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SINDROME POSTVACACIONAL

Escrito por: sumisobilbao35

SINDROME POSTVACACIONAL

Aitor había estado varias semanas de vacaciones y cuando esa mañana regresaba le daba mucha pereza. No tenía ninguna gana de volver a la oficina, pero bueno había que volver. En su departamento no eran muchos y encima le habían llevado a un despacho que iba a compartir con un nuevo compañero. Aunque se lo vendieron como un ascenso, estar con alguien nuevo, justo nada más volver de vacaciones. Todavía le fastidiaba más pero bueno, no iba a ponerse dramático.

Entró en el nuevo despacho y ahí estaba su nueva mesa y frente a él la mesa de su nuevo compañero. Por lo que vió, al otro lado de la puerta además estaba el despacho del gran jefe. Con lo que la cosa se complicaba, pero bueno, a fin de mes, tendría su satisfacción. Al de unos minutos apareció su compañero, Juan, ahora entendía por lo que sus compañeros le habían llamado “el gran Juan”. Era…. enorme. Aitor medía uno ochenta, pero es que Juan mediría mínimo 1,90 y le sacaba como dos cuerpos a Aitor.

No mucho pelo, pero negro y una barba muy cerrada negra. Un auténtico oso. El compañero iba vestido con una americana sobre una camisa abierta un botón más de lo habitual y unos jeans que marcaban un buen paquete. Le dio la mano. Juan estrechó la de Aitor con mucha fuerza, cosa que sorprendió a este.

Una ventaja de su nueva ubicación era que tenían un baño amplio y privado con varios urinarios, lavabos y cabinas. Trabajar con Juan era agradable. Era un tío que se mostraba siempre afable y de buen rollo, pero si era algo mandón. Gente tan Dominante solo le excitaba en un ámbito, y ese no era el laboral.

Daba la circunstancia que su Jefe estaba de vacaciones y no estaba esos días. El viernes tras volver de las vacaciones fue al baño. Estaba orinando en uno de los urinarios cuando entró Juan. Aitor estaba en uno de los de en medio y Juan se puso a su lado. No tendría otro para ponerse, pensó Aitor. No lo pensaba porque le molestase sino porque no quería excitarse con el otro al lado. Vio como Juan se la sacaba y vio que el tamaño iba en consonancia con su enormidad.

No pudo evitar mirarle la polla, craso error. Juan se dio cuenta, pero no reaccionó como Aitor esperaba llamándole la atención, sino que terminó de orinar y se la guardó y fue a los lavabos a lavarse las manos. Estaban más hacia el fondo del baño. Cuando volvía y pasó detrás suyo Juan empujó la cabeza de Aitor contra la pared con brusquedad y violencia. Aitor no lo esperaba ya que Juan todo lo que tenía de grande lo tenía de afable. Pero Aitor había descubierto su lado oculto.

¿Te he dado permiso para mirarme la polla o a los ojos? --- preguntó de forma glacial Juan.

Aitor se dio cuenta que, aunque de forma disimulada había mirado la polla de Juan y luego había levantado la mirada a los ojos de Juan para que no se diera cuenta que le había estado mirando el pene.

Me parece que te gustan mucho las pollas, entre ellas la mía. --- dijo Juan.

Luego, tras cogerle del pelo le llevó a la puerta de entrada a los baños para que la cerrase con llave. Aitor obedeció, le temblaban las manos y le costó acertar, pero la cerró. Luego le volvió a llevar al urinario. Lo movía como si de un saco de patatas se tratase. Ahora, delante del urinario le ordenó poner las manos en la pared y que no se moviera. Luego de un golpe le bajó los pantalones tras bajarle la cremallera. El botón de su cintura saltó al suelo. Había tenido la precaución de soltarle el cinturón. Ya tenía los pantalones en el suelo.

Ahora arrancó el bóxer, ahora sin miramientos y todavía con más brusquedad. Le tenía desnudo de cintura hacia abajo. Se lo quería follar. Le susurró:

¿Te gusta que te follen, que te la metan? ----- preguntó a Aitor.

Aitor asintió, estaba nervioso, pero le excitaba muchísimo la idea. Juan se cogió la polla. Ahora parecía una auténtica serpiente. La apoyó en la entrada de Aitor. Tenía que tener mucha paciencia porque era la primera vez que se follaba a Aitor. Vio que tenía problemas en penetrarle. Entonces pensó una idea alternativa. Lo llevó a uno de los lavabos y le hizo agarrarse al grifo. En los lavabos había pastillas de jabón. Cogió una y le dio en el ano haciendo que ganase lubricación. Entonces intento sodomizarlo.

