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La orden del cambio 1 - El guardaespaldas.

Escrito por: Canis_addictus

(El siguiente relato es un ejercicio de escritura creativa. No pretende representar los valores de las comunidades Leather y BDSM).

Todo comenzó con una mano enorme sujetando mi hombro derecho. Debió verse solo como un gesto amistoso entre dos colegas. Me indicó en voz baja que continuara caminando: el pequeño grupo de Mataputos (no era broma; así se llamaban y ya habían mandado ya a tres homosexuales de la escuela al hospital) cuyo líder ya me había marcado como objetivo según me enteré más tarde, solo pasó a nuestro costado cuando momentos antes ya habían comenzado a avanzar en mi dirección con una sonrisa maliciosa en su rostro.

20 billetes diarios era demasiado para un chico de 17 años; pero tampoco es que tuviese muchas opciones en ese momento. No sabía qué podría ser más peligroso: si arriesgarme a andar solo y caer en manos de los Mataputos o enfadar a mi guardaespaldas “voluntario” negándome a gratificarlo por su servicio de protección.

No había alternativa. Cada mañana lo hallaba de pie en la parada de camiones cercana al departamento de mis padres; de donde arrancaba a caminar, me pasaba su brazo por la espalda y me sujetaba de mi hombro derecho. En algún momento sacaba mi cartera y extraía su pago; luego llegábamos hasta la puerta del instituto donde me soltaba y continuaba caminando sin voltear siquiera. Al término de las clases; no importaba si retrasaba o adelantaba mi salida; aparecía apenas hubiese dado yo un par de pasos sobre la acera y el proceso se repetía hasta la esquina antes de llegar a mi hogar. Esto se repitió los cinco días de la semana durante los tres meses que restaban del curso.

-No salgas si no es necesario. Solo asiste a tiendas en la avenida principal. Los fines de semana te encierras en tu casa y no salgas a no ser que sea acompañado de tus padres- fue una de las frases más largas que le escuché decir durante ese periodo. El tipo apenas soltaba palabra alguna; y siempre era para darme alguna indicación, o para reprenderme por algo. Una vez salí sin dinero suficiente: Tomó el poco que encontró, devolvió la cartera a mi bolsillo y apretó la mano con la que me sujetaba todo el camino hasta la escuela. “Mañana trae cuarenta” dijo antes de soltarme frente a la escuela: repitió el procedimiento durante la tarde y a la mañana siguiente salí con 45 billetes, el brazo todavía adolorido y una hematoma que tardó un par de semanas en desaparecer y que apenas pude esconder de mi familia.

En otra ocasión me reprendió por haber salido con mi primo al anochecer del domingo. Había sido idea de mis padres, ya que nos estaban visitando y el niño quiso salir por unas golosinas, por lo que me mandaron con él para vigilarlo. Aprovechó la oportunidad para señalar otras ocasiones en que me había aventurado demasiado cerca del parque y de zonas cercanas a las bodegas que también me había ordenado evitar. Yo apenas intentaba responder, me me cortaba en seguida. Comprendía que todo esto se trataba de una forma de extorsión; pero me preocupaba saber que vigilaba mis movimientos de esa forma.

...

MP y una cifra de dos dígitos tatuados en el brazo. Los Mataputos eran una tradición en mi ciudad. Siempre eran chicos menores de edad, deportistas y probablemente llenos de esteroides y malteada proteínica barata. Los tres de mi primer encuentro mostraban orgullosos sus tatuajes llevando las mangas del uniforme deportivo escolar enrolladas hasta los hombros. Las claves estaban grabadas con la reconocible tipografía típica de los uniformes de futbol americanos. Se trataba de un grupo con pocos miembros activos: eramos apenas más que un pueblo y solo teníamos dos institutos juveniles. A menudo no hacían más que intimidar a los jóvenes que salían del closet o que se llegaba a saber que eran homosexuales; se sabía de aguna golpiza cada una o dos semanas: Pero lo verdaderamente grave resultaban los ataques mayores. Se elegía a uno o dos putos al año para esto: la víctima solía terminar con fracturas y lesiones que solían requerir hospitalización por semanas; incluso meses. El hecho de que apenas hubiese alguna detención y ningún juicio (ya no digamos condena) por estos ataques reflejaba el carácter homofóbico de la población: no dudaba que entre los agentes de policía y funcionarios actuales hubiese ex-Mps.

