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4. Noche de lujuria

Escrito por: amomadrid8

Jueves 18 de septiembre. 0,50 horas.

Jorge sintió un chorro de semen mojarle desde dentro del pantalón; se había corrido. A la vez una sensación de vergüenza le dio una dolorosa punzada, pero la descartó de inmediato. No se quería arrepentir. Se quitó zapatos, pantalones y calzoncillos y los dejó por cualquier lado; se aseó los genitales en el baño, dotado de un espectacular bidet, y se puso ropa interior limpia.

Bien mirado la situación era envidiable: un chico de ensueño era su esclavo, no solo su esclavo sexual, sino su esclavo absoluto, (aunque claro, realmente es el sexo y no otra cosa lo que le importaba a Jorge en ese momento), tenía una cama y toda la noche para divertirse, o mejor sería decir para gozar. La vida se lo debía. El asunto de la herencia posiblemente era un fraude, de acuerdo, pero ese chico estaba ahí, ahí, y era suyo durante una noche. Todo perfecto.

En ese momento lo asaltó una duda horrible… ¿y si el chico y los demás estaban conchabados? Ay, cuanto más lo pensaba mejor encajaban las cosas. Sería muy fácil fingir para Álex, después de todo ¿qué había hecho con él? Incluso al principio podía ser todo verdad pero tal vez cuando se marchó con los dos gorilas y se separaron mediante promesas o con amenazas le dijeran lo que tenía que hacer para llevar el engaño adelante. Mucho amo, mucho fingir apuro, mucho soma pero ¿y si era todo una engañifa? ¿Y si no hubo pinchazos de drogas ni nada de nada? Tal vez tiene todo relación, de algún modo quieren que se quede en el país para liarlo, para robarle… ¿pero robarle qué? ¿tantas personas, tantos gastos para un engaño de unos miles de euros? ¿una conspiración gigante al estilo “El show de Truman” para eso? Hasta se le ocurrió que por alguna razón querían tenerlo de rehén o de cebo en algún ardid diplomático en el que la pieza de caza no era él, sino Miguel Ángel, su amigo el cónsul. Todo esto pasó en un instante por su cabeza gracias a que el calentón que llevaba desde por la mañana se había rebajado con la corrida… sí… y qué corrida: una de las más intensas de su vida, eso ya no se lo quitaba nadie. Solo recordarlo le devolvía las ganas de follar. Follar… claro, esa podía ser la prueba; una cosa es dejarse sobar un poco, y otra dar servicios sexuales de primera clase. Y eso es lo que iba a comprobar, faltaría más.

Recuperó el control de sí mismo, se sentía bien. Veía a unos metros la espalda triangular de Álex y su culo perfecto. Si entrecerraba los ojos podía casi suponer que estaba desnudo, y si realmente las cosas eran ciertas pronto lo iba a ver así con los ojos bien abiertos. Después de pensar un poco decidió que quería estar cómodo, y eso significaba ponerse el pijama. Se quitó toda la ropa, incluyendo el calzoncillo limpio que se acababa de poner, y se embutió en las dos piezas del pijama, que era bastante ceñido y por supuesto de manga corta. Así pertrechado deshizo en embozo y se metió en la cama, pero no tumbado sino sentado, con las piernas dentro de las sábanas y la espalda apoyada en el mullido cabecero. Entonces dijo casi gritando:

—¡Esclavo, ven aquí!

Álex pareció salir de su letargo y de una carrera llegó al pie de la cama, frente a Jorge, que casi se asustó de su ligereza.

—Sí Amo, ordena y obedezco.

Junto a la cama había un mando que parecía accionar los canales de algún tipo de “hilo musical”; y efectivamente lo era. Tras manipularlo brevemente Jorge dejó de fondo una música rítmica que bien podría ser brasileña, bastante rápida y marcada.

—Dime, qué sientes, esclavo, dímelo con sinceridad y sin subterfugios.

