Vecinos.3

Volvió a pasar más de un mes sin vernos. Incluso llegué a pensar que se había cambiado de domicilio. Nos encontramos en la cafetería del barrio y fue él quien volvió a acercarse a mi. Me explicó que había habido un acercamiento con su esposa pero que el encuentro había vuelto a fracasar. Sobre todo por su “intensidad” en el plano sexual.

Esa mínima conversación que tenemos ya me excita y vuelvo a darle vueltas a las anteriores experiencias con Dimas. No puedo perder la oportunidad y le “invito” a tomar algo en mi apartamento. Acepta, parece que está decidido y, cuando entramos en mi piso, deja claras sus intenciones:

- ¿Vas a hacer lo que yo quiera?

Le contesto rápido que sí, y me dice que prepare condones y una peli porno. Que le prepare un gin tonic pero que deje la botella cerca. Que me desnude pero que si tengo un suspensorio para ocultar mi “pollita”, me lo ponga.

Preparo todo y dejo los preservativos cerca. Me arrodillo y empiezo a descalzarlo. Él , atento al video, se va colocando el paquete que ya ha empezado a crecer. En silencio, empiezo a lamer sus pies y noto que le gusta.

- Mira que hay en esa bolsa- yo no me había percatado de la pequeña bolsa que había traído consigo.

La abro y veo que hay lencería roja, como la se suele poner la gente para Fin de Año.

- ¡Póntela!, me dice sonriendo.

Osea, que me estaba esperando y preparado en la cafetería.

Yo nunca me he travestido y me da un poco de vergüenza, pero lo hago. Parece que son de una talla parecida a la mía: bragas y sujetador, con encajes. Naturalmente, el sujetador, vacío.

- ¡Vuelve a lamer!- me ordena.

También ha traído un fular largo de seda con el que me anuda las manos atrás de mi cuerpo. Fuerte. No puedo intentar desatarme. Entonces va hacia la puerta de mi apartamento y la abre: mi sorpresa aumenta cuando veo que entra alguien. Con pasamontañas. No lo reconozco aunque veo perfectamente su cuerpo con un chándal negro. Estoy aturdido. Ellos sonríen pero también están nerviosos.

Dimas se ha quitado el pantalón y el slip, se ha vuelto a sentar y coge mi cabeza y la dirige a sus huevos para que los lama. Esa actitud prepotente me pone a mil y lamo babeándolo todo y excitándome más. Su polla también se pone dura.

En un momento, me doy cuenta que el “invitado” del chándal negro está grabándonos con su móvil.

- ¿Tú ves como le gusta? Y, el cabrón lo hace bien: me voy a correr en seguida…..

Efectivamente, agarrándome con fuerza la cabeza , me folla la boca hasta correrse en pocos minutos. No me da opción y trago toda su leche.

Cruzan algunas palabras entre ellos. No los acabo de oir pero veo que se cambian las tornas. Ahora es el “invitado” quien se sienta y se baja el chándal. Ya está empalmado. Empieza a follarme la boca con más fuerza si cabe mientras Dimas es ahora quien graba.

También Dimas lo anima a que me insulte y me palmee las nalgas, cada vez con más fuerza. Con todo eso, también este segundo se corre, pero en mi cara, sacándola rápido y a tiempo. Dimas me saca foto también con la cara manchada.

Y es ahora cuando, relajados y sonrientes, el “nuevo” se saca el pasamontañas y, efectivamente, lo conozco, es Ramón, un policía municipal que vive en la finca de enfrente.

Se visten los dos rápido y, antes de salir, Dimas me enseña el móvil, como amenaza: “”Ya sabes lo que hay!”.