El sabueso me dejó en la lujosa habitación pero no por eso estuve tranquilo. Deambulé de una pared a otra nervioso por la expectativa, necesitaba ver a Javi una vez más, necesitaba preguntarle por qué lo había hecho. Revisé la puerta un par de veces, ingenuo creyendo que quizás Román la había dejado abierta, pero no fue así.
Quizás subestime la influencia que podría tener el sabueso en la isla. Si, era sobrino de quien daba las órdenes, pero ¿Qué tanto poder le otorgaba llevar la misma sangre en las venas?
Román regresó, portaba su misma sonrisa arrogante. Me dijo que había logrado conseguir acompañar a su tío al “brunch”. Yo lo que quería era confrontar a Javi, ¿en que me ayudaba acompañar a su tío a almorzar?
Mi captor llevaba un collar de cuero y una cadena en su mano. Me dijo que debía ponermelo, recordé a Gael, el argentino que había vuelto a ver el día anterior, en el suelo, como perro. Deje que Román me pusiera el collar, introduje un dedo en la separación al sentir la incomodidad del material contra mi piel. El hombre ganchó la cadena y me indicó que lo siguiera.
Román vestía una bermuda holgada y cómoda, una camisa floreada y sus lentes tipo aviador. Yo ni una sola prenda encima más que el collar. Caminamos por los pasillos de la mansión y bajamos unas escaleras, la opulencia era incomparable con nada que hubiera visto, los muebles eran finos, el arte que adornaba las paredes era único.
El sabueso se detuvo justo antes de la puerta de salida. “No tengo que advertirte que no hables, ¿cierto?” Asentí.
Salimos al patio trasero, Roman caminaba al frente y yo lo seguía unido a la cadena. A unos cuantos metros había una mesa rectangular, todo estaba puesto a la perfección, vajilla y cubiertos. A la cabecera estaba sentado Joao San Martín y a su lado estaba de rodillas Gael. A su lado izquierdo estaban los dos hombres que había reconocido como los tíos de Javi, y del lado derecho, estaba mi mejor amigo. Javi estaba sentado de espaldas desde donde yo iba caminando, no fue hasta que Román estuvo a un lado de su tío que mi supuesto amigo volteó a ver de quien se trataba. No se sorprendió al ver a Román, pero fue evidente su sorpresa al percatarse que yo estaba ahí también.
“Buenos días caballeros” saludo el sabueso. San Martin presentó a Roman sin mucho ánimo, les dijo a los presentes que era su sobrino y que los acompañaría durante el almuerzo, y ellos al saber del parentesco quisieron ponerse de pie para darle un mejor recibimiento.
“No se preocupen” dijo Joao, con indiferencia.
“Pero si es tu familia” dijo uno, al volver a su asiento.
“Es solo un familiar lejano. Fui hijo único, así que mis familiares más cercanos son primos que casi no veo y su descendencia”
“¡Bueno! Pues eso lo hace uno de los afortunados herederos, ¿Que no?”
“Para nada” contestó tajante. Esa respuesta provocó un silencio incómodo que dió pie a que Joao señalara a su sobrino para que tomara asiento. “Bien, ¿En que estábamos?”
Los hombres continuaron su charla y Román se dirigió a un lado de Javi. El sabueso se sentó y me indico adoptara la misma posición que el otro esclavo, me apoyé con mis rodillas en el pasto, de reojo podía ver a Javi a mi costado. Observé al sabueso, su semblante era serio, pero se notaba que tenía ganas de decir algo, contestar algo a su tío por las insinuaciones que hizo. Tambien yo tenia unas tremendas ganas de gritarle a mi supuesto amigo, pero sabia que tenia las de perder, ademas, habia sido testigo de que quizás Roman no era alguien apreciado para San Martín. Una actitud imprudente mia podría ser contraproducente para los dos.
Un esclavo le llevó un plato a Roman. Los hombres hablaron de negocios. Los tíos de Javi mencionaron lugares y adquisiciones que habían hecho durante los años, al parecer habían invertido en cripto moneda cuando estas empezaron y después se introdujeron en los bienes raíces.