Álex cambió de cara para decir:

—Asco y vergüenza… Amo.

—Baila sensualmente para mí.

—No… sí, mi Amo.

Una lucha interior torturaba a Álex, que muy a su pesar empezó a contonearse al compás de la melodía tropical, primero con torpeza, pero cada vez con mayor entrega; agitaba los brazos, marcando los bíceps, se cimbreaba y se sacudía en gestos lúbricos, se tocaba con toda sensualidad.

—Mueve más el culo, esclavo, eres una mierda.

—Sí mi Amo, disculpa que sea una mierda, Amo.

No lo era en absoluto. A Jorge le interesaba mucho más ver el culo de Álex que su polla, y ahora lo estaba disfrutando de lo lindo. Por absurdo que parezca mientras Álex lo miraba de frente Jorge no se atrevió a tocarse con claridad, pero cuando se dio la vuelta para menear el culo se empezó a masturbar con enorme intensidad, tanta que casi se corre de nuevo. Y claro, se dio cuenta de que no podía ser tan goloso, tenía que parar un poco.

—Esclavo, sírveme un whisky con hielo y tráemelo. Vamos esclavo, de inmediato.

—Sí, Amo.

Álex se lanzó literalmente al mueble bar, que estaba bien provisto de todo, seleccionó un vaso, lo llenó primero de hielo y luego del licor ordenado, y se lo trajo a su amo con una pequeña bandeja que se diría de plata.

—¿Así, Amo?

—Sí esclavo, gracias.

Se dio cuenta demasiado tarde que a un esclavo no se le dan las gracias, pero eso no tenía ninguna importancia.

—Oh Amo, ordena y obedezco, gracias a ti por usarme.

Dio un enorme sorbo al vaso, y sintió una oleada cálida que le llenaba de fuego las entrañas. Se mareó un poco, pero era un mareo muy agradable.

—Desnúdate.

Álex parecía dudar, o peor, parecía resistirse.

—Desnúdate, esclavo.

Recalcó con énfasis la última palabra, y comprobó con satisfacción que esa era la clave, nada más escucharla Álex reaccionó a la orden.

—Sí, mi Amo.

Hizo gesto de quitarse los tirantes con rapidez, pero Jorge lo impidió.

—No, esclavo idiota, desnúdate de modo sensual y provocativo, al ritmo de la música.

—Sí Amo, perdona Amo.

Ahora sí, de modo lento dejó caer primero los tirantes, luego se fue quitando la pieza completa para quedar solo con un pequeñísimo suspensorio, y por último quedó totalmente desnudo. Estuvo a punto de parar su danza creyendo cumplida la orden, pero Jorge no se lo permitió.

—Sigue bailando, esclavo de mierda, ¡pon los cinco sentidos!

—Sí Amo.

—Con más intensidad, idiota.

—Sí Amo.

—¡Quiero que te cueste más! ¡Haz posturas gimnásticas que sean dolorosas!

—Sí, Amo.

Álex se movía con desesperación. Intentaba levantarse sobre sus manos, abrirse de piernas, contorsionarse violentamente siendo siempre sensual y tener una cierta elegancia. Estaba dando todo un recital erótico mientras se retorcía, azotaba sus nalgas, caminaba con las manos, realizaba piruetas y se pellizcaba los pezones, lamía sus bíceps o creaba un puente con su cuerpo tenso boca arriba. Sudaba abundantemente y sin duda al día siguiente iba a tener más de una lesión muscular. Jorge a estas alturas se masturbaba sin ningún reparo delante de ruso, deteniéndose lo justo para no eyacular; estaba bastante seguro de que ya no se trataba de ninguna pantomima, tanta entrega no podía ser producto de ningún fingimiento. Seguiría subiendo la intensidad.

—Esclavo, sube a la cama.

