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El Padrastro 2

Escrito por: Switchpoblano

-¿Qué es esto?- pregunta Rubén sorprendido mirando un cinturón de castidad que sostiene entre sus manos. Es un cinturón grande, cabe cómoda su verga flácida de 20 centímetros.

-Eso lo compré en la ciudad cuando supe que venías, es para que te lo pongas en el pito- responde Lázaro sentado en su silla sencilla de madera sin barnizar con las piernas abiertas y su brazo en el respaldo - póntelo-

-¿Porque?- pregunta Rubén calmado y meditabundo, ha recibido su primer castigo y ha pasado más de una hora mirando a la pared. No quiere hacer enojar a Lázaro, pero tampoco quiere ponerse esa cosa

-Porque el hombre de esta casa soy yo- responde Lázaro y por lo mismo soy el único que va a tener verga

-Voy a seguir teniendo verga aunque me la metas en esta cosa- responde Rubén riendo sarcástico

-Entonces no tienes nada que temer, póntela- responde Lázaro con su acostumbrada sonrisa mostrando sus dientes blancos y parejos de nacimiento

Rubén se abre el pantalón de mala gana y se lo baja junto al boxer, aventando los brazos en actitud retadora. Mira a Lázaro a los ojos mientras lo hace. Debajo de su camisa de lino asoma una prolongada verga bien gruesa y flácida con capucha, venosa, pálida, vestida de abundantes pelos rojos.

Con los pantalones abajo estudia el dispositivo- te ayudo- dice Lázaro levantándose y Rubén repliega los brazos dándole a entender que se lo pondrá solo.

Se jala sus huevos enormes y peludos hacia abajo para meterlos en el aro, Lázaro no le mira los huevos, lo mira de frente, disfrutando su rostro humillado…

Rubén había llegado tres semanas atrás en su camioneta Lincoln quejándose porque ningún peón le había abierto la puerta para entrar al terreno. Lázaro le explicó que estaban trabajando en una zanja que urgía tener lista porque las lluvias estaban anegando el terreno.

-Vamos para que la veas- le dijo y Rubén accedió. A un kilómetro de la casa vieja y derruida del rancho estaban un grupo de diez peones levantando una enorme zanja a plena luz del sol bajo altas temperaturas.

Lázaro se quitó la camisa y se puso a ayudar, los tremendos músculos del hombre moreno impresionaron a Rubén, sus pechos eran perfectos, bien redondos, sus bíceps grandes y su abdomen muy marcado; destacaba del resto de peones la mayoría delgados y uno que otro con vientres abultados. Rubén se quedó quieto mirando, sintiéndose el patrón de todos ellos, consciente de que era el legítimo dueño de ese rancho.

El tiempo que pasó Rubén bajo el sol fue suficiente para que al otro día apenas pudiera mover el cuello por la quemazón.

Su rostro estaba también colorado y sus brazos eran casi del mismo color de su pelo.

Por la noche los mosquitos habían hecho lo suyo y su cuerpo estaba cubierto de piquetes.

Lázaro se reía a sus espaldas viéndolo caminar como un robot y girando completo el cuerpo para no rozar su cuello con la camisa.

El gran hombre de ciudad no soportaba la idea de verse frágil o débil delante de Lázaro, su imagen lo imponía más de lo que se atrevía a aceptar,Lázaro desde aquel momento disfrutaba en silencio viendo pasar incomodidades y pequeños sufrimientos al hombre de ciudad.

Rubén lo descubrió acariciándose la abultada entrepierna mientras lo miraba hacer gestos de dolor por el ardor o los piquetes… aquel comportamiento de Lázaro también lo excitó pero ninguno de los dos dijo nada.

-A ver déjame ver tu cuello- le dijo después de disfrutar un rato de su dolor

-No es nada- respondió Rubén, Lázaro insistió y Rubén tuvo que ceder. Lázaro desapareció unos instantes y luego volvió con un frasco- quítate la camisa- Rubén obedeció y mientras lo hacía notó la mirada lasciva de Lázaro recorriendo su torso desnudo. Se sintió intimidado, pero no le dio a aquel gesto mayor importancia.

Lázaro le untó miel en el cuello y en los brazos- no es lo mejor pero es lo que hay y es bastante buena- le dijo a Rubén.

