Felpudo

Llamo a su puerta. Ni un segundo antes ni un segundo después de la hora acordada.

Debajo de mi ropa de calle llevo el arnés de cuerpo entero y unas medias de rejilla tal y como me ordenó.

Abre la puerta en pelotas, me mira de arriba a abajo. "¿Qué haces vestido?".

Me quedo mirándole con cara de "estoy en el rellano" pero claramente eso ya lo sabe, así que procedo y dejo la ropa en la escalera.

"De rodillas".

Me restriega la polla por la cara y me la embute en la boca. Me deja hacer, aunque a veces me embiste sin demasiada compasión.

De repente se abre la puerta de uno de los vecinos. "HIJO DE PUTA, ¿PERO OTRA VEZ IGUAL? ¿CUÁNTAS VECES VOY A TENER QUE DENUNCIARTE PARA QUE PARES?".

Me quedo petrificado. No sé qué hacer ni dónde meterme y el vecino sigue gritándole. Totalmente ajeno al vecino, me empuja la cabeza. "Nadie te ha dicho que pares, puta".

Continúo trabajando y yo también ignoro al vecino mientras va desapareciendo por las escaleras sin parar de insultarnos. No es mi edificio, ni tan siquiera estoy cerca de mi barrio y, además, estaba de espaldas al vecino así que con un poco de suerte no me ha visto bien y no me puede identificar. Todo ventajas.

No pasa mucho tiempo hasta que me agarra la cabeza con las dos manos, me saca la polla de la boca y empieza a restregármela otra vez por la cara mientras se corre a chorros como si fuera la primera vez en semanas.

Cuando termina me suelta, me da dos palmaditas en la cabeza, se mete en casa y cierra la puerta.

Y ahí quedo: de rodillas, en mi arnés y medias, lefado sobre el felpudo, usado como un felpudo y deseando volver a ser su felpudo.