Álex jadeaba como un perro y estaba cubierto de sudor; a Jorge le parecía la imagen misma del sexo en su estado de máximo esplendor físico. Se quedó a cuatro patas sobre la cama, apoyándose en los codos y las rodillas mientras recuperaba el resuello, la rubia cabeza humillada rozando la colcha. Esa no era la postura que Jorge necesitaba para el siguiente nivel.

—Así, no, esclavo, date la vuelta y pon tu culo cerca de mí.

Álex se giró ciento ochenta grados, con la cabeza hacia los pies de la cama y sus propios pies casi tocando el cabecero de la cama, flanqueando a un Jorge extasiado al que no osó rozar, para lo que mantuvo las piernas y los brazos bastante separados, de modo que las piernas de Jorge quedaban debajo de él cubiertas siempre por la colcha. El culo de Álex era magnífico, de un color dorado y sin ninguna marca ni defecto. Jorge se había dado cuenta en la exhibición previa de dos cosas que añadían hermosura al esclavo: que no tenía marcas, perforaciones ni tatuajes, y que sus genitales eran de tamaño más bien moderado sin llegar a ser infantiles; pero por ejemplo más pequeños que los suyos, que siempre los consideró de tamaño medio. En eso por suerte Jorge compartía el sentido estético de la antigüedad clásica, cuando un pene enorme era tenido por claramente feo, y se prefería la moderación en el tamaño de los atributos viriles. Los de Álex ahora colgaban frente a él, totalmente indefensos y a su alcance; agarró esos huevos redondo y duros con la mano izquierda, y la cerró hasta notar que Álex se estremecía de dolor; entonces echó el codo lentamente hacia detrás, obligando a que el esclavo le fuese aproximando poco a poco el culo. El esfínter anal era rosado, a Jorge le pareció terso y hermoso, pero le sobraba el vello que bajaba desde los genitales hasta rodearlo, si bien se trataba de un vello rubio y poco espeso.

—¡Ábrete el culo para mí, esclavo! —recalcó con toda intención para ser obedecido con rapidez.

—¡Sí, mi Amo, soy tu esclavo! —fue la respuesta que obtuvo.

Álex se tuvo que incorporar un poco para no perder el equilibrio, y llevó sus manos a los glúteos, dejando visible un pequeño orificio anal.

—¡Hazlo mejor, esclavo! —rugió un Jorge sobreexcitado.

El pobre Álex llevó sus dedos casi al esfínter y trató de separarse los carrillos del culo con todas sus fuerzas, poniendo el esfínter en tensión.

—¡Sí, mi Amo, soy tu esclavo!

Sin ningún prolegómeno Jorge clavó con un gesto brutal su índice en el culo de Álex, que dejó escapar un grito.

—¡¿Cómo te atreves, esclavo?! ¡Sufre en silencio absoluto!

—Sí, Amo, perdona Amo —dijo Álex mientras lloraba. Evidentemente era su primera penetración anal.

Jorge sacó el dedo y se lo acercó a la nariz: olía un poco a mierda pero no le importó. Preparó índice y corazón para que formasen una buena herramienta de perforación y los clavó ahora lentamente, mientras seguía sujetando los huevos del esclavo con la izquierda; lejos de permitirle que se alejara le obligaba con un tirón continuo a que se clavara él mismo los dedos más y más. Álex hipaba de dolor y humillación cuando los nudillos marcaron la penetración máxima. Pero no se iba a parar ahí.

—Mueve tu culo para follarte con mis dedos tú mismo, esclavo. Ah, y dame las gracias y recuérdame quién eres.