“Este nos pareció un lugar excelente para invertir” dijo uno de los tíos.
“Nuestro sobrino Javi, aquí presente, nos ayudó a conseguir la cuota de inscripción” dijo el otro.
Javi respingó en su asiento, sabiendo que dicha cuota estaba presente.
“Me agrada que los jóvenes de ahora tengan iniciativa” dijo San Martin, “Y que no recurran a la familia cuando las cosas están yendo mal”
Román carraspeó con la garganta y se escucharon sus cubiertos caer al plato.
“Afortunadamente para eso está la familia” agregó uno de los hombres, quizás queriendo salvar el momento. “Javi nos mencionó tener muchas ambiciones” mismas que compartimos él y yo, “Sueños que le parecían lejanos” sueños que planeabamos lograr juntos, “Nos pareció justo ayudarlo ya que nosotros tenemos un negocio fructífero y ninguna descendencia”
“Debo añadir que no dudó ni un segundo cuando le propusimos entrar al negocio con nosotros” agregó el otro. Mi sangre hervía, mis respiración se agitó al enterarme que mi amigo no reparó en venderme para estar sentado en esa silla junto a esas personas. Más aún, notar que agachaba su cabeza, sin querer aclarar la situación.
“Román, no tuvo opción” agregó San Martin, “Su ex esposa lo dejó sin nada en el divorcio, tuvo que empezar de cero nuevamente. A veces hay que mostrar compasión por la gente.”
“Yo acepté sus demandas…” por fin intervino el sabueso. No pude evitar sentirme mal por él, incluso en su posición de poder había alguien más arriba que lo trataba con el mismo desprecio con el que nos trataban a nosotros, como si su vida no valiera nada, o que no fuera digno de ser llamado su familia. “Por el bien de nuestro hijo” Se me cortó la respiración al escuchar su revelación, no sólo había estado casado, sino que tenía un hijo. “Aproveché el parentesco pero de todos modos apliqué a este trabajo como todos los demás. Pero si necesito probar mi valor… estoy dispuesto a afrontar cualquier reto…”
San Martin tan solo esbozó una media sonrisa y asintió. El hombre se puso de pie pero insistió en que los demás siguieran sentados, “Tan solo voy a orinar” miré como el hombre tomaba la cadena y caminó unos cuantos metros hacia unos arbustos. Cualquier otra persona pensaría que iba a abrir su bragueta e iba a dejar fluir el chorro entre el arbusto, pero no. El hombre estiró la cadena que estaba unida al cuello de Gael y éste avanzó hasta estar hincado frente a él. El chico maniobró y entendimos que sacó el pene de Joao, entonces este se lo introdujo a la boca. Afortunadamente el hombre estaba de espalda a nosotros, únicamente vi como Gael se aferraba a las nalgas de San Martín y este solo se relajó con sus manos en sus bolsillos mirando al cielo.
No hubo plática alguna mientras San Martín descargó su vejiga, Gael volvió a guardar todo en su lugar y el hombre regresó a su silla.
“Es muy obediente tu esclavo”
“Todavía le falta ser más dócil, es de reciente adquisición” dijo el hombre, que agarró con sus dedos un pedazo de melón de su plato y lo llevó a la boca de Gael, que devoró inmediatamente, quizás por el hambre, o tal vez para quitarse el horrendo sabor de orines de la boca.
“Tu esclavo parece ser muy obediente también” dijo uno de los tíos a Roman. “Deberias de premiarlo con un pedazo de fruta también”
“Quizás Javi quiera darle algo, para que vaya aprendiendo…” dijo el otro hijo de puta.
“¿Yo? Uhm…” preguntó mi amigo, titubeando.
“El esclavo está bajo un régimen estricto de alimentación, ya tuvo su única comida del día hoy al despertar” dijo Román.
“¿Ah sí?” preguntó San Martín, levantando una ceja, como si pusiera en duda lo que dijo el sabueso. “¿Desde cuando tienes asignado ese esclavo para ti?” preguntó. Pero en ese instante, el asistente de Joao San Martin se acercó a murmurar algo al oído. El hombre se levantó de inmediato y les dijo a sus invitados que era tiempo de seguir con el itinerario, dejando en claro que solo los “adultos” continuaban, dejando en la mesa a Javi, a Roman y a mi.
