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Escrito por: Engoma2

Este relato es real.

Yo había sido un buen esclavo muchos tiempo pero hace un par de años descubrí mi faceta de Amo y desde entonces he tenido varios perrakos, dos de ellos más o menos fijos.

En mi época de esclavo tuve un Amo que me usaba regularmente. Después tuvo un novio y dejamos nuestra relación bdsm, aunque seguimos siendo amigos y viéndonos de vez en cuando para comer juntos.

Hace cosa de un mes, tenía atado a uno de mis perrakos en cruz, con el gancho anal bien tirante, mordaza en la boca y pinzas en los pezones. Le susurré al oido si quería tener una sesión con dos amos a la vez. Vi como su rabo se ponía aún más tieso y empezaba a babear. Me dijo inmediatamente que sí. Intentaba decirme algo más, pero a causa de la mordaza no le entendía. Solo veía como le caían las babas de la boca.

Al acabar la sesión, escribí un mensaje a mi antiguo Amo, proponiéndole si quería tener una sesión con uno de mis perrakos.

Desde que lo dejamos, él no había vuelto a tener ninguna relación bdsm y pensé que esta propuesta le podía motivar para que quisiera volver a tener una sesión juntos. No estaba seguro si acabaría aceptando ya que tiene una buena relación con su novio.

Crucé los dedos. Al cabo de varias horas me dijo que le molaba volver al bdsm. Ufff qué morbazo, pensé.

Quedamos un martes los tres en una de esas mazmorras que se alquilan. Pero un día antes el perrako me dijo que no podía venir. Se lo dije a mi antiguo Amo pero me contestó que igualmente tendríamos la sesión pero que yo ocuparía el lugar del perro. Me quedé pensativo. Hacía años que no era esclavo pero volver a serlo de mi antiguo Amo me excitaba. Obedecí.

A la hora convenida entró en la mazmorra. Yo ya estaba desnudo y estaba preparado. Me dijo que me había comprado un regalo. Sacó una máscara de perro gris y negra, de esas de neopreno con orejas y la morrera extraíble. Lo primero que hizo fue ponérmela, atarme en la cruz, sujetarme bien con unas correas y empezar a torturar mis pezones, mis huevos y mi rabo. No recordaba lo duro que es ser esclavo pero mi excitación por estar con mi antiguo Amo me hacía estremecer de placer.

Me empezó a poner pinzas por las axilas y las ingles. No recordaba lo jodidas que son…

Siguió jugando con las pinzas y al rato me dijo que me había comprado otro regalito. Sacó una nueva pinza para pezones. Cuando apretaba un émbolo, del otro extremo salían tres garfios pequeños. Una vez puestos en mi pezón, soltaba el émbolo y se clavaban fuertemente. Le suplicaba que me las sacara pero él siguió jugando aplicándolas a mis pezones, disfrutando de usar el regalito conmigo.

Después me soltó, me clavó en gancho anal en el culo y me ató a una de esas banquetas para recibir azotes. Me dio unos cuantos y después se puso delante mío. Bajándose la cremallera del tanga de cuero me preguntó: ¿Quieres rabo? Apareció su verga dura con un piercing en el capullo. Qué maravilla volverla a ver!!! Como ansiaba sentirla en mi boca!! Me la acercó a la cara pero mis ataduras me impedían llegar a ella. Él disfrutaba viendo como yo lo intentaba sin conseguirlo.

Me volvió a decir: ¿Quieres comer rabo?

Yo ansiosamente le contesté que sí. Seguía sin llegar a ella. Se quedó un rato delante mío, con su verga a escasos centímetros de mi cara. Después, subiéndose la cremallera de nuevo, me dijo que me lo tenía que ganar.

Después de otros azotes, me puso en el sling, me ató las muñecas y las piernas y me empezó a trabajar el culo. Primero me metió un dildo mediano, uno de esos dobles. Luego uno gordo y mientras lo metía y sacaba de mi culo, acercaba su cara a la mía. Yo intentaba que me comiera la boca pero cada vez que me acercaba, él de alejaba y me follaba más fuerte sonriendo maliciosamente.

Empezaba a tener el culo dolorido. Noté un alivio cuando sacó ese dildo enorme pero el alivio duró poco. Seguidamente me metió las bolas chinas. La última no entraba. Me dolía cuando la intentaba meter. A él le excitaban mis quejas por lo que en vez de dejarlo estar, apretó fuerte y me la metió. Creía que mi culo iba a reventar.

Como premio me desató y me dejó comer sus pies. Le saqué las botas militares, los calcetos y me puse a ello. Me puse a comer su dedo gordo como si fuera su rabo. A falta de pan, buenas son tortas!! Pasaba la lengua entre sus dedos y me metía su pie entero en mi boca, como si se tratara de su rabo. Veía su cara de placer, lo que me motivaba a comérselos sin parar.

Al cabo de un buen rato, llegó el verdadero premio. Se bajó la cremallera del tanga y apareció su rabo tieso. Me lo tragué hasta el fondo. Notar su piercing en mi garganta me excitaba aún más.

Se lo comí lentamente, saboreándolo, como a él le gusta. De tanto en tanto me lo volvía a tragar entero. Él me cogía por la cabeza y me lo clavaba en la garganta. Después de años de práctica, he conseguido no tener arcadas y así poder dar más placer a mis Amos. Esto es algo que siempre intento enseñar a mis perros.

Al cabo de un buen rato me dijo: ¿Quieres que te folle perro?

Asentí ansiosamente y me la clavó bombeando fuertemente. Notaba como el piercing entraba y salía. Qué placer volver a ser follado por mi antiguo Amo. Volvía a ser su perro!!

Cuando se hubo saciado, se echó boca arriba, se pajeó y se corrió. Unos chorros de leche le cubrieron el pecho. Inmediatamente empecé a lamer el manjar, pasando la lengua por todo el pecho y por sus pezones.

Al cabo de un rato, se levantó y se fue.

Yo había redescubierto mi faceta de perro.

Y me gustó.

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