Apretó lento, pero con fuerza. Logró meter la punta del capullo, pero se quedó quieto. Entonces empujó un poco más y entró todo el glande. Luego ya sin miramientos empujó del todo y la metió toda.

Cabrónnnnnnnn, que dolorrrrr. Dijo Aitor.

Juan le dio un buen azote con su manaza antes de empezar a follarle. Lo hacía con lentitud, muy lento cada vez la polla se deslizaba más y más. Entonces le cogía de las caderas y lo follaba ya a saco cuando sintió que se iba a correr y tras sacarla lo hizo sobre las nalgas de Aitor. Luego se limpiaron y vistieron antes de salir a sus mesas.

Allí podían hablar sin problema ya que había bastante intimidad.

¿Creo que te he sorprendido, no Aitor?, que sepas que soy Dominante y me gusta usar y follarme a putos como tú. Dijo Juan.

Simplemente me has sorprendido, perdona por haber mirado tu polla. A mí me gusta que me follen y soy bastante obediente con gente discreta y con el carácter adecuado. --- respondió Aitor.

Entonces nos llevaremos bien, así que de momento arrodíllate y lame mis zapatos y luego descálzame y la me mis pies. ---- ordenó Juan pensando que el chico se achantaría, pero se equivocaba.

Aitor se arrodilló. Los zapatos los puso Juan apoyados en el suelo y Aitor sacó la lengua lamiendo cada mm de piel hasta dejarlos brillantes. Primero uno y luego el otro. Soltó los cordones y sacó los zapatos. Ahora los tenía ahí delante, fue lamiendo dedos, entre los dedos, los empeines, la parte de abajo. Todo, no dejó un mm sin adorar.

Ahora Juan le cogió del pelo y sacándose la polla de nuevo, ahora fláccida, se la metió en la boca. Aitor sabía lo que debía hacer. Empezó a lamer como si de un polo se tratase. Era muy difícil metérsela entera en la boca, pero lo logró. Pero la polla fue creciendo y entonces ya no podía prácticamente cerrarla. Estaba tan grande y dura que ya no la admitía la boca. Ahora cogió al sumiso y lo levantó en el aire y lo tumbó sobre la mesa. El pecho sobre la mesa. Elevó el pecho y abrió la camisa de Aitor colocó una pinza abatible en cada pezón. Al volver a poner el torso contra la mesa, el dolor se acentuó.

Le bajó los pantalones porque ya bóxer no tenía que se había roto. Le dijo que tendría que estar delante de él sin ropa interior o en suspensorio. Le quitó los pantalones y le ató con ellos una de las piernas a una de las patas de la mesa y con el cinturón de Aitor la otra a la otra pata.

Ahí le tenía a su merced. Se sacó el cinturón y comenzó a azotarle. Aitor no necesitó instrucciones, sino que se punto a contar y a agradecer los azotes. Cuando llegó a veinte se detuvo en la azotaina. Se arrodilló y apretó las nalgas del sumiso causando más dolor y calvario, pero excitando más a Aitor. Luego con la lengua jugó con el agujerito trasero de Aitor. Se lo fue comiendo y Aitor comenzaba a ronronear, gemir y jadear y a ponerse como una moto. Juan sacó de su cazadora un pequeño bote de lubricante y quitando el tapón lo introdujo en el ano de Aitor y vertió una buena cantidad usando otra parte para lubricar su polla.

Aitor se agarraba a la mesa como si de dos garras se tratasen sus manos. Entonces Juan acercó su polla al ano de Aitor y solo apoyó el miembro. Cuando sintió que estaba bien apoyado cogió al chico con las dos manos en las caderas y empujó de una sola vez y la polla entró como un disparo hasta que estuvo toda dentro. Entonces se puso a moverse dentro y fuera, primero lento y cada vez más rápido. Parecía que tenía un metrónomo por como controlaba los tiempos. Con la mano acariciaba los huevos de Aitor y la polla empezando a masturbarla. Fue ajustando sus embestidas a la velocidad con la que pajeaba al sumiso.

Supo que estaba cerca de eyacular cuando aceleró la paja y casi simultáneamente eyaculó a la vez que lograba que Aitor se corriera. Luego se volvieron a limpiar. Juan liberó por completo a Aitor y se vistieron y adecentaron quedando como Amo y sumiso. Cada vez que estaban en la oficina, sin que nadie lo supiera seguían esas coordenadas.

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