El sabueso agarró la copa de mimosa que tenía frente a él y la tomó completa. Después suspiró, aliviado de no estar más en presencia de aquellos hombres y dijo, “Creo que ahora yo tengo que ir al baño”. Me tomó por sorpresa y temí que fuera a hacer lo mismo que su tío lejano hizo con Gael, pero el hombre se puso de pie y dijo, “Vuelvo enseguida…”
Observé de reojo como Javi se puso tenso, su espalda completamente recta en el respaldo de su silla. Quise esperar a que el dijera algo, de pronto las palabras no salían de mi boca, sentía los latidos de mi corazón en mi garganta.
Un “Por qué?” y un “lo siento” resonaron al unísono.
“No sabía…” dijo Javi.
“¿No sabías?” pregunté, confundido.
“Lo siento… no sabía lo que te iban a hacer…”
“¿Estás bromeando?”
“Dijeron que serían trabajos forzados… pero sencillos…”
“¿Ya viste lo sencillo que fue?” le pregunté, refiriéndome a lo que ocurrió el día anterior, cuando dos hombres enormes me follaron sin parar.
“No sabia que harian eso…”
“Oh! ¿Y cualquier otra cosa que tuvieras en mente estaba bien? Venderme como esclavo estaba bien si no involucraba que me follaran sin piedad?”
“Lo siento Gera… no era mi…”
“¿Tu intención? No juegues con eso Javi… Éramos amigos” lo dije, fuimos, mas ya no más.
“Yo…”
“Yo jamás te hubiera hecho esto…”
Javi evadió mi mirada, seguía viendo al frente mientras yo seguía de rodillas a su lado, pero mis ojos fijos en él.
“¿Cuanto?”
“¿Que dices?”
“¿Cuánto te dieron? ¿Fue lo suficiente para lograr tus sueños?”
Javi negó con la cabeza. “No es así… Fue solo la cuota para entrar… para ser considerado…”
“Wow…” exclamé con una risita desesperanzada, “Tan solo te serví para eso… ¿Ya tienes pensado a quien mas entregarás para que te acepten? A tu hermana, quizás…”
“No lo entiendes…” me dijo.
“¿Que no lo entiendo? ¿Qué debo de entender Javier? Que mi mejor amigo me vendió para pertenecer a una secta donde tratan a las personas como posesiones?”
“Las cosas andan mal… los negocios de mi papá no van bien… Mis tíos me ofrecieron una alternativa, no podía dejar que mi familia perdiera todo…”
“Pero yo si podia perder todo…”
“Lo sien…”
“No digas nada” le dije. “¿Qué haras?”
“¿De que?”
“Para sacarme de aquí…” Hubo un breve silencio, “¿Javi? ¿Me ayudaras a salir de aquí?”
Javi no contestó. Entonces me paré y viéndolo de frente le grite lo poco hombre y mal amigo que era, le hice ver a lo que me habían reducido. Me mostré desnudo y vulnerable, atado y violado. Javi comenzó a llorar, yo también lo hice, de impotencia. Estaba por exigirle que me mirara a la cara y agarré su camisa con mi puño. Pero un guardia que estaba cerca de ahí vió lo ocurrido y se acercó apresurado.
“¡Esclavo!” dijo apuntando con su arma hacia mi. “No se toca de esa manera a un amo”
Román apareció a salvarme de una muerte prematura, tomó mi antebrazo y me quitó de ahí. “Todo está bajo control”
“El esclavo atacó al invitado del señor San Martín. Debe ser ejecutado.”
“¡No!” gritó Javi.
“El esclavo solo le estaba ayudando a acomodar su camisa al joven… ¿Cierto?”
“Ah… A-asi es…” contestó Javi.
Román me llevó de regreso a la habitación donde yo respiraba muy agitado, por más que inhalaba y mi pecho se inflaba, sentía que no respiraba.
