que iba a pasar, pero bueno, entre en el comedor y volví a encontrarme con Juan, mi mirada se fue hacia el suelo instintivamente, volviendo a encontrarme con esos pies, que ya conocía.

Juan estaba sentado en el sofá, concentrado en el portátil y no se percató de que le estaba mirando los pies, vestía con ropa cómoda, sin mirarme dijo:

- “Buenas tardes, empieza por la habitación, haz una lavadora con las sábanas, mientras se hace, barre y friega el piso. Hoy no necesito que limpies la cocina, he comido fuera.” Me miró y sonrió.

- “Perfecto Juan, me pongo con ello.”, le conteste muy aliviado, su sonrisa me hacía sentir bien.

Me dirigí hacia la habitación, recogí las sábanas y las puse a lavar. Al volver a la habitación caí en la cuenta de que no recordaba donde estaban guardadas y tenía dos opciones, buscar en los armarios o preguntar.

Como el tiempo apremiaba, preferí preguntar a Juan. Por lo que chillé desde la habitación:

- “Juan!! ¿Dónde están las sábanas?”, y esperé una respuesta, que no llego.

En su lugar apareció Juan en la habitación. Al verle, no sonreía, se acercó con la cara seria e instintivamente bajé mi mirada al suelo, no me atreví a hablar primero.

- “No hace falta que chilles, si dudas, ven donde este y pregúntamelo normal, están en este armario”, y cogió unas limpias y me las entrego.

- “Gracias, Juan, disculpa” le dije, mirándole a los ojos.

- “No te preocupes, aprovecharé que estoy aquí para coger la ropa e ir a ducharme.”, Cogió ropa casual y se fue al baño.

Seguí con mi trabajo, no necesité su ayuda y me centré en lo que tenía que hacer, el pitido de la lavadora me indico que era el momento de que la tendiese. Mientras tanto, Juan había estado en el baño preparándose, tantos miedos y reparos fueron para nada, hoy no habíamos tenido mucho contacto y todo había sido normal.

Eran las 16:15, quedaba un cuarto de hora para que Juan se tuviese que ir así que acabe de guardar las cosas y le pique a la puerta del baño:

- “Juan, ya he colgado la lavadora y acabado las tareas”, le dije contento.

- “Pasa que no te oigo bien”, me dijo.

Entre, él estaba tapándose con una toalla, se acababa de poner crema hidratante y su piel brillaba, se encontraba de pie en medio del baño, entretenido con el móvil, supongo que esperando a absorber la crema para vestirse e irse.

- “Juan, ya he colgado la lavadora y acabado las tareas”, le repetí más nervioso, recordando su frase de ayer.

Juan sonrió un poco, se acercó a mi posición y rozándome con su barriga me dijo.

- “Muy bien, ya sabes que toca ahora, criada”, notaba en su mirada que estaba disfrutando de la situación, la forma en la que pronunció la palabra ‘criada’ me hizo estremecerme.

- “Si Señor”, otra vez iba a lamerle los pies a Juan, no iba a ser mucho tiempo me autoconvencí. Y por ello me apliqué a fondo.

Me arrodillé y empecé a lamerle y chuparle los pies, intentando hacerlo lo mejor posible y repitiendo lo que había hecho ayer.

- “Estas disfrutando?” Preguntó Juan.

En ese momento, le estaba chupando el dedo gordo como si se tratase de un biberón, miré hacia arriba y mi mirada se coló dentro de la toalla, viendo su polla por primera vez. La tenía depilada y estaba en estado de relajación, los huevos eran gordos y le hacían de cama, de tamaño parecía normal como las que veía por los vestuarios del gimnasio.

Y me congelé, me vi a mí mismo en un espejo del baño, arrodillado, chupando los pies a Juan, había estado intercalándolos, lamia, besaba, chupaba, etc. Todo esto mientras él estaba tapado solo por una toalla. Flipé con la imagen mental, y en el momento en que se cruzaron nuestras miradas le contesté.

- “Si”, dije, sin entender muy bien por qué.

Juan dejó caer la toalla al suelo, mientras me mantenía la mirada y dijo:

- “Estas disfrutando.”, su tono había cambiado, lo había afirmado.

Y volví a asentir, sonrió y dijo:

- “Por hoy está bien hecho criada, puedes irte, nos vemos lunes.”

- “Gracias, señor.”, dije contento y me levanté para irme.

Me volví a calzar en la entrada, sin su presencia en el rellano, le echaba de menos, me gustaba recibir su atención. Salí del piso dejando a Juan atrás. Me fui sin dudas, y sin menos molestias, me gustaba hacerle caso, prefería limpiar bajo sus directrices y bajo su atención que a mi aire.

El lunes le volvería a ver.

El mensaje de Juan (II)

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