Lázaro vuelve una hora después, Rubén está tirado en el piso , vestido apenas con su pañal, dibujando su décimo dibujo.
Lázaro lo mira complacido, le acaricia la cabeza como a un chiquillo y se sienta delante de él a mirar los dibujos.
Rubén ha hecho un buen trabajo, son dibujos hechos con esmero, todos son una colección de imágenes del rancho, imágenes de su padre, su madre y sus hermanos disfrutando de aquel sitio…
Rubén ha hecho más que solo dibujar, ha expresado lo que el rancho significa para él; aquellas imágenes enojan a Lázaro que percibe en ellos la unidad de su familia, momentos felices, una época que se ha ido por completo.
El fornido moreno mira de frente a Rubén, tiene los ojos vidriosos y su cara está llena de nostalgia y tal vez algo de tristeza.
-Te propongo algo- le dice Lázaro- vamos a jugar un juego- lo mira muy serio a la cara, Rubén no tiene nada que perder, asiente
-Te advierto que será un juego rudo- le dice Lázaro- pero si aguantas hasta el final, dejaré que dejes de usar pañal- le dice
-¿Y la jaula?- le pregunta Rubén en el mismo tono serio que ha usado Lázaro para proponer el juego
-No, la jaula debe quedarse más tiempo puesta- responde Lázaro
-Bueno ¿a qué vamos a jugar?- pregunta Rubén
-Bueno, es común que los padres y los hijos jueguen al caballito- le dice Lázaro- pero tú eres más alto que yo así que tú serás el caballo.
Minutos más tarde, en el pórtico de la casa Lázaro embarra abundante protector solar a Rubén en el cuerpo, Rubén permanece con las manos atadas detrás y una cuerda lo tiene amarrado del cuello en un extremo y sujeto a la columna por el otro. Tiene sus calcetas y sus tenis puestos.
La cuerda que lo mantiene atado del cuello es larga, Rubén puede moverse libremente pero deja que Lázaro le pasé las manos por el cuerpo con fuerza esparciéndole la crema protectora
-Mandé traer esta madre de la ciudad desde el segundo día que estabas aquí- le dice pasándole con fuerza las manos por el pecho- no entiendo porqué chingaos no trajiste uno tu
-No me quería ver débil- le responde Rubén apretando el abdomen cuando Lázaro le pasa las manos por él
-Cabrón todos se dieron cuenta que tu cara te ardía desde la primera noche- le dice serio- ve tu piel, nadie esperaba que tuvieras piel de peón.
Con ambas manos esparce la crema por las piernas de Rubén, el pelirrojo trae aún puesto el pañal- ¿ya measte?- le pregunta Lázaro -¿te cambio el pañal?
-No puedo mear en esta madre- le responde Rubén con honestidad
Lázaro se coloca detrás de él, le baja un poco el pañal y se saca la verga… es una verga alargada con un grosor considerable, un poco menos gruesa que la de Rubén, circuncidada.
Un chorro de orina se proyecta hacia las nalgas de Rubén dentro del pañal y se escurren hacia adentro, Rubén se queda quieto, tiene las manos atadas detrás así que no puede hacer mucho, se empina un poco para que la orina no escurra mientras siente los meos calientes bañarle las nalgas lampiñas, la falta de pelos hace que se sienta el líquido correr con mayor fluidez hasta el fondo del pañal por entre sus glúteos
Rubén cierra los ojos, humillado pero contenido, tal vez un poco reflexivo.
-Seguro con eso te dan ganas de mear- le dice Lázaro acomodándole el pañal después de meterse la verga en el pantalón de mezclilla que trae puesto.
Con una cuerda larga de un material algo rasposo le hace a Rubén una especie de arnés que termina en un pedazo de cuerda largo en la parte baja de su espalda… como una cola de caballo.
Luego le coloca un paliacate en la boca y le sujeta unas cuerdas haciendo una especie de brida. Lo desamarra de la cuerda del cuello dejando la cuerda atada a la columna, la misma columna en donde una semana atrás Rubén se quedó atado desnudo con la verga parada.
-Ponte en cuclillas, te voy a montar- le ordena Lázaro, Ruben se hinca con una rodilla, Lázaro se monta en sus hombros y jala las cuerdas que salen de su boca suavemente hacia arriba- de pie- le ordena y Rubén queda parado con Lázaro encima.
-Cuida tus pasos, si te caes nos caemos los dos- le advierte trenzando sus piernas en su tronco y poniendo sus pies a la altura de sus glúteos- si te doy una patada en el glúteo derecho te giras a la derecha, si te pateo el izquierdo giras hacia ese lado- le dice y le patea ambos glúteos- andando.