“¡Calma!” me decía Roman, “Respira”
“¡No puedo!” le dije, desesperado. El sabueso puso una mano en mi pecho tratando de calmarme.
“Inhala… exhala” me marcó el ritmo hasta que pude controlar mi respiración. Y cuando por fin lo logré, me derrumbé en llanto. El sabueso me tomó en sus brazos mientras yo berreaba por lo injusto de mi situación. Se sentó en el suelo y yo junto con él, me acarició la espalda hasta que agotado me quedé dormido.
Desperté en los velludos brazos del hombre después de una larga siesta, me había llevado a la cama y se había quitado la ropa, sentí los vellos de su pecho acariciar mi espalda y su bulto presionar contra mis nalgas. Mi cuerpo se tensó sin saber cómo reaccionar o que hacer, lo que hizo que Roman se despertara.
“¿Cómo estás?” me preguntó.
“Bien…” le dije. Entonces él apretó su abrazo y sentí su aliento en mi cuello.
“Durmamos un poco más” dijo. Pero yo no podía volver a dormir.
“Román…” lo llamé por su nombre y esperé alguna reacción. Entonces continué, “¿Que haces aqui? En esta isla…”
Después de un breve momento contestó, “Necesitaba hacer un cambio en mi vida, desaparecer por un tiempo”
“¿Y te pareció buena idea este lugar?”
“No sabía lo que me esperaba exactamente…”
“¿Y…?” cuestioné si le había parecido correcto o no lo que descubrió.
“Es complicado…” fue lo que dijo, Y lo era. Ni yo sabía cómo describir la situación. “Solo nos toca aceptar lo que nos toca” dijo. Entonces me giré para verlo de frente.
“Es fácil para ti decirlo…”
“¿Lo crees?” me contestó de inmediato. “Ser el sobrino de Joao San Martin no es fácil…”
“¿Y crees que ser su esclavo si lo es? Puedes hacer algo al respecto…” le dije, esperanzado de que esa versión de él que estaba conociendo fuera más sensata.
“¿Como que?” preguntó. Yo me giré en su abrazo para mirarlo, nuestros rostros casi pegados uno al otro.
“Ayúdame a escapar” le dije, tratando de apelar a su lado más humano. Román llevó su mano a mi cabello y lo acarició, después agarró mi cara apretando con firmeza mis cachetes.
“No te confundas Gera… Yo se que mi tío es un desgraciado hijo de puta, pero no por eso lo voy a traicionar”
“¿Le debes lealtad después de como te trata?” le pregunté. Él sonrió.
“No es lealtad… He hecho cosas aquí de las que no estoy orgulloso, y prefiero que se mantengan discretas. Quizás porque ahora las disfruto…” el sabueso cerró la distancia entre nuestros labios y me besó. Sus dedos apretaban mis mejillas y su lengua invadió mi boca.
Entonces el sabueso quitó su cara y me reclamó por haberlo mordido. Su labio inferior tenía una mancha roja que limpió con su lengua. El hombre sonrió. “Hay que aprovechar el tiempo que nos queda, antes de que regreses con el rebaño”. Sentí alivio porque tenía la certeza que volvería con mis compañeros, Tobias y Nico debían estar muy preocupados.
Román me cubrió con su cuerpo para estirarse y tomar algo del buró, un tubo de lubricante. Le dije que pensaba que me dejaría descansar, dado lo ocurrido el día anterior, pero mencionó la poca gratitud que le demostré al morderlo cuando me besó.
Se acomodó encima mío, separando mis piernas. “Espera…” le dije, pero él continuó, su masivo pecho justo arriba de mi, tomó su verga, que necesitó tan solo unos pocos jalones para estar al máximo. “Con cuidado…” le pedí. No había dejado de sentir el ardor en mi culo, no me sentía listo para recibir otra verga tan grande como la de él. Los primeros en visitar mi entrada fueron sus dedos, esparciendo el frío gel para enseguida introducirse.
“Aah!” me quejé, apretando sus brazos. “Por favor…”
Sentí dos de sus gruesos dedos penetrarme, mis entrañas estaban sensibles y no sentía mas que sus ásperos dedos lijar mi interior.