“Pero son un mal necesario.”- Decía mi padre. “Los degenerados son una vergüenza para la ciudad. Ya no se permite encerrarlos como antes gracias a esos progresistas de la capital; pero por lo menos esos muchachos les enseñan que deben andar con miedo y cuidarse la espaldas; en lugar de andarse exhibiendo como si lo que hacen fuese una gracia”-

Cuando era más chico, solía intentar razonar con él; hablarle de como el mundo estaba cambiando; pero muy pronto comprendí que era lanzar agua en grava. Mi madre era quien solía traer el tema a la mesa; comentando cuando alguno de los hijos de sus amigas o un chico de la escuela había sido “molestado”; lamentándolo con un tono condescendiente y dando rienda suelta a mi padre para que soltara su verborrea. Nunca entendí por qué lo hacía: si deseaba que mi padre liberara con un muñeco de paja y no con ella su rabia cuando lo notaba estresado; o tal vez pensaba igual que él, pero su rígida moralidad le impedía expresar lo en palabras y abandonar su máscara de mujer buena y considerada.

Faltaban dos días para mi cumpleaños 18 cuando en la cena soltó – “Tal vez andan faltos de huevos. Este año no han machacado a uno de esos putos como es debido. Si esto sigue así, tendremos foripondios andando de la mano por la calle como si fueran gente de bien”, antes de comerse otra tajada de carne asada y bajarla con un trago de cerveza: Debo admitir que estuve a punto de sonreír ante la ironía de que el tipo había soltado eso mientras compartía la mesa con el puto que hubiese cumplido sus deseos de no haber sido salvado a tiempo por...por un tipo desconocido que se aparecía como un fantasma por las calles. Terminé mi cena lo más pronto que pude y me apresuré a encerrarme en mi recámara.

La mañana había sido especialmente molesta. Pasaría el examen de cálculo, pero mi nota promedio sería bastante baja; pero eso importaba poco en realidad. Mis dos solicitudes de las instituciones superiores públicas habían sido rechazadas y con el precio de las privadas no me sería posible continuar mis estudios durante varios años. Mis padres siempre me dijeron que podría seguir en casa un tiempo razonable mientras consiguiera un trabajo y contribuyera con los gastos. Ya había comenzado a estudiar mis opciones y pensé que podría emplearme como mensajero en cuanto tuviese mi diploma de grado. Estas ideas, junto con el calor del mes de mayo en una escuela sin aire acondicionado me tenían de mal humor. Los exámenes continuarían hasta el viernes, por lo que mi familia retrasó la fiesta hasta el domingo, cuando algunos tíos vendrían a la casa y podríamos por fin celebrar mi llegada a la edad adulta.

Al salir de la escuela, el sol del mediodía me deslumbró, pero pude ver acercarse a una figura conocida. Feliz cumpleaños a mi.

El brazo me envolvió y de nuevo quedé apretado contra su torso. Debido al calor estaba algo sudoroso y pude notar como mi camisa absorbió un poco del líquido. Intenté no ser tan descarado, pero aspiré sutilmente: era sudor fresco, sobre un cuerpo limpio, pero que probablemente había entrenado recientemente. Pude sentir mi miembro palpitando dentro de mis pantalones y hacía todo lo posible por evitar que la erección se hiciera notable mientras caminaba atrapado en su “fraternal” abrazo. Fue un incidente parecido, cuando unos miembros del equipo de lucha decidieron salir al pasillo con sus singlets empapados de sudor después del entrenamiento, lo que me sacó del feliz anonimato y me puso como blanco de los matones. Gracias Carla; se que tú fuiste quién corrió el rumor.

El tipo llevaba unas zapatillas de color verde brillante; tan grandes que en un hombre de menor talla hubiesen resultado ridículos. Traía puestos unos pantalones deportivos hasta la rodilla, mostrando sus fuertes piernas. La playera de tirantes estaba floja. Su pelo, recortado en un high de herradura, ahora estaba recubierta por una gorra de piel del mismo tono que los tenis; y sus ojos estaban cubiertos por unas gafas de espejo.