Álex sentía dolor y humillación a partes iguales, pero nada más escuchar la orden sintió en lo más profundo de su ser que sabía lo que tenía que hacer. Su amo le había soltado los huevos, así que podía moverse hacia delante y atrás para que los dedos se deslizaran dentro de él hasta casi salir, y luego empujar de nuevo atrás hasta sentir que los nudillos se clavan en los glúteos, produciéndose un dolor lacerante e intenso; así una y otra vez, diciendo al ritmo, como una salmodia:

—Soy tu esclavo… gracias Amo… soy tu esclavo… gracias Amo…

Jorge notó los dedos cada vez más húmedos y calientes, lo que facilitaba la penetración, así que a los pocos minutos se atrevió con los tres dedos centrales de la mano. Eso sí que dolía.

—¡Aaaaah! graciaaas Amo… soy tu ¡aah! esclavo… ¡aaaaah!

—¡Sin gritos, perro esclavo de mierda!

—¡Soy tu esclavo!... ¡gracias Amo!..

Y entonces ocurrió de nuevo: Jorge se volvió a correr sin tocarse, ya que con una mano sujetaba los huevos del esclavo y con la otra lo penetraba. Quiso pararlo pero fue imposible, había llegado muchas veces al borde y regresado, pero esta vez no pudo, era todo demasiado excitante.

—¡Para, esclavo!

—¡Sí Amo! —dijo un exhausto y herido Álex, ya sin rastro alguno de todo lo que no fuera pura obediencia.

Jorge volvió a tener la cabeza más fría. Terminó el vaso de whisky, había bebido una enorme cantidad, y contempló sus dedos. Ahí fue cuando comprendió que la humedad y calidez que sentía resbalar por sus dedos no era solo sudor y sangre, como él imaginaba: era claramente materia fecal, lo que se dice mierda. Sintió entonces repulsión y rabia aunque, ¿qué esperaba encontrar dentro del culo de un joven que llevaba muchas horas sin ir al baño? Con los dedos tan sucios no podía ni quitarse la leche, ¿cómo se iba tocar? Álex descansaba a cuatro patas. Jorge se levantó de la cama con un movimiento rápido, y Álex se movió lo imprescindible para facilitar el movimiento de su amo; volvió a la misma postura sobre codos y rodillas mientras Jorge, en pie ya, buscó la cara de Álex, gacha y a los pies de la cama. Con la mano izquierda agarró los largos cabellos del chico, haciendo que subiera su cabeza, algo que realizó sin ofrecer resistencia y con la mirada baja. Cuando los labios estuvieron a la altura que consideró adecuada metió los tres dedos embadurnados de diarrea en la boca del esclavo, quien al punto comprendió lo sucedido y que debía limpiarlos; tragó y chupó con toda devoción, tratando de limpiar la inmundicia. En un minuto los dedos estaban más o menos limpios. Jorge los sacó de la boca sin dejar de sujetar la cabeza de su esclavo con la otra mano, y tomando retroceso para impulsarse lanzó una bofetada contra su cara indefensa empleando toda la fuerza de la que fue capaz. Álex quedó conmocionado y Jorge, que no había medido el efecto en él posiblemente porque el alcohol lo había descentrado bastante, notó que la mano le latía de dolor.

—¡Perdón mi Amo! ¡Perdón! ¡Te suplico que me perdones! ¡Castígame, Amo! ¡Lo siento mi Amo! ¡Pégame Amo!

—¿Sí? Aguanta la cara en esa posición, esclavo.

Álex quedó inmóvil cuando Jorge soltó sus pelos, y ahora con la mano izquierda recibió una bofetada igualmente inmensa. Esta vez la boca le quedó sabiendo a sangre, porque se había mordido la lengua con el golpe y aparte el labio se había roto; notó que ese dolor servía en parte para castigar su falta y deseó que hubiera sido aún mayor si a su Amo eso le proporcionaba algún placer o alivio.

Jueves 18 de septiembre. 02,45 horas.

