Escuchando: How Deep Is Your Love - Bee Gees -1977
Conchita y Xumina se apresuraron a atender al amo Roberto. Don Andrés se había quedado dormido y roncaba. Conchita se puso de rodillas junto a la pared y su amo la empotró por la boca. Mientras, Xumina se esforzaba por satisfacer la retaguardia, lamiendo al cabrón desde el ojete hasta los cojones por detrás. Algo falló en la mamada de Conchita, porque su amo empezó a chillar y a golpearla salvajemente. -”la va a matar!!” susurré al oído a mi patrón. Éste me tranquilizó: -”es el mismo drama cada vez que salimos, no te preocupes… Lo más que puede llegar a hacerle es un par de moratones, y a ella eso le gusta. De todos modos, nosotros nos vamos al hotel, estoy cansado”.
Me enlazó el collar con la correa, recogió la fusta y salimos de la habitación discretamente. Al llegar al vestuario, el empleado nos facilitó jabón y toallas y nos abrió la puerta de la sala de duchas. ¡Qué placer, cuando mi amo y yo, enjabonados bajo el chorro de agua caliente, nos abrazamos tiernamente y enlazamos nuestras lenguas en un húmedo morreo!! -”Señor, me empalmo y entonces me duele mucho la polla...” -”Jaja, espera, te la suelto un momento para que puedas limpiarte bien. ¡Pero ni se te ocurra correrte, nena, te lo advierto!!”.
La llave de la jaula colgaba de la cadenita de oro (con medalla de la Virgen del Carmen) que lucía al cuello. Liberó mi pichina que, agradecida, se expandió en un decir amén. Me limpié con movimientos rápidos para evitar una mayor excitación. Pero cuando llegó la hora de volver a colocar la jaula, la cosa se complicó por el crecimiento incontenible de mi pajarito. -”Esto tiene fácil solución, Chochi!” -dijo mi jefe y, retirándose de debajo del chorro de la ducha, manipuló el grifo para obtener una buena regadera de agua helada. Todo mi cuerpo se contrajo en un espasmo de frío intenso. -”Asunto arreglado, cielo, ahora vamos a volver a encerrar ese gusanito!!”. Así fue. Todo en su sitio, nos vestimos y salimos a la calle. Era casi de día.
Llegamos en taxi al hotel. Don Carlos pidió en la habitación el desayuno, con tostadas, un descafeinado para él y un tazón de leche templadita “para la nena”. Mientras desayunábamos, la conversación se hizo distendida, fácil, llena de pequeñas confidencias y buen humor. Me atreví a preguntarle por la cuestión que me reconcomía desde unas horas antes.
-”Amo, ¿tu me aprecias?. ¿Sientes algo por mi?”. Don Carlos se tomó un minuto para contestar. Se pasó la mano por la frente , como concentrándose en la respuesta.
-”Antes que nada, nena, gracias por llamarme amo. Es la primera vez que lo haces y eso revela que has asumido tu pertenencia, tu lugar en esta relación. En segundo lugar, claro que siento un gran cariño por ti. Desde que nos conocimos en aquella app de ligues, no has dejado de asombrarme y seducirme. Podría tener otra marica mucho más guapa y espabilada que tu, pero no tendría tu fidelidad, tu discreción, tu entrega… Siento una gran ternura por ti”.
-”Entonces, amo, ¿por qué disfrutas cuando me puteas?. Yo podría ser tu chica sumisa y complaciente y tu mi macho alfa, sin necesidad de jaulas, azotes o duchas frías, pero he visto tu cara de excitación cuando esas cosas suceden, especialmente cuando Don Andrés me ha violado”.
-”Esas cosas me excitan porque demuestran que te sometes, que te sacrificas por mi. Tengo asuntos que arreglar con D.Andrés, y cuando he visto como te empalaba, le hubiera dado un par de hostias. Pero he sentido tu sufrimiento y me he corrido de gusto, te he querido mucho más entonces. Lo mismo pasa cuando aceptas la jaula, los azotes o las humillaciones, todo eso me confirma que eres mia. Y me pone muy burro”.
-”Y tienes razón: Soy completamente tuya”.
-”Pues entonces vamos a celebrarlo, zorra, y no perdamos más el tiempo!!”.
Me desnuda por completo y me ordena que le desnude, empezando por el calzado. De rodillas ante mi dueño, retiro con cuidado los mocasines negros, el pantalón, los boxers. Aprovecho para besar sus benditos pies, sus benditos cojones y su bendito rabo. Luego me ayuda a levantarme para quitarle la camisa. Toda su ropa está impregnada de sudor y huele a hombre. A mi macho.
Hasta ahora no he descrito a mi macho. Mi tornillo. Solo hablé de sus genitales, pero un hombre es mucho más que sus genitales. Tiene alrededor de 50 años, pelo negro con canas, piel morena, curtida como de trabajar en el campo, barba negra rizada, mide en torno al metro ochenta. Sin tener un cuerpo atlético, ni siquiera definido, exhala fuerza por los cuatro costados. Torso peludo, ancho de hombros. Brazos poderosos, piernas de ciclista. Pies de la talla 45, con dedos largos y uñas recortadas, siempre muy limpias.
Me agarra la cara con sus manos de titán, me besa apasionadamente y me arroja a la cama. Su hembra, su zorra, su puerca y su tuerca, está dispuesta a complacerle...
(7) Sábado. Mañanitas.
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