Me resultaba incómodo sonreír frente a ese tipo; pero el día había sido una mierda y vaya...la situación podía ser una molestia; pero caminar a diario al lado de semejante hombre no era una experiencia que pudiese llamr desagradable. Contenía las ganas que tenía de recargarme contra su torso suduroso: lo había hecho una vez sin darme cuenta: el dolor de sentir mi hueso húmero siendo triturado por su puño apretado me disuadió de intentarlo de nuevo.

Había podido mantener el ritmo de pagos gracias a un dinero que mi abuela me había dado en navidad, pero mis ahorros estaban ahora casi vacíos. Aún así, tendría suficiente para terminar el mes y esperaba poder negociar el fin de la “protección” ahora que… Los MP solo solían atacar a jóvenes estudiantes: nunca se había escuchado de algún ataque a un adulto.

De pronto me pasó una idea por la mente. Si alguien sabía que yo era homosexual era este sujeto, y bastante dinero me había sacado ya por ello. Sabía que esto era un acto de extorsión en toda la palabra: Su brazo izquierdo mostraba un número 83 con numerales “Jersey”, y pese a no haber notado rastros de letra alguna cerca del tatuaje; no tenía dudas de lo que este tipo había hecho en sus días de instituto. El hecho de que los MP parecieron ignorarme a partir del día en que se apareció era otro indicio. Sin embargo, aunque por las tardes solía llegar vistiendo ropa deportiva; parecía que esta vez había tenido especial cuidado al seleccionarla; su atuendo acentuaba su ya de por si impresionante físico y lo hacia lucir espléndido. Si el tipo caminara así cada día frente al colegio, estoy seguro que el número de maricones descubiertos se elevaría exponencialmente. Fue una tontería; pero el sujeto podía ver mi identificación cada día al sacar mi cartera: ¿Se trataría esto de un gesto de cortesía para su cautivo “cliente”? ¿Algo así como “bono de cumpleaños”? En ese momento las imágenes que cada noche de los últimos meses habían surgido en mi cama aparecieron en mi mente; y de pronto pensé que no me importaría pasar los siguientes tres meses en terapia intensiva si tan solo pudiese arrodillarme frente a este Dios de las calles y lamer la suela de sus zapatillas. ¿O no era que a los MP les gustaba jodernos?

El crujido me tomó desprevenido; y la forma en que el ligero impermeable corto cayó sobre mis hombros, quedando sostenido por su puño que también sujetaba el cuello de mi camisa por detrás me llenó de pánico. El tipo me empujó hacia una calle angosta, y fue entonces que me percaté de que habíamos tomado un camino diferente en esta ocasión. Las esposas se clavaron en mis muñecas cuando traté de zafarme y sentí como la parte frontal de mi camisa cortaba mi acceso al aire mientras escuchaba en voz baja “No grites, y no quiero escuchar una palabra, puto”.

No fue una, y mi lengua se enredaba al tratar de hablar rápida y con volumen bajo a la vez. – Tengo más dinero. Por favor, no me hagas daño. No le he dicho a nadie y lo lo haré. Solo…

Dos vueltas más y su mano cortó tanto mi respiración como mis palabras; me retorcí en su agarre de la desesperación, pero la mano se aferró a mi rostro como si hubiese sido remachada a él. Mis ojos soltaron lágrimas y poco después comencé a sentir que mi cabeza daba vueltas y a perder la fuerza de mis miembros. El aire volvió a mis pulmones y tardé unos segundos más en recuperarme. -No lo voy a repetir de nuevo. Ni una palabra puto.

Mi último intento de huida ocurrió cuando llegamos frente a una puerta metálica. Comprendí que en el instante en que cruzara ese umbral, podría no salir vivo de allí. Torpemente intente patear a mi agresor; pero este aún me tenía cogido del cuello de la camisa y se limitó a levantarme del suelo, por lo que el golpe solo me hizo balancearme en el aire unos segundos. Lo siguiente que sentí fue su puño estrellándose contra mi estómago y el golpe de mi cuerpo al caer contra el piso. Escuché la puerta chirriar y todavía me encontraba crispado de dolor cuando fui arrastrado hacia el interior.