No tardó en cambiar sus falanges por su polla, su gruesa cabeza empujó y mi renuente esfínter no tuvo más opción que ceder. Llevé mi cabeza hacia atrás ahogando un grito, encajando mis uñas en sus hombros.
“Por favor… duele… es muy… grande…” rogué por su consideración, pero siguió perforando mi culo.
“¡Por dios Gera!” gimió, “No pensé que estuvieras tan estrecho después de lo de ayer…” el hombre cerró los ojos, genuinamente gozando a costa de mi sufrimiento. El ardor en mi culo prevalencia, añadiendo la incomodidad de tenerlo dentro de mi. Se apoyó con sus codos, estiró sus piernas, sentí su velludo cuerpo presionar el mio, me aferré a su espalda y encajé mis uñas, pero eso a él no le importó. Su movimiento de cadera fue rítmico, parecía no querer hacerlo rápido, como si quisiera disfrutar cada momento en mi interior.
Su cara se acomodó en mi cuello y la mía en el suyo, su aliento me ponía la piel de gallina. Rogué por que acabara pronto y que no fuera como los toros que podían continuar follando incluso después de correrse.
Pero a pesar del creciente ardor en mis entrañas, una sensación placentera iba creciendo en mi entrepierna. Mi propia verga había crecido por la fricción de nuestros cuerpos, el abdomen velludo de Roman presionaba mi vientre con mi polla en medio.
Poco a poco mis quejidos se fueron convirtiendo en gemidos, mis pies se acomodaron en las caderas de Roman para facilitar mantenerlas abiertas. Mis manos se deslizaron por la amplia espalda del sabueso hacia su dorso y traté de empujar su pecho, por la simple razón de que su pecho velludo estimulaba mis pezones.
Estuvimos de frente, nuestra respiración chocando, causando cosquilleo en mis labios, pero me rehusaba a besarlo. Apreté mis manos en su pecho, tal cual lo había hecho en el ruedo pero a diferencia de entonces, era por la creciente lujuria que se gestaba en mi.
“Me voy a correr…” me advirtió. Yo asentí sin que saliera nada de mi boca más que mis gemidos. Su inminente orgasmo fue como una invitación para que lo acompañara, mi verga prisionera comenzó a palpitar, yo también lo sentí cerca. Román continuó al mismo ritmo lo que me permitió llegar a mi orgasmo justo cuando él se descargó dentro de mí.
Se mantuvo encima de mí hasta que recuperó la respiración. De inmediato la claridad de lo ocurrido invadió mi conciencia, me había venido mientras Roman me follaba, me negué a creer que él me había hecho sentir así, debian ser las drogas en la comida…
El sabueso se acostó a un lado y yo de inmediato me giré hacia el lado contrario y me senté en el borde de la cama.
“¿Qué ocurre?” preguntó el hombre al verme encorvado, tratando de ocultar algo. “¿Te lastimé?” su preocupación fue genuina, así que se acercó sentándose a mi lado.
Mi sonrojada cara trató de evitarlo, entonces se dio cuenta que los vellos en su abdomen tenían una telaraña de semen, mi corrida.
“Vaya…” dijo arrogantemente, “Tú también lo disfrutaste…”
Me levanté furioso y me apresuré a encerrarme en el baño. Estaba enojado con la situación en general, pero también conmigo mismo, ¿Cómo era posible sentirme excitado cuando me estaban usando de esa manera? Estaba mal, estaba enfermo.
Volví al gallinero esa noche y le conté todo a Tobias, todo a excepción de mi orgasmo provocado por el sabueso. Me dijo que tanto él como Nico, Magnus, Samuel y Mateo habían estado preocupados por mi.
La siguiente semana transcurrió con normalidad, el trabajo habitual de cosechar cocos, llevarlos al cobertizo y separarlos para sacar el agua, la pulpa y el aceite. Además, pude enviarle un mensaje a Nico a través de Magnus. El percherón me dijo que Nico se alegraba que yo estuviera bien y que ansiaba poder verme pronto. Yo también me alegré, incluso sentí mi polla dar un respingo al pensar en verlo, me sonrojé por mi reacción.