Rubén camina con miedo, tiene las manos atadas detrás, un tropezón sería fatal, avanza despacio llevando sobre sus hombros a Lázaro que lo conduce hasta la entrada del rancho.
Rubén se siente avergonzado de andar por el rancho en pañal con Lázaro sobre sus hombros, pero su miedo de caerse es más grande y se concentra solo en el camino.
Al llegar a la entrada encuentran la pequeña puerta que da acceso al terreno mal colocada, Lázaro se baja de Rubén y le desata las manos- cierra bien la reja- le ordena, Rubén con algo de torpeza intenta enderezarla para cerrarla, un golpe del cinturón de Lázaro le cae en la espalda- rápido, hay muchas cosas que arreglar- Rubén se apresura, cuando termina de arreglarla Lázaro le ordena volver a arrodillarse y se monta en él.
Con los brazos libres sujeta las piernas de Lázaro y se siente más en confianza, avanzan por la orilla de la cerca hasta donde encuentran un árbol con una escalera y unas tijeras de podar junto
-Bájame- le ordena, Rubén se agacha para que descienda- ¿ves esas ramas? Hay que cortarlas, sube a las escaleras y poda el árbol.
-Ya no aguanto el pañal- balbucea Rubén a través del paliacate que tiene húmedo y que le ha hecho salivar un poco durante el camino- ya me oriné- responde. Lázaro le quita el pañal y lo avienta al piso - voy a tirarlo en la basura, tú sube y corta esas ramas.
Rubén se queda solo unos instantes, descansa de la abrumadora presencia de Lázaro y se siente relajado, luego recuerda su cinturón y se apresura a cumplir con la orden.
Las ramas son gruesas y al estar desnudo se raspa un poco con el forraje del árbol, después de cortar las ramas que Lázaro le ordenó desciende despacio de la escalera.
Lázaro vuelve con el cinturón en la mano- bien hecho Rubén, sigamos- le dice haciendo señas para que se agache… Rubén lleva en hombros a Lázaro por todo el contorno de la cerca, va desnudo y tiene miedo de que alguien lo vea, pero el rancho está tan alejado de todos que nadie pasa por ahí.
Llegan a la zanja que los peones han estado cavando por semanas- toma la pala y ponte a trabajar, tienes 20 minutos para aumentar la zanja dos metros.
Apenas se detiene un poco Rubén para limpiarse el sudor y un azote firme del cinturón de Lázaro se aloja en alguna parte de atrás de su cuerpo: la espalda, las nalgas, los muslos… un solo golpe bien dado es suficiente incentivo para que siga cavando con todas sus fuerzas, el sol está en su punto más alto, su piel suda y la “brida” le hace soltar hilos de saliva hasta el piso.
La jaula de castidad al ser de metal comienza a ponerse caliente por el sol, Lázaro lo nota y se quita la camisa, se la anuda como tapa rabo en la cintura a Rubén - haz que valga la pena que ensucie de tierra mi camisa de domingo- le ordena Lázaro.
Rubén de reojo mira el cuerpo moreno y musculoso de Lázaro, es tan joven y tan fuerte… no puede dejar de sentir una fuerte atracción hacía él y mientras continúa removiendo la tierra se da cuenta de cuán lejos está de su objetivo inicial de hacerlo a un lado y sacarlo del rancho.
Un azote en su espalda lo hace concentrarse, los azotes le duelen pero hay algo en ellos que lo pone enormemente caliente, nunca lo han tratado así y de algún modo lejos de molestarle… le excita…
Un azote y otro más y otro… Rubén responde moviendo la pala con más fuerza- se te acabó el tiempo- le dice Lázaro, Rubén tira la pala y cae al piso abrumado por el cansancio, el sudor baña por completo su cuerpo…
-No hiciste ni medio metro cabrón- le dice Lázaro mirando su trabajo con desaprobación - te voy a tener que castigar. Le dice tomando una cuerda y atándolo con los brazos arriba a una rama, de un jalón le quita la camisa que trae anudada ala cintura y Rubén queda completamente desnudo, atado a un árbol a la mitad de la nada, ante el sol abrumador.
-¿Cuántos centímetros tiene un metro?- pregunta Lázaro
-cien- bufa Rubén jalando aire como puede y hablando a través del bozal
-Cuéntalas fuerte- le ordena Lázaro antes de soltarle el primer cinturonazo en el lomo
-Uno- muge Rubén a través del paliacate- ¡Dos!- grita más fuerte cuando el cinturón le pega en las nalgas
-¡Tres!- gime jalando sus brazos con fuerza cuando le pega en la espalda baja-¡cuatro!- lloriquea cuando el cinturón le da en los muslos
-Cinco- cuenta tras el cinturonazo en la espalda- seis- el cinturón le pega en los glúteos - siete… ocho… nueve- su piel comienza a marcarse de un rojo intenso
“no voy a aguantar” piensa y comienza a contar en tono de súplica- diez… ¡once!… doce… por favor- musita un ruego que se esconde en el paliacate
-Trece… catorce… quince- cada golpe le da una zona nueva, su cuerpo es tan largo que hay muchos sitios en donde puede alojarse el dolor
-diez y seis …- se quiebra y llora- diez y siete… diez y ocho… diez y nueve… ¡veinte!- grita con todas sus fuerzas. Lázaro se detiene, lo desamarra- de rodillas, vamos a seguir el camino.