Y el miedo desapareció. De hecho el mundo entero había desaparecido. Mi ropa desapareció, pero mis manos seguían sujetas con los grilletes a mi espalda. Mi verga estaba tan erecta que golpeaba contra mi castigado estómago. “Lame” había sido la orden y no se cuanto tiempo llevaba ya lamiendo y adorando esos tenis enormes y brillantes. Por momentos, los pelos de su piernas rozaban mis sienes y procuraba ser discreto cuando mi mirada se elevaba. El tipo se había quitado la ropa también y solo había conservado un jockstrap deportivo de cual ahora salía su verga, la cual ahora acariciaba y jalaba con el guante de piel sin dedos que llevaba en su mano izquierda. Había cubierto su rostro con una máscara de piel que solo permitía ver sus labios, su barbilla y un par de rendijas donde sus ojos del color de la miel brillaban como si tuviesen luz propia.

Sentí como sus dedos prensaron algunos cabellos de mi coronilla; su brazo me obligó a incorporarme y a quedar de rodillas frente a él. Tenía un vientre apenas abultado; con algo de vello; sus pectorales eran grandes, con un par de tetillas pequeñas y también estaban recubiertos de grueso vello que no conseguía ocultar la forma en que la luz de la lámpara incandescente se reflejaba sobre la piel. Pude notar una banda de cuero en su brazo izquierdo que tapaba por complejo su tatuaje. Olía a sudor y su miembro despedía tanto calor como un olor fuerte y penetrante que me invadía el cerebro. Mis ojos se dirigieron hacia la verga, que estaba completamente erecta y brillante, recubierta de precum: creo que mi boca se abrió instintivamente.

Luces de colores; el impacto me mareó, pero no caí gracias a que el puño seguía sosteniendo mi cabello. La mejilla me comenzó a arder y solo pude soltar un quejido leve. Casi presentí la segunda bofetada: supongo que es un patrón natural. De nuevo pensé que perdería la consciencia, pero el ardor de mi rostro, ahora duplicado, me trajo de nuevo a la realidad. “Las zapatillas y luego el infierno; un precio justo” ¿No era eso lo que mi mente dictaba unos minutos atrás?

-Mírame a los ojos. Vas a apretar su boca y en el momento que lo necesites vas a tragar saliva. No quiero escuchar nada más o lo vas a lamentar. – Dijo. Asentí y mantuve la posición de mi cabeza cuando soltó mi pelo. Escuché el sonido de algún objeto siento tomado de la mesilla que había al lado. Los caimanes mordieron mis pezones y tuve que hacer un enorme esfuerzo para no gritar: el tragar saliva ayudó un poco, pero no pude contener algunos gemidos fuertes; mi cuerpo tuvo la misma reacción que tras el golpe en mi estómago y hubiese caído al suelo si su puño no me hubiese vuelto a pescar de los pelos. Me revolví unos segundos y solo abrí la boca para tomar aire, dejé escapar otro quejido y traté de recuperar el control. Era insoportable; era más de lo que podía aguantar pensé. “Ya no, por favor” gritó una voz dentro de mi; pero no consiguió escapar de mis labios.

Suspiraba; gimoteaba; mis ojos soltaban lágrimas. De nuevo soltó mi cabeza y mis nalgas se apoyaron en mis talones. – Levanta ese culo puta; no te he dado permiso de descansar- dijo enfadado. Icé mis piernas de nuevo y volví a quedar frente a su torso. Por un momento mis ojos se fueron directo a su verga, pero reaccioné y levanté la barbilla. Su brazo pasó por detrás de mi cabeza y la empujó contra su estómago. – Te lo advertí puto; vamos a hacer que lamentes tu error.

Su otra mano tomó las asas de uno de los caimanes y estoy seguro de que debió retorcerlos una vuelta completa. Mi alarido fue ahogado por su piel y el movimiento instintivo de mi cuerpo por liberarse solo consiguió castigarme aún más. Había soltado apenas la pinza cuando ya había retorcido la segunda, y una nueva oleada de dolor me llevó al punto del desmayo. De nuevo me sostuvo del pelo para evitar que cayera y esperó a que recuperara por completo la conciencia. Intenté suplicar; las palabras murieron con una bofetada; un nuevo intento y una de mis tetillas fue retorcida de nuevo: esta vez si pude gritar, pero la falta de aire y los alaridos contenidos me habían dejado casi sin voz. Abrí la boca y la mano sujetó la otra pinza. Comencé a temblar, pero apreté los labios. Dirigí una mirada suplicante. El muy maldito dejó escapar una carcajada. Podría decir que algo dentro de mi dolió tanto como las pinzas retorciendo mi carne pero...sería mentira.