El siguiente día de los juegos no fui seleccionado, respiré con tranquilidad cuando la fila de chicos avanzó el camino habitual. Ese día Tobias y yo tuvimos que trabajar muy duro porque Samuel y Mateo habían sido escogidos para ir al ruedo.
Tobias y yo tuvimos oportunidad de charlar un poco más sobre mi situación, haber llamado la atención de ese sabueso era peligroso, incluso cuando su relación con su tío no era estrecha. No debíamos arriesgarnos a dejar pasar el tiempo, Tobias se mantenía con la promesa de ayudarme.
Al estar solos pudo mencionar libremente a Damian, “Me dijo que está planeando algo”
“Pero… ¿Algo como que? ¿Un escape?” un rayo de esperanza me iluminó.
“No” me dijo, observandome fijamente.
“¿Entonces…?
“No puedo decirte… aún… creemos que todavía tenemos algo de tiempo, dado la relación del sabueso con su tío, al menos que algo extraordinario pase”
Lo mejor de la semana fue volver a ir a la cascada, no solamente por volver a ver a Nico, sino porque era un dia en que nos relajamos todos y podíamos charlar y olvidarnos de la situación en la que vivíamos.
“Veo que ya no necesitas practicar…” me dijo Nico, una vez que nos apartamos del grupo. “Lamento que haya sido de esa manera… pero espero haberte ayudado aunque sea un poco”
“Lo hiciste Nico. Y te agradezco bastante. Pero… quizás haya una que otra cosa que necesite practicar todavía…” insinué.
El percherón sonrió, y me lanzó una mirada coqueta, “¿Ah sí?¿Como que?”
“No lo sé… creo que estoy un poco atrasado con mis habilidades orales…”
Nico rió fuerte.
Aprovechamos estar apartados de los demás para desarrollar dichas habilidades, pero en lugar de que Nico me dejara practicar con su polla, el percherón me tiró sobre el pasto y devoró mi verga. Me tenía atrapado en sus brazos con una llave entrelazando mis muslos, su boca engullendo cada centímetro de mi verga de tamaño promedio, quizás eso hizo que pudiera tragarla toda haciendome ver las estrellas a plena luz del día.
Me vine con las manos agarrando su cabello y supliqué cuando siguió succionando después de haber tenido mi orgasmo con la mejor mamada que haya recibido jamás. Después Nico se postró sobre el pasto y me invitó a hacer lo mismo con él, lo cual no era justo porque su tamaño no se comparaba, tanto de su cuerpo como de su miembro.
Pero no impidió que intentara desarrollar mi destreza. Nico me fue diciendo que hacer y cómo evitar lastimarlo con mis dientes, me enseñó a agarrar sus bolas y acariciarlas mientras le mamaba el rabo. Y cuando terminó, me enseñó cómo contener su lefa en mi lengua para después mostrarsela y que él tomara mi cara para acercarla a la suya. Nico me besó, y fue distinto a haber sido besado por Román, el percherón fue gentil y glotón, nuestras lenguas se pelearon por su néctar de hombre y este se mezcló con nuestra saliva para después devorarla por partes iguales.
En la cascada había olvidado mis prejuicios y cualquier concepción de mi que tuviera antes. Era verdad, la isla te cambiaba, era conveniente aceptar lo que me había tocado y disfrutar. Pasé el resto del día con Nico, charlando, riendo, besándonos. Y todo parecía marchar bien, volvimos por el sendero y el percherón acarició mis dedos con los suyos antes de partir en caminos distintos.
Creí que nada me podría robar la sonrisa ese día. Hasta que llegamos al gallinero. Un guardia me detuvo, lo cual me extrañó. Tobias siguió avanzando pero volteó curioso.
“Detente” me dijo.
“¿Qué pasa?” pregunté.
“Fuiste asignado a un sabueso. Ya no serás del rebaño. Ahora eres esclavo personal”
“No… NO… No puede ser, ¡no por favor!”
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