Un ligero gesto paternal en Lázaro hizo que Rubén se estremeciera por completo, a Rubén nadie lo ha cuidado mucho menos un hombre así de rudo…

-Acuéstate una hora y toma agua, estás deshidratado seguro te duele la cabeza-Rubén obedeció y se fue a acostar… la miel hizo lo suyo…

Esta tarde Rubén deposita con firmeza pero con cuidado su verga dentro del dispositivo de metal, cierra el candado y sostiene la llave en su mano

-La llave- le dice Lázaro extendiendo la mano, Rubén se la entrega mirándolo a los ojos, luego se agacha para recoger su pantalón

-Quieto ahí- le dice Lázaro poniéndose de pie, Rubén permanece empinado sosteniendo sus pantalones con ambas manos a la altura de sus tobillos. Lázaro se para detrás de Rubén, sus nalgas aún están rojas, las acaricia, Rubén se queda quieto, no espera ese gesto pero no le molesta, al contrario, se siente bien un poco de cariño después del castigo

La mano grande y áspera de Lázaro se pasea por los glúteos carnosos y peludos del pelirrojo, Rubén cierra los ojos y no piensa nada, simplemente siente, tiene tres semanas sin que nadie lo acaricie, piensa en Marbella, su novia, y luego se da cuenta de que nadie nunca lo ha acariciado así.

-Quítate la ropa- le ordena Lázaro y Rubén reacciona incorporándose, Lázaro camina hacia una desvencijada alacena corroída por la humedad

-¿Parq qué?- pregunta Rubén entre incómodo y molesto

-Quítate la pinche ropa- repite despacio Lázaro y Rubén se desabotona la camisa. Su piel es ahora de dos colores, sus brazos, cuello y cara son de color oscuro y su pecho es pálido, se agacha a quitarse los zapatos y a sacarse el pantalón

-Recuesta tu pecho sobre la mesa- le ordena Lázaro, Rubén se acuesta boca abajo sobre la mesa dejando sus nalgas al borde con las piernas juntas.

Lázaro avanza hacia él con un frasco grande de miel, mete sus dedos completos dentro del recipiente y deja el frasco sobre la mesa, junto a la cabeza de Rubén.

La misma mano áspera que acaba de acariciarlo se pasea por sus glúteos pero esta vez es viscosa y suave, pegajosa, Rubén aspira el olor de la miel mientras Lázaro con toda calma y suavidad pasea con sus manos por sus glúteos sin un rumbo definido, llenándolos de aquel bálsamo dulce y pegajoso… los aprieta y aplasta con la fuerza de su mano al untarle la miel que esparce con fuerza pero con mucha sensualidad en ellos.

Rubén lanza un suspiro profundo y se relaja, mira la mano grande de Lázaro tomar otro tanto de miel antes de sentirla en sus nalgas y esparcirla… abre sus piernas sin poder controlar el deseo, siente el sudor de su espalda provocado por el clima caliente del ambiente bajar suavemente hacia su ano y mezclarse con el sudor acumulado en esa zona.

La mano de Lázaro se pasea por entre los glúteos de Rubén, a zonas donde los azotes no golpearon pero donde la pasión comienza a despertarse… Rubén no piensa, nuevamente se abandona a la sensación, tiene por primera vez ansias de sentir la mano de Lázaro tocar y penetrar aquel lugar a donde nunca nadie ha penetrado…

-No entiendo que le vió mi mamá a ese muerto de hambre- le dijo Rubén a una de sus hermanas cinco años atrás, cuando se enteró que su mamá iba a casarse con Lázaro

-Ay Rubén, Lázaro es hermoso- le dijo su hermana- está guapo, fornido, joven y ¡¿no has visto sus manos?! Son grandotas y fuertes

Mientras esas manos le recorren la zona del culo, Rubén se imagina esas manos jugando con el sexo de su madre… hace tres semanas esa imagen le hubiera causado repudio… hoy siente que comprende a su madre más que nadie…

Cinco años vivió su mamá con ese hombre, cinco años sintió esas manos acariciarlo como lo hace ahora, su mamá había sido tan feliz y ahora lo comprendía… tal vez demasiado tarde porque vivió reprochándole que se casara con Lázaro hasta el día de su muerte.

Rubén se empina un poco cuando siente que Lázaro va a penetrarlo con un dedo, ya ha jugado tanto tiempo con el exterior de su ojete y lo ha puesto tan caliente que parece que ahora es inevitable…

-Listo- le dice Lázaro sacando su mano de entre sus nalgas- con esto mañana ya no tienes nada… me voy a dormir lava los platos, te recomiendo que no te vistas hasta que te vayas a meter a la cama para que respire tu piel- le dice mientras sale de la cocina.

Rubén se queda recostado sobre la mesa unos instantes, su culo se ha quedado con el deseo de sentirlo dentro… se acaricia la zona del ano llena de miel, cierra sus ojos imaginando que es Lázaro quien lo acaricia todavía… su verga experimenta un fuerte apretón al crecer y quedarse contenida en la castidad… no se atreve a meterse el dedo, nunca lo ha hecho. Se lleva el dedo a la boca y se traga la miel que ha recogido en su paseo por entre sus glúteos.

Se levanta y recoge los platos de la mesa, luego camina desnudo con ellos al lavabo, abre el grifo y comienza a tallarlos pensando cuántas veces su madre habrá hecho lo mismo, ilusionada de sentir las manos de Lázaro en su cuerpo cuando se metiera en la cama.

El Padrastro 2

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