-No llores puto- Soltó en un tono que no puedo describir más que...¿cariñoso si fueses una mascota? Y no lo hice; pero las lágrimas empezaron a resbalar por mis mejillas cuando sentí que sujetaba mi cabeza con sus manos enguantadas y, quién lo diría, acariciaba mi cabeza como si yo fuese un perro. Mi mirada bajó por efecto de la presión y su enorme verga, ahora un poco menos dura, colgaba frente a mis ojos. Era grande; aún en ese estado: debo haber pasado la lengua por mis labios.

-Date gusto puto. Se que eso es lo único que quieres. Mi verga es tu Dios; sirve a tu Dios con tu hocico pendejo; y más te vale hacerlo bien.

Me incliné hacia adelante. Los caimanes no habían dejado de torturar un segundo mis pezones; pero fue hasta que los sentí colgarse al inclinarme que me volví a ser consciente de nuevo. La cabeza de su pene era redonda; casi como unas nalgas pequeñas.

Había logrado meter un dildo a la casa y lo tenía bien oculto en el cuarto. Había visto algo de pornografía mientras me jalaba la verga en mi cuarto; había imitado lo que veía en ellos con la improvisada goma; pero nunca había tenido la oportunidad de sentir otra verga que la mía, y mucho menos mamarla. Abrí bien la boca; como pude metí el glande y el inicio de la verga en mi boca y traté de tragarlos; fui torpe; aún no era momento ni tenía la habilidad para eso. Comencé luego a acariciar con mis labios y lengua el largo de la verga y creo que pareció funcionar mejor; el miembro comenzó a recuperar su tensión. Una bofetada me hizo por fin caer hacia un lado. Un pañuelo vendó mis ojos y de nuevo, mi cabeza fue asida y fui obligado a arrodillarme para volver a mi posición. Pude escuchar unos segundos como se agitaba una mano contra la carne que yo deseaba.

-Es la única vez que voy a ahorrarte trabajo. Ahora abre bien el hocico; cubre tus dientes y aguanta las arcadas si es que vienen. Si llego a sentir dientes, te los tiro a puñetazos. ¿Está claro?

Debo admitir que fue gentil. Me metió la verga solo hasta donde comenzaba el paladar blando. Pude acomodar mis labios y poco a poco comencé a adquirir un ritmo que, por lo que podía escuchar de su reacción, parecía adecuado. Poco a poco su mano me fue empujando más y más profundo. Las primeros toques de mi campanilla iniciaron la reacción: algo agitó uno de los caimanes y emití un gemido; continué con mi trabajo y parece que eso me ayudó un poco. La verga llegó finalmente al fondo de mi garganta y se abrió paso empujando hacia el espacio faringeo: en ese momento el agitar se detuvo y comencé sentir como me empujaba suavemente mientras decía – La nariz; respira por la nariz. Continúa inhalando y exhalando, solo por la nariz.

El almizcle de su entrepierna y bolas me invadía las fosas nasales. En algún momento rostro topó contra su vientre y sus bolas contra mi barbilla; me mantuvo allí. -Respira. Concéntrate y respira.

Golpeaba los caimanes suavemente con su otra mano: el dolor venía por oleadas, y yo estaba atrapado. Respiraba. Tiró de uno de ellos, solo un poco. El dolor seguía, pero aunque al principio intentaba zafarme por instinto, terminé por centrar mi mente en mi obligación. La presión cedió y mi cabeza fue empujada hacia atrás, solo para volver a ser ensartada hasta el fondo de nuevo. Esto se repitió varias veces hasta que recuperamos el ritmo anterior. El castigo al que mis tetillas eran sometidas era brutal; y agradecí los instantes que el Hombre se tomó para prevenirme. Estuvimos así un rato hasta que de pronto las muelas de los caimanes se abrieron.

Y yo que pensé que dolían antes. Volví a caer y me retorcí en el suelo durante un par de minutos. Supongo que el Hombre disfrutó la escena antes de volverme a colocar en mi sitio.

-Muy bien putito. Te convertirás en una puta mamavergas decente. Te has ganado tu premio. Ahora sí disfruta de mi miembro como quieras, solo cuidado con los dientes.

