En la habitación, el ambiente era denso y cargado de una mezcla de excitación y miedo. Los tres hombres, Aarón, Byron y Sergio, rodeaban a mi novio, que estaba arrodillado en el suelo, completamente desnudo y vulnerable. El taxista había entrado también, cerrando la puerta detrás de él, con una mirada de lujuria y ansia en sus ojos.
—Levántate, basura —ordenó Aarón mientras tomaba una cuerda del conjunto de instrumentos de tortura que había en la habitación.
Mi novio, temblando, se puso de pie lentamente. Aarón ató sus manos detrás de su espalda con una destreza que evidenciaba su experiencia en estas prácticas. Los otros dos hombres observaban con sonrisas sádicas, anticipando el placer que obtendrían de someterlo completamente.
—Vamos a divertirnos mucho contigo esta noche —dijo Byron, acercándose y pasando una mano por el pecho de mi novio, pellizcando sus pezones con fuerza, arrancándole un gemido de dolor.
El taxista se unió a ellos, desabrochándose el pantalón y sacando su verga erecta. Se colocó frente a mi novio y, sin decir una palabra, lo obligó a abrir la boca y comenzar a chupar. La escena era cruda y brutal, y mi novio no tuvo más remedio que obedecer, su boca moviéndose de manera mecánica mientras trataba de complacer al taxista.
Aarón, mientras tanto, había preparado el cepo en una esquina de la habitación. Lo ajustó y se giró hacia mi novio, que ahora estaba gimiendo con la verga del taxista profundamente en su garganta.
—Es hora de que conozcas tu lugar, perra —dijo Aarón con una voz fría. Tomó a mi novio por el brazo y lo llevó al cepo, asegurando sus tobillos y muñecas en las posiciones correspondientes. Mi novio quedó expuesto, sus piernas abiertas y su trasero elevado, completamente a merced de los tres hombres.
Sergio se acercó primero, acariciando la suave piel de mi novio antes de darle una serie de azotes con una mano firme. Cada golpe resonaba en la habitación, mezclándose con los gemidos de dolor de mi novio. Byron, no queriendo quedarse atrás, comenzó a preparar el látigo, ansioso por dejar su marca en ese cuerpo sumiso.
—Quiero escucharte suplicar, perra —dijo Byron mientras levantaba el látigo y lo bajaba con fuerza, dejando una línea roja en la piel de mi novio.
Los gemidos se convirtieron en gritos, y mi novio empezó a llorar, rogando por misericordia. Pero los hombres no estaban interesados en detenerse; estaban enardecidos por su poder sobre él.
El taxista, habiendo terminado de usar su boca, se movió detrás de mi novio, preparado para penetrarlo. Aarón le pasó un poco de lubricante, y sin ninguna consideración, el taxista empujó su verga dentro de mi novio, arrancándole un grito de dolor que resonó en toda la finca.
—Así me gusta —dijo el taxista mientras empezaba a moverse, empujando rítmicamente y haciendo que mi novio gimiera y sollozara con cada embestida.
Aarón, Byron y Sergio observaban con satisfacción, disfrutando cada momento de su dominio sobre el cuerpo indefenso de mi novio. La noche avanzaba, y ellos continuaban turnándose, usando cada herramienta de tortura y cada parte de su cuerpo para infligir placer y dolor en igual medida.
Mi novio, sometido completamente, empezó a perder la noción del tiempo. Su mente se nublaba por el dolor, el placer forzado y la humillación. Sabía que no había escape, que estaba atrapado en ese ciclo de tormento y lujuria hasta que los hombres decidieran que ya habían tenido suficiente.
Finalmente, después de horas de abuso, Aarón se acercó a mi novio, que yacía exhausto y derrotado en el suelo. Se inclinó y levantó su barbilla, obligándolo a mirarlo a los ojos.
—Espero que hayas aprendido tu lección, perra. Ahora sabes cuál es tu lugar. —dijo con una voz autoritaria. —Pero esto es solo el comienzo. Mañana será un nuevo día, y nosotros seguiremos enseñándote lo que significa ser una verdadera esclava.
Mi novio, con lágrimas en los ojos, solo pudo asentir, sabiendo que su destino estaba sellado. La noche había revelado una verdad ineludible: su cuerpo y su voluntad ya no le pertenecían. Y mientras los hombres se retiraban, dejando solo el eco de sus risas y el dolor persistente en su cuerpo, comprendió que su vida nunca volvería a ser la misma.
ADIÓS NOVIO - BIENVENIDA PERRA CAPÍTULO VII LA PRIMERA NOCHE – PARTE SEIS (SOMETIMIENTO TOTAL)
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