Se requiere comercial para departamento de ventas (1a parte)

- Llega tarde, no me gusta que me hagan esperar - me dijo serio detrás de la mesa de su despacho con una voz grave y profunda.

- Lo siento señor, hubo una avería en el metro – le dije todavía resoplando y sin casi aliento por las prisas ya que había llegado corriendo media hora tarde.

Tenía una entrevista de trabajo a última hora de la jornada laboral. Una multinacional me había preparado una entrevista con el director de ventas en España. Desafortunadamente el metro se había estropeado y, aunque había corrido para ser puntual, no lo había conseguido. Estaba todo sudoroso y resoplando.

La chica del mostrador de la entrada al edificio me había avisado de que, a pesar de llegar tarde, el director de ventas, Andrés, con un apellido vasco, me estaba esperando para la entrevista. Y que la mayoría de la gente ya habían acabado su jornada laboral. Así que no habría casi nadie en el edificio.

Mi mano desapareció en la suya cuando me la apretó al saludarme, su manaza carnosa y dura rodeó por completo la mía en un apretón vigoroso, masculino. Después de revisar mi CV punto a punto, discutir mi experiencia y mirarme de arriba abajo. Se levantó de la mesa. Era un hombre imponente, debía medir dos metros y debía tener unos 45 años. Tenía el pelo oscuro muy bien cortado y muy bien peinado y una barba muy cerrada, muy poblada, dura, muy viril y la vez cuidada. Estaba vestido con traje azul oscuro y una corbata granate, parecía un traje hecho a medida de su físico imponente, de su espalda ancha y sus hombros que parecían haber sido trabajados en el gimnasio o con años de natación. Miró atentamente a su alrededor, ya que el despacho en el que nos encontrábamos tenía las típicas paredes traslúcidas. ¿Por qué había hecho eso?¿Para asegurarse de que estábamos solos?

Acto seguido se aflojó la corbata mientras me sostuvo la mirada un buen rato, sus ojos oscuros me atravesaban de una manera que me asustaba pero que a la vez me excitó como nunca antes. Me miraba de una manera muy autoritaria, muy seguro de sí mismo, pero también con mucha intensidad sexual. Me hizo sentir como una pequeña presa a merced de un imponente cazador antes de ser violada y destruída. Mi polla pegó un brinco dentro de mis boxers activada como un resorte. Y noté como a los tres segundos una buena gota de preseminal salía de mi uretra y llenaba de humedad mi entrepierna. Fui el primer sorprendido, no me lo podía creer, estaba muy desconcertado. Me vino a la memoria la primera vez, cuando era adolescente, tuve mi primera erección, se me puso tan dura que parecía que no iba a bajar nunca.

- ¿Está usted casado?, señor… - Levantó mi CV para comprobar mi apellido – Martínez – añadió.

- Sss, si señor – contesté, todavía desconcertado

- ¿Se encuentra bien? Parece usted preocupado por algo.

- Nnno no señor, estoy bien – Acerté a contestar a duras penas en un hilo de voz.

Hacía tiempo que las cosas no funcionaban en la cama con mi mujer, habíamos ido a varios terapeutas de pareja pero nada había conseguido curar mi impotencia. Sin embargo, había bastado la mirada autoritaria, dura y severa de ese hombre descomunal para que mi polla estuviera dura como un ladrillo y mojando mi ropa interior como si me hubieran abierto una manguera dentro de los pantalones.

Ya se había sacado la corbata, se desabrochó tres botones de la camisa que dejaba ver un pectoral peludo y muy trabajado, y se volvió a sentar detrás de su mesa.

- Espero que no le importe que me ponga cómodo – me preguntó – en estas oficinas hay mucha alfombra y mis pies se resienten mucho, espero que no le importe que me quite los zapatos – aclaró.

Me lo tuve que pensar un poco, no me parecía adecuado, aquello era una entrevista de trabajo y me parecía un poco excesivo y fuera de lugar, pero cuando iba a contestar vi que ya se estaba sacando los caros zapatos. Aquel trabajo me interesaba mucho y no iba a hacer nada que perjudicara mi candidatura, tenía que conseguir caerle lo mejor posible a ese hombre, así que me ahorré contestarle, cosa que pareció complacerle.

- Su curriculum es bueno, es un buen candidato, pero necesitamos gente con muy muy buena disponibilidad, gente muy sumisa y complaciente – dijo posando los pies encima de la mesa, a pocos centimetros de mi cara.

Al posar los pies en la mesa un muro de olor fuerte e intenso me golpeó en la cara dejándome aturdido. ¿Había dicho sumisa y complaciente?¿A qué se referiría exactamente?

- ¿A a a que se refiere señor? – tartamudeé.

- Ah Ah Ah – dijo burlándose de mí, sonriendo con una sonrisa malvada. Su burla y el olor de sus pies empujándome hacia atrás hizo que la polla se me pusiera muy dura en mis boxers ya empapados.

- HE DICHO – alzó la voz, para a continuación volverla a bajar – que buscamos gente muy sumisa y complaciente para que haga -, espero una pausa y volvió a subir la voz - LO QUE YO DIGA -

El olor de sus pies era como el olor de la pintura o la gasolina, intenso, fuerte, pero que me embriagaba, excitaba y atraía como nada nunca antes.

- Sss Si -, balbuceé con la mirada fija en sus pies enormes, debía calzar casi un 50, y tenía unos calcetines negros de algodón. Sus pies se adivinaban como sus manos. Grandes, anchos, con dos montículos en sus plantas, de uno salía un dedo gordo muy grande, y del otro los otros dedos, también enormes, muy anchos, casi parecían unos pies simiescos, de ancho casi parecían hacer un palmo.

- ¿Si si?¿Lo has entendido basurita? – me preguntó con desprecio, y acto seguido ordenó con un tono que no admitía réplica. Como el mejor sargento militar. Volvió a mirar para comprobar que se habían quedado solos en toda la planta de oficinas. – Quítame los calcetines -, ordenó con autoridad.

Entre el olor, su mirada, su cuerpo, mi excitación y su pose autoritaria y dominante me tenía como drogado, en un estado mental alterado, enteramente a su disposición y lo peor de todo es que necesitaba el trabajo porque llevaba mucho tiempo en paro. Pero aunque no hubiera un puesto de trabajo en juego, creo que hubiera hecho lo mismo, había descubierto un deseo y una pulsión que habían estado durmiendo en mi mente. Ahora despierto este deseo arrebatador, recién descubierto, no habría marcha atrás.

Le quité los calcetines mientras el se repantingaba en su silla sonriendo y se ponía las manos con los dedos entrelazados detrás de la nuca, me dio la sensación de estar en una película a cámara lenta.

- Huélelos – me ordenó cuando había retirado los dos calcetines. Hice una bola con los calcetines y los olí con una respiración profunda, llenándome de su olor, mientras miraba sus pies, eran tan grandes que casi no podía verle a él detrás de ellos. Tenía las uñas bien cortadas y algunas durezas en la planta de los pies. Se notaba que debía caminar mucho durante el día.

- Muy bien basura – me dijo humillándome, a lo que mi polla volvió a brincar dura como un palo reaccionando a la humillación.

- Ahora quítame los pantalones y los gayumbos -, ordenó.

Habia pasado un punto de no retorno. Estaba totalmente a su disposición. Estaba en trance y podía hacerme lo que él quisiera.