¿En serio tenía todavía ánimos de esto? Mi cuerpo en automático respondió de inmediato. Sin la tortura continua de las pinzas (aunque los pezones me seguían ardiendo) me puede mover con mayor libertad. Pude disfrutar del sabor salino; del olor a macho; de la carne dura y suave al mismo tiempo. Mi lengua recorrió los costados y podía sentir las venas: podía sentir la carne palpitar. Me tragué la verga entera y me obligué a quedarme con ella todo lo que podía. Rayos, esto era un deleite.

-Te lo estás pasando de miedo puto. Voy a quitar la venda y quiero que mires hacia mi rostro. Los putos siempre deben mirar el rostro de su Dueño cuando le están mamando la verga.

La luz no era muy intensa, pero me tomó unos momentos poder enfocar correctamente. Me detuve un momento cuando me percaté: muy hijo de puta me estaba grabando con su móvil. La agilidad de sus dedos prensando mi tetilla adolorida me hizo reaccionar. – No te he dicho que pares puta. Sigue, lo estabas haciendo bien.

Ok, un video: sabía que eso era peligroso pero… Recordé luego las esposas; mi tamaño; su fuerza: Ni siquiera cuando intenté huir pensé que tendría alguna posibilidad contra este tipo.

Ya estaba mamando de nuevo; y su mirada cálida, pero dura a la vez me tenían atrapado, por no mencionar mi cerebro; drogado con endorfinas y esencia de macho. Volví a tragar su carne y experimentar ese placer. Podía sentir mi propia verga palpitando y golpeando mi vientre: podía sentir como escurría. “Un vidéo probando que soy un puto. Si no es ahora, se iba a saber después. Mi padre me va a matar; los mataputos me van a matar: lo harán en cualquier momento: pero este momento en particular era mio. Había pasado los últimos años temblando de miedo por ser una puta: pero si esto era ser una puta entonces...qué bueno ser la puta de este Hombre.

El celular desapareció y pude mirar unos instantes su rostro; pero empuñó de nuevo mi pelo y mientras se ponía de pie, me obligó a hacerlo también. Avanzamos hasta una mesa de lámina y una vez allí; me empujó obligándome a doblarme sobre ella, quedando solo mis pies en el piso. – Abre bien esas patas puta; y afloja ese culo si sabes como hacerlo- me advirtió.

Sentí un dedo explorando mi raja hasta que tocó mi agujero. Momentos después pude sentir la tibia punta de su verga. Llevaba ya tiempo jugando con el dildo en mi recámara; pero nada podía haberme preparado para lo que sucedió. Apenas acomodó la cabeza frente a mi agujero, me dejó ir la totalidad de su tranca de un solo empujón, sin más lubricación que la saliva que había dejado durante mi servicio. Esta vez pude gritar y Él no me lo impidió; pero una de sus manos se apoyó sobre mi espalda y me imposibilitó moverme. Comenzó a bombear salvajemente mi agujero con su verga y sentí que me estaba destrozando por dentro. El ataque no duro mucho tiempo y pronto comencé a sentir como su verga comenzaba a palpitar antes de soltar su leche dentro de mí. Cuando la sacó, pude sentir como entraba el aire a mis tripas durante unos momentos.

-Así se coje a una puta. Otra cosa son mariconadas. – Soltó mientras abría mis esposas. El agujero me ardía lo indecible y caí de rodillas mientras me sujetaba las nalgas como si eso me produjera algún alivio. Un trapo me golpeó la cabeza. – Te está sangrando el coño puta; límpiate, te vistes y te largas. Y mejor que sea pronto porque ya va a es tarde y no vas a querer caminar por estos callejones a oscuras.

Todavía había luz cuando salí tambaleando del lugar. Me preocupó un poco perderme en esa zona de bodegas, pero afortunadamente recordaba el lado por el que habíamos llegado, y una vez andando noté que solo había un camino lógico hacia la avenida por donde entramos. Era un lugar solitario y lleno de polvo, con el pavimento descuidado: pero de alguna manera limpio; lo que solo enfatizaba la poca afluencia de gente que era tan estúpida como para internarse por allí. No tardé mucho tiempo en darme cuenta de que alguien me seguía; tuve miedo al principio, pero mi estado no me permitía avanzar a gran velocidad: comprendí que si alguien quisiera atacarme, lo haría en ese sitio, antes de llegar a una zona expuesta; alcanzarme sería muy sencillo. Hasta antes de llegar a la avenida, todavía llevaba el trapo metido dentro del pantalón: hice una rápida revisión para asegurarme de que no continuaba escurriendo para que en caso de manchar la tela, la marca no fuese visible. Enrollé la tela y esperaba poder botarla en el primer basurero que encontrara.

