Escuchando: Sábado por la tarde - Claudio Baglioni - 1975
Cuando desperté, el dinosaurio ya no estaba… quiero decir, mi amo no estaba en la habitación. Me incorporé en la cama pero no pude levantarme, mi mano izquierda estaba sujeta con un grillete a una cadena que, a su vez, se agarraba a una pata de la cama. El sol entraba con fuerza por la ventana cerrada y el aire acondicionado estaba apagado, hacía mucho calor. La habitación olía a sudor y a sexo.
Mi amo había tenido el detalle de pedir unos sandwiches al servicio de habitaciones y ahora los tenía a mi alcance, descansando sobre una bandeja junto con una cerveza y una nota escrita a mano. “No tardaré mucho, Xoxo, descansa y come algo para recuperar fuerzas. Esta noche las vas a necesitar. Un besito, Tu Macho Carcelero.”
Observé que el ordenador portátil ya no estaba en su sitio. Debía entonces haberse ausentado por algún asunto de trabajo. Mordí con ansiedad un sandwich. Estaba bueno. Pero la cerveza estaba caliente. Joder, qué calor hacía!. Y me habían entrado ganas de mear.
Afortunadamente, el mando a distancia de la tele reposaba sobre la mesilla de noche. Por lo menos, podría entretenerme. Encendí el aparato; un indicador señalaba la hora, las 17:25. Estuve un rato mirando canales, decidí quedarme en el que daba noticias 24 horas.
-”Una importante redada ha tenido lugar esta mañana en Madrid, en un club privado de sexo duro. En una operación conjunta de la Policía Nacional y la Guardia Civil, han sido detenidas varias personalidades de las finanzas y altos cargos de la Administración que, al parecer, dirigían una organización criminal dedicada al tráfico de drogas, blanqueo de capitales...” En la pantalla aparecía la imagen de D.Roberto -con el subtítulo “Roberto Gonzalín, presidente de la Banca Gonzalín”. Y luego la efigie de D.Andrés, “Andrés Galindo, Subsecretario de Asuntos Difusos”. “Según fuentes de la Fiscalía Anticorrupción, la operación sigue ejecutándose en varias provincias y bla, bla, bla...”
Me quedé petrificado. ¿Era una casualidad o habíamos tenido algo que ver con aquello? Decidí no pensar mucho. Pero estaba solo, aburrido y preocupado. ¿Y si D.Carlos había sido también detenido?. Probablemente había dejado puesto en la puerta el cartel de “No molestar”. Y no quería armar un escándalo que perjudicase a mi señor. Por otra parte, me estaba meando.
Intenté tirar de la cadena con todas mis fuerzas, pero estaba sólidamente amarrada a la pata de la cama. Y al inclinarme hacia ese lado para comprobarlo, descubrí en el suelo una bolsa de plástico con otra nota. “Esto es por si tienes ganas de hacer pipí”. Era un pañal para adultos. Amo prevenido vale por dos. Así que me lo puse y di rienda suelta a la vejiga. Muy bien, porque el pañal absorbió todo sin que las sábanas se mojaran. Pero muy mal, porque ahora todo mi bajo vientre era un pantano de aguas cenagosas. El calor sofocante, la cadena, la humedad en mis partes, la jaula, la cerveza caliente… Era todo un conjunto de circunstancias irritantes que mi amo había preparado minuciosamente para hacerme sufrir. Miré el reloj de la tele: las 19:37. Habían pasado más de dos horas!. Mi alarma crecía al mismo tiempo que el picor de mis huevos.
Eran ya cerca de las ocho y media cuando escuché el zumbido de la puerta al abrirse.
-”¿Cómo está mi princesaaa?… ¿Me has echado de menos, nena?” -me le quedé mirando con ojos llorosos, suplicantes. -”Ufff, qué mal huele aquí, y qué calor hace, no?”. Dejó en la mesa el portátil, abrió de par en par la ventana y liberó mi mano de su grillete con una llave. “Vaya, parece que la nena se ha hecho pis en la cama, eeeh?… Vamos a limpiarnos bien, Chocho!! Por dentro y por fuera!!”.
Me agarró por el collar que todavía llevaba puesto y nos metimos en el baño. Allí me ordenó que me quitara el pañal, lo arrojara en un saco higiénico y me metiera en la bañera. Abrió la ducha a máxima presión y me apuntó con el telefonillo mientras yo me enjabonaba, primero con agua muy caliente, después fría. Entonces sacó de su neceser un objeto de plástico negro, largo, como un dildo pero más delgado, lo conectó a rosca con la manguera de la ducha y me lo metió por el ojete, bastante profundo. -”Esto lo vas a hacer tu solita, te quiero limpia del coño, pero me dan mucho asco estas cosas de caca”. Y salió del cuarto de baño, cerrando la puerta.
Cuando hube terminado mi aseo íntimo, me presenté de rodillas ante mi señor, que descansaba en el butacón. Se había cambiado de ropa y ahora llevaba unos vaqueros clásicos, botas de estilo militar y un polo negro de marca. Tras la necesaria adoración ritual y lamida de botas, me señaló con un simple gesto de la mano la ropa que debía ponerme para salir a cenar. -”Esta noche vas a ir disfrazada de chico… Todos sabrán que eres mi hembra, descuida”.
(8) Sábado. Pomeriggio.
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