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Mis vecinos son la leche (2 parte)

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Volví a cruzarme varias veces con mis vecinos en la escalera después de tenido el encuentro erótico. Salvo por las miradas cómplices, nadie hubiera podido pensar que aquellos dos señores mayores eyacularon encima mío mientras estaba esposado en su cama, ni yo mismo lo hubiera pensado: la mayoría de los hombres con los que había estado eran más jovenes que yo (salvo alguna excepción) y realmente no es que me sintiera atraído por los hombres (o mujeres) mayores. Pero aún así, tenía ganas de repetir con aquellos dos un segundo round.

Un día volvía del gimnasio a primera hora de la tarde, era verano y hacía calor, iba con unas mallas ajustadas que utilicé en la clase de yoga y una camiseta de algodón, cargaba la bolsa del gym y iba escuchando música mientras bebía una Coca Cola zero y vi que delante mío a Enrique, aceleré el paso y lo alcancé. “Hola guapo, que sorpresa más agradable!” Nos dimos la mano cordialmente y le pregunté por su esposo, estaba haciendo unos recados y el volvía del trabajo “Te invito a un café con hielo”.

Acepte de buen gusto y nos sentamos en una terraza, me estuvo hablando de su día en el trabajo y yo del mío, de las trivialidades de la vida cotidiana pero esquivamos charlar de la sesión sexual que tuvimos unas semanas antes. Salvo por las miradas e sonrisas cómplices y que Enrique siempre que podía bajaba la mirada para mirar como me quedaban las mallas de gym sentado, no parecía la tórrida sesión de sexo que compartimos. Como no podía ser de otra manera me di cuenta y procuré sentarme de tal manera para que pudiera verme el paquete bien. “Qué calor hace” sentenció, y cuenta razón tenía!! Con el café a medias, todavía tenía cubitos de hielo flotando, por fin hablamos de nuestro encuentro y de que le gustaba como me quedaban esas mallas “Dejas poco espacio para la imaginación!” Y rozo su pie con el mío, miré nervioso alrededor ya que estábamos en la terraza pero nadie pudo darse cuenta. Aproveché para preguntarle sobre lo que me dijo en la ducha, que quería follarse mi culo a solas y me lo volvió afirmar, estaba bien compartir con su marido pero también a veces está bien cada uno tener su espacio y yo le gustaba, me expliqué que solamente me había penetrado un amante con el que tenía mucha confianza y la verdad es que preferiría ser yo el que lo hiciera más que me lo hicieran. “Pues ahora tengo más ganas!” Expresó y los dos nos reímos.

Me levanté excusándome y fui al lavabo, como imaginaba que Enrique no perdería detalle, me ajuste las mallas mientras avanzaba al wc pudiera ver bien mi culo. Micción rápida y mientras me lavaba las manos entró el también, vi por el espejo como se acercó a mi y me cogió de la cintura acercando su cuerpo al mio “Si pudieras imaginarte lo mucho que te deseo Daniel” me susurró por detrás mientras notaba el bulto de su pantalón en mi culo y sus manos recorrían mi cintura hasta llegar a mi paquete. Estaba muy nervioso por si alguien entraba y nos pillaba así, se lo dije y me cogió de la mano y me llevo a uno de los baños individuales cerrando el pestillo “Solucionado nadie nos molesta” y sin que pudiera terminar la sentencia, lo besé (yo no lo había verbalizado que también lo deseaba). Éramos igual de altos, lo cual me encanta, tocaba mi culo suavemente alternando coger las nalgas para traer nuestras cinturas más cerca y notar aun más nuestras erecciones. Yo lo abrazaba mientras mi lengua buscaba la suya y cuando el estaba comenzando a bajarme las mallas, alguien entró: guardamos silencio mirándonos quietos, el visitante hizo sus cosas y se fue dejando mal ajustada la puerta de salida. Besé a Enrique y le dije que mejor saliéramos ya, el bar no estaba lejos de casa y mis nervios habían superado la excitación. El acaricio mi polla por encima de las mallas “Menuda polla tienes, salgo yo primero y espera un par de minutos que te baje esto”, salió y me senté suspirando para mis adentros. Salí y Enrique que ya estaba sentado en la mesa no perdió detalle de como me acerque a la mesa “Pedí otro café, tengo un mensaje de Luis y le dije donde estoy que tenemos que irnos en un rato, que lástima” dijo mordiendo el labio y mirando mi entrepierna. Mi pie buscó el suyo y le di un golpecito, miradas cómplices y nos trajeron el segundo café y a la mitad apareció Luis, sonriente dijo “Vaya vaya parecéis acalorados” “Como no voy a estarlo con esto al lado” le contestó Enrique señalando mi paquete, Luis rio y se sentó. Chalamos un rato y nos despedimos, el deber les llamaba y yo también tenía cosas que hacer.