Jorge se dio una ducha completa, pero su efecto no fue el que esperaba. Estaba limpio, sí… pero también muerto de sueño. Su libido había bajado de intensidad y por primera vez desde que empezó la noche pensó en que al día siguiente tenía que verse con Kamar Abumón después del desayuno para decirle que no quería la herencia y salir pitando. Pensó también que no se había follado a Álex, pero quizá eso sería mejor hacerlo en la madrugada, tenía tanto, pero tanto sueño en ese momento… Era preciso pensar bien las cosas. A primera hora supuso que vendrían a recoger los restos de la cena y servirle el desayuno; antes de eso tenía tiempo de sobra para follarse a su esclavo, que además tendría los efectos del soma al máximo, como él mismo le había predicho. Sí, se lo follaría en unas pocas horas, le podría entonces echar un par de polvos bien buenos; pero antes aún podía gozar de Álex de otro modo, su esclavo, su humilde esclavo. Salió desnudo de la ducha y entró en el dormitorio. El ruso permanecía a cuatro patas sobre la cama, tal y como lo había dejado. La cara se le había hinchado con claridad, qué pena. Recordó con repelús el olor de sus dedos y vio un hilillo de sangre caer del labio partido del chico.

—Dúchate, esclavo. Limpia a fondo toda tu inmundicia, en especial tu boca y tu ano asqueroso. Si es preciso usa el inodoro pero vuelve limpio. Tienes diez minutos como máximo, esclavo.

Álex salió disparado, y Jorge escuchó primero el ruido de la descarga del inodoro y luego la ducha. Salió bastante recuperado del baño pues como solo empleó agua fría la hinchazón remitió un poco. Jorge lo aguardaba desnudo y empalmado en la cama, ya sin atisbo de pudor ante quien era su esclavo absoluto e irrevocable… al menos por esa noche.

—Bésame, esclavo.

Álex besó la frente de su amo, que se impacientó.

—Así no, estúpido. Bésame en la boca con toda intensidad.

—Sí Amo, gracias Amo.

Los labios de Álex eran gruesos, y además estaban hinchados, lo que añadía un placer extra a la experiencia. El chico se dejaba hacer, Jorge más que besarlo parecía que lo estaba devorando, mientras con las manos le sobaba los pezones, los genitales, le metía dedos por el culo. Álex sentía dolor con todo esto, e incluso sangraba; Jorge paró un poco cuando notó el sabor de la sangre en su boca.

—Es asqueroso. Eres asqueroso, esclavo.

—Sí Amo, perdona Amo. Castígame mi Amo.

—No, no, esclavo. Te voy a premiar. Ahora cómeme la polla, esclavo.

Álex nunca se había comido una polla, aunque la suya sí la disfrutaba Sonia a menudo, así que usó su experiencia para tratar de hacerle a su amo la mejor mamada posible. Empezó a acariciar con un dedo humedecido el glande de Jorge con suavidad, que volvía a tener una erección, pero tal vez por el alcohol, tal vez porque era la tercera de la noche, no tan consistente como las anteriores.

—No uses las manos, esclavo, no puedes tocarme la polla más que con la boca.

—Claro Amo, perdona mi Amo.

Empezó a chupar, pasando la lengua por el capullo de su Amo.

—Trágatela, esclavo, quiero que la entierres en tu garganta.

Álex ya no podía contestar pues su boca y su lengua estaban ocupados dando placer. Se le hacía difícil respirar y a la vez tener el pene de su amo en la garganta, pero vio que no era imposible. Poco a poco el pene creció, y Jorge se dejó llevar por la sensación tan agradable y suave que su esclavo le estaba proporcionando. Unos minutos después notó que se iba a correr de nuevo, ordenó a Álex que no se moviera, le clavó la polla todo lo profundo que pudo en su garganta, y eyaculó mientras gritaba:

—¡Traga, esclavo!

Nuevamente había tenido un orgasmo intensísimo. Al poco notó un agradable sopor, y la sensación de que su pene, ahora totalmente relajado, seguía alojado en la boca de su esclavo. En eso, pensó él, debe de consistir la felicidad absoluta. Todo se volvió borroso y se quedó dormido profundamente.

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