Mi primo me convirtió en su exclavo

Quiero contar la historia por la que me convertí en esclavo o por lo menos quien me educó

para serlo.

Soy de un pueblo de la provincia de Badajoz, cerca de la frontera con Andalucía. En mi pueblo

vive toda mi familia y entre ellos mi primo hermano 5 años mayor que yo, hijo de la hermana de mi padre e hijo único.

Todos los años mis tíos por noviembre mataban un cerdo y nos juntábamos toda la familia en la finca para ayudar, En esa época mi primo tendría unos 12 años y yo 7, allí nos juntábamos unos 10 chicos más o menos de edades similares que nos divertíamos jugando por el campo.

Después de comer mi primo me dijo que fuésemos a cazar palomas y después de un rato sin cazar nada el empezó a hablar de sexo, de revistas porno que tenia, de pajas, de lefa, a sacarse el rabo y a pajearse mientras andábamos hasta que se le puso dura. Para mi fue muy excitante ver por primera vez una polla dura, supongo que se me notaria en la cara por que el me invitó a hacerle una paja asique allí entre matorrales encima de una piedra a las 4 de la tarde me puse a cascársela bajo sus instrucciones.

No puedo describir como me sentí, excitación, morbo, un cosquilleo en la tripa y una erección, ser su instrumento para obtener placer me gustó y el lo notó.

Este fue el detonante que provocó que cada vez que se reunían nuestros padres el se las apañase para quedarse a solas conmigo y así ordenarme que le hiciese una paja, poco a poco a lo largo de los años conforme íbamos creciendo el se comportaba de una forma más dominante y autoritaria conmigo y yo fui aceptando el rol de sirviente y sumiso con el.

Recuerdo un domingo en el que nuestros padres se juntaron en su casa de campo a comer y como entre una rocas que hacían como una cueva me obligó a comérsela y me enseñó como abrir bien la garganta para tragarla hasta los cojones, me lloraban los ojos y casi vomito pero recuerdo como me daban los cojones en la barbilla, el olor a rabo y la satisfacción de hacerle correrse en mi boca y aún se me pone dura.

A partir de ahí cada vez que me quedaba solo con el yo ya sabia que mi obligación era ponerme de rodillas para que el me follara la garganta hasta correrse. Poco a poco empezaron las hostias, los lapos y las humillaciones hasta que sin hablar lo nunca me convertí en su juguete, su puta sumisa y su esclavo durante 10 años hasta que me vine a estudiar a Toledo.

En el próximo relato os iré contando algunas de esas experiencias que tuve con el más detalladamente.