Rubén se agacha, ya no puede más, pero obedece. Lázaro lo monta, el cansancio de Rubén ya es extremo, apenas aguanta caminar con Lázaro sobre sus hombros, el moreno le pega en las nalgas con el cinturón para que vaya más rápido, Rubén recibe los golpes en silencio y avanza lo más rápido que puede… no ha pasado ni dos horas afuera en el rancho y tiene ganas de tirarse en el piso y quedarse ahí.
Ya no le importa su desnudez, está roto, Lázaro le ha dado una paliza y lo ha tratado como un animal de carga… apenas y puede respirar.
Lázaro lo conduce de vuelta a la casa… se baja de él al llegar- sígueme a la cocina- le ordena.
En la cocina le quita la brida y le da un vaso de agua… dos… tres… cuatro… - siéntate- le dice ofreciéndole una silla de la cocina, Lázaro va al refrigerador y abre una cerveza , se sienta con ella en la mano- los niños pequeños no beben cerveza- le dice sonriendo. Rubén baja la mirada.
-Mírame a los ojos Rubén- le ordena Lázaro, Rubén obedece, sus ojos azules están apagados, está roto y abatido- esto que acabas de hacer lo he hecho por diez años- le dice sosteniéndole la mirada- ustedes ni se han hecho cargo del rancho, yo he cuidado su rancho, he tenido en mis hombros la responsabilidad no solo de esta tierra y de toda la gente que trabaja aquí, también de tu mamá. La cargué por cinco años…ninguno de ustedes hizo nada por ella… esto que te hice hoy es lo que me han hecho ustedes todo el tiempo: exigiéndome que les de su parte, que mejoremos la producción, que cuidemos las tierras y si no hago lo que quieren vienen a quejarse y a hacer muecas y desde que me casé con tu mamá no tenía ninguna responsabilidad de nada porque ya no trabajaba aquí… y sin embargo el rancho sigue funcionando, sin que ustedes le invirtieran un solo peso- Rubén se queda quieto, mirándolo a la cara, aquel reclamo le duele más que todos los azotes juntos.
-¿Tu dices que tienes recuerdos chingones?- continúa Lázaro- yo aquí viví con la mujer que amé cabrón… porque tienes que entender algo: la amé… y también te puedo dibujar muchos momentos felices- Lázaro desahogado se bebe su cerveza- sube a bañarte y vístete bien para la cena- le ordena saliendo despacio hacia el pórtico con su cerveza en la mano.
Rubén avanza lento al piso de arriba, se quita los zapatos y las calcetas y se mete debajo del agua. Se mira las piernas llenas de azotes, son colorados y algunos incluso han hecho moretones. Lázaro entra en el baño sin tocar la puerta, lo mira y Rubén baja la mirada. Con el jabón en la mano le acaricia el cuerpo, empezando por el cuello y la espalda
Rubén pone las manos contra la pared, se deja bañar por Lázaro, parte por el cansancio, parte porque las manos de Lázaro siempre lo excitan… Lázaro mete su mano llena de jabón entre sus glúteos, Rubén empuja la pelvis hacia atrás, Lázaro lo enjabona con calma, lo frota como si frotara una vulva, Rubén siente que no es tratado como un hombre… Lázaro lo domina con unos pocos movimientos y con su poderosa presencia.
Luego se mete debajo de la regadera, así, vestido, su ropa se pega a su cuerpo fornido cuando se llena de agua, abraza a Rubén que se deja abrazar con los brazos caídos… le acaricia la cabeza despacio con una mano y le sujeta la cintura con la otra.
Rubén en un gesto inesperado baja lentamente hasta el piso y tomando uno de los pies de Lázaro comienza a lamerlo como un perro sumiso.
Lázaro está descalzo, tiene los pies curtidos pero son grandes y peludos… Rubén los lame con fuerza, con devoción, Lázaro se deja servir y se quita la camisa para estar más comodo, Rubén levanta la mirada y mira el agua resbalar por aquel pecho peludo y redondo. El ya no tiene pelos, ya no es o nunca ha sido el hombre de la casa. Baja la mirada y continúa lamiendo, como su perro fiel.
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