El emputecimiento

No tengo claro cuál fue el comienzo del proceso, pero sí sé cuál fue el punto de inflexión. Quizás el comienzo fue cuando yo, hetero de toda la vida, descubrí que era facil que un tio me hiciese una mamada en un lugar de cruising. Cuando vi que follame un culo de tio molaba lo mismo o más que el de una tía y que era muchísimo más fácil de conseguir.

Quizás fue cuando pensé: “joder, voy a probar a comerme una polla. Total, la teoría ya me la se” y me gustó la sensación. Puede que sea la primera vez que un tío me folló. Pero creo que también tenía mucho que ver con la idea sexo anónimo, sin repetir, sin saber que tio follaba o me follaba.

Si, la idea de sexo anónimo, animal, sin sentimientos, era lo que realmente me llamaba. Antes esas situaciones, me ponía a mil y perdía todas las inhibiciones. Siempre he mantenido el sentido común y no he hecho nada muy peligroso, pero, ahora lo sé, iba cayendo por una seria pendiente descendiente de depravación que parecía no tener fin.

Era cuestión de tiempo caer en manos de alguien “peligroso”. Y no es que cayese, es que me lancé en plancha, sin saber si había agua. Fue un puto cabronazo de esta página el que me agarró y me hizo dar un paso que, en frio, nunca hubiese dado. Os cuento.

Yo ya había tonteado con eso, pero el cabronazo (le encanta que le llamen así) me invitó que, cada vez que me follase, me usase, tenía que llevar puesta una jaula de castidad. Me dió mucho morbo (me ponía muy puta) y acepté. La verdad es que me molaba mucho, mucho, que me usase sin yo poder ni pajearme. Como vivía cerca, esto se convirtió en casi semanal.

Un día le propuse (fue idea mía, soy gilipollas) que se quedase con la llave hasta la semana siguiente. Ya había probado un par de días por mi cuenta, pero en ese momento me pudo el calentón. Ni me respondió a la propuesta: cogió las llaves y se largó sin despedirse, como hacía siempre.

La semana siguiente la follada fue aún más brutal, más salvaje. Y me sentí muy puta: usado sin posibilidad de correrme, mi calentón era de escándalo. Y se aprovechó de eso. Sacó el móvil y me grabó siendo follado, con su polla en mi garganta, con su corrida en mi cara, de rodillas. Me hizo repetir delante de la cámara que aceptaba ser su puta perra y que dejaba que él decidiese cuando me quitaría la jaula, que él se quedaba con la llave. Y se largó, como siempre, sin despedirse. La diferencia es que esa vez se llevó mi dignidad y mi derecho a pajearme. Ese fué el punto de inflexión de mi emputecimiento.

Aunque me arrepentí casi en el acto, asumí que había sido voluntario y lo acepté. Me hice a la vida enjaulado. Mi calentón era enorme, pero me acostumbré a la jaula. Ya no podía correrme y los únicos orgasmos que podía tener eran los que otros tenían usándome. Y cada vez me gustaba más esa sensación.

El cabronazo que tenía las llaves (y los vídeos, las jaulas se pueden romper), se fue aprovechando cada vez más. Me llevaba de cruising y elegía que pollas me usaban, me meaba en medio del campo… mi nivel de degradación fue aumentando. Y no me quejaba, cada vez estaba más consumido por el calentón. No decía que no a nada que no pusiese en riesgo mi salud. Así durante meses.

Pero algo fue cambiando. El cabronazo se fue cansando de mí. Cada vez me llamaba menos, me usaba menos. No era por nada en particular, solo que se aburría de usar siempre al mismo tipo gordo y entregado. No le culpo, él es libre de hacer lo que quiera. Yo no.

Me dió libertad para buscarme otras pollas, pero no quiso soltarme la jaula. Dijo que de ninguna manera, que algo como yo no podía ser libre y que si se enteraba de que estaba suelto, publicaría los vídeos.

Desde entonces he ido de cruising sólo (poco éxito, pero alguno), locales (menos éxito aún) y he buscado pollas a las que hacer disfrutar siempre que he podido.

Y aquí estoy, en castidad casi permanente, caliente como una plancha, disponible y tremendamente infrautilizado. Buscando fiestas, locales, cruising…