Al día siguiente les piqué un par de veces pero no había nadie en casa. Volví a probar suerte al día siguiente y me abrió Luis, abrazándome me saludo y dijo que pasara, estaba solo en casa. Me contó que la madre de Enrique se había roto el fémur y estaba liado con el hospital y organizando con sus hermanos. Me sirvió un vaso de leche fría y yo sonreí, continuó explicándome detalles de las últimas desgracias que habían lidiado cuando me comentó que el último día en la terraza del bar se me veía muy bien y no lo pude negar que tuve un flirteo con su marido y nos besamos furtivamente. Ya lo sabía, Enrique se lo contó ya que para Luis era obvio. Me sentí mal, como si lo hubiera hecho a escondidas y premeditadamente, se sentó a mi lado y me agradeció mi sinceridad “Tuvimos un encuentro erótico hace unas semanas los tres no nos prometimos castidad, yo si te hubiera tenido de la misma manera habría hecho lo mismo!” Reímos y señaló que llevaba puestas otras mallas parecidas; sonrojándome asentí excusándome en la comodidad y calor que hacía. Luis me besó de sorpresa y dijo que estaba bien, su mano comenzó a recorrer la cara interna de mi pierna mientras me decía que estaba guapísimo cuando me sonrojaba, al llegar a mi paquete me dijo que me quedaban de muerte esas mallas “Me parece que también me voy apuntar al yoga”. Seguimos besándonos alternando la delicadeza de cómo recorría mis labios con intentos de su lengua de entrar en mi boca, mi paquete comenzó a crecer y fue mi lengua la que se perdió en su boca. El calentón fue en aumento y me dijo que el no me iba a follar, el preferiría que fuera yo quien lo hiciera pero, quería enseñarme algo. Nos levantamos y cogiéndome de la polla me guió al dormitorio, camino que ya conocía. De la misma cómoda donde tenía las esposas sacó un consolador y unas bolas chinas “Antes que me folles voy a jugar contigo” Me quite la camiseta y me acerqué a besarlo, me recibió con los brazos abiertos y en cuanto nuestros labios volvieron a estar juntos, su lengua entró rápidamente en mi boca en busca de la mía. Me giro y hizo que me estirada boca abajo y me quitó las mallas, no llevaba nada más, separo mis nalgas y las recorrió con los dedos siguiendo por la espalda hasta llegar a la nuca. Beso mi cuello y comenzó a pasar un dedo por el ano. Me dijo que mientras jugaba conmigo me iba atar otra vez pero no con las esposas, en cada esquina de la cama había una correa con la que inmovilizó mis cuatro extremidades, separando bien mis piernas. “Recuerda, si dices alto paro. Así es como me folla Enrique”.

No se que pasaba que cada vez que entraba en esa habitación acababa cachondo perdido, pensé en un principio que era por la atracción que despertó Enrique en mí después del primer encuentro, pero ahí me encontraba con Luis poniendo lubricante en mi culo. Hace unos meses estaba follando con una compañera de trabajo y ahora estaban metiéndome el dedo por el culo, que entraba facilísimo gracias al lubricante. Comenzó a introducir las bolas chinas lentamente mientras besaba y chupaba mi escroto; terminó y masajeo mi espalda, tenía una erección de caballo. El se estiró encima mío mientras besaba mi nuca y una de sus manos acariciaba mi cintura y entraba entre mi cuerpo y el colchón en busca de mi polla, la cogió y continuó besando la parte trasera de mi oreja. Notaba el roce de su pene en mi espalda baja, era más pequeña que la de Enrique pero la tenía muy muy dura. Se apartó un poco y retiró de un movimiento rápido las bolas chinas lo que hizo que lanzara un profundo gemido, me estremecí y casi eyaculo ya estaba a punto. Luis continuó acariciando mis piernas durante un rato y volvió a echar lubricante en mi culo, que estaba helado, y mientras volvía a introducir dos dedos en el mordisqueo mi oreja y me susurró “Eres guapísimo” al tiempo que los metía del todo y los abría dentro de mi, no podía tener la cadera quieta, gire la cabeza y le pedí que me besara pero el retiro los dedos y empezó a meterme el consolador lentamente, haciendo entrar y salir mientras ponía más lubricante; continuaba sin poder dejar quieta la cadera mientras lo introducía. Luis soltó mis dos pies y me ayudo alzar la cadera y me introdujo el consolador lo que me hizo gemir con mayor intensidad. Entonces lo encendió y comenzó a vibrar lo que provocó que exclamara un sonoro joder! Aflojo las correas que sujetaban mis muñecas y pude dar la vuelta pese a tener las manos atadas. Luis se estiró al lado mío y nos besamos apasionadamente, nuestras salivas se mezclaban con el juego de nuestras lenguas. Con una mano me masturbaba lentamente y se escurrió hacia abajo mientras notaba como baja su polla por mi pierna y comenzó a chuparme la polla, primero lentamente pasando la lengua por ella, introduciendo el glande en su boca, besando mis huevos. Me encontraba en un profundo éxtasis y empezó a introducir mi polla en su boca, bajando y bajando hasta que se la trago entera; ya no podía más, note como el cuerpo se me puso espástico y comencé a correrme en su boca antes que pudiera retirarla, pero en vez de apartarse se la trago toda dejándome seco. Apago el consolador y se puso sentado encima mío mientras se masturbaba, me miraba con vicio. No tardo nada en correrse y, como si de un partido de tenis se tratara, eyaculo encima mío dejándome su rastro en el pecho y la cara. También soltó una buena corrida con ganas. Me soltó y fumamos un porro que tenía hecho mientras charlábamos. Nos levantamos y entre besos y bromas nos dirigimos a la ducha, esta vez si entramos juntos pero creo que estaba agotado para tener más sexo, pero volví a tener una erección mientras nos enjabonamos y se puso de rodillas y me la chupo mientras el agua de la ducha caía sobre nosotros.

Me vestí y al despedirnos Luis recordó que tenía algo que darme, era una caja envuelta ante mi sorpresa. Lo abrí y había un suspensorio nuevo con la etiqueta “Es de tu talla y te lo compré pensando en ti, quizás quieras utilizarlo en breve”

Mis vecinos son la leche (2 parte)

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