Al llegar a la esquina de mi casa volteé y pude verlo de pié en la parada de autobuses. El tono brillante de su ropa era muy reconocible. Agradecí que tuviese el detalle de vigilar mi llegada hasta la casa: aunque luego recordé que la tarifa del día ya estaba pagada.

La puerta se abrió en cuanto comencé a girar el cerrojo con mi llave. La figura de mi madre apareció en la puerta y me impidió el paso. Quería preguntar que sucedía cuando ella sujetó mi mano y puso el dildo que escondía en mi recámara.

-Tulio; eres una vergüenza para mi y para la familia. – Soltó con voz autoritaria y fría. – Nos tuvimos que enterar de la clase de...depravado que eres justo ahora. ¡Y ve nada más qué aspecto tienes! – Tomó un par de segundos antes de soltar. – Busca un sitio donde quedarte, porque ni tu padre ni yo estamos dispuestos dejar que alguien...así viva bajo nuestro techo. Olvida nuestra puerta, nuestro número y que tienes padres. Espetó antes de azotar la puerta en mis narices.

Me quedé en shock, parado como un idiota frente a la puerta. No entendía que estaba sucediendo. De pronto se volvió a abrir: una bolsa con ropa salió volando y por poco me derriba. Ahora se trataba de mi padre, quien tenía su cartera en la mano estaba extrayendo algunos billetes. Miró un momento el dildo que sostenía en mi mano y pude ver que sus puños se tensaban. -Para que no andes llorando que te echamos sin nada. Ahora lárgate marica, y no vuelvas. – Soltó antes de azotar la puerta también.

Bueno. Me quedaba claro lo que había pasado; pero no tenía forma de saber qué sabían, como se habían enterado y quién les habría informado. El cielo se fue obscureciendo y una nube de pensamientos me llenó la cabeza: de pronto caí en cuenta que acababa de ser lanzado de casa y ahora no tendría un techo. Tampoco tenía un trabajo y debido a mi condición, había limitado mis interacciones sociales, por lo que no contaba con algún amigo de confianza para pedir posada por esa noche: y aún si lo tuviese, estoy seguro que los padres habrían llamado a los míos y no tardaría en ser lanzado de esa casa también. No llevaba suéter y pese al calor del día, el aire presagiaba una de esas cortas lloviznas de principios de verano. No sabía que hacer...no sabía…

-Eh pendejo. Reacciona.

Volteé y vi a mi guardaespaldas y reciente agresor recogiendo la bolsa de ropa. Me acerqué a él y estuve a punto de lanzarme a abrazarlo y dejar escapar el llanto; pero supongo que lo intuyó y me detuvo en seco con la mano. Me entregó la bolsa y de nuevo me abrazó como solía hacerlo al acompañarme en el camino a la escuela; no sin antes tomar los billetes que mi padre había colocado en el bolsillo de mi camisa y embolsárselos.

-Anda, que se hace tarde. – Soltó antes de empujarme para que comenzara a caminar, ya que yo todavía tenía la esperanza de la puerta se volviera a abrir y pudiera preguntar...explicar…

No estoy seguro de cuanto tiempo caminamos; pero la noche había caído hacia bastante tiempo y habíamos ascendido por una de las colinas de la carretera que salía de la ciudad. Llegamos a lo que en un principio pensé que se trataría de una bodega o un garaje. Estaba pintado de ocre y aparte de la puerta metálica solo podían apenas verse algunos tragaluces altos: sin rastros de ventanas o algo parecido. Suspiré: toqué la mano que aún me sostenía el brazo y solo acerté a decir – Gracias.

El tipo me soltó un par de nalgadas fuertes. En algún momento durante el camino, consiguió meter el dildo en mi pantalón, ensartarlo y atarlo con mi slip para evitar que se saliera. Mi castigado agujero todavía había tenido que soportar esa invasión así como el roce continuo tras lo que debieron ser más de una o dos horas de camino; por lo que más que dolor, pude sentir los golpes en el interior de mis entrañas.

-Por cierto puto. Feliz cumpleaños. – Soltó el tipo mientras abría la puerta.

La orden del cambio 1 - El guardaespaldas.

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