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Mi Jefe V

Escrito por: bocasum

Por aquel entonces mi autoestima ya había tocado fondo y sólo ese deseo morboso que de vez en cuando aparecía en mí, me hacía sentirme "orgulloso" de ser escoria para aquel macho. Pero necesitaba salir de ahí y lo conseguí gracias a circunstancias ajenas, pues por mí mismo me sentía incapaz de nada.

Sin duda una experiencia tan traumática había anulado mi fuerza de voluntad. Tenía que empezar a buscar trabajo, pero necesitaba un descanso.

En aquellos días me concentraba en mis clases de idiomas y buscaba en internet o en el periódico alguna oferta interesante. La cosa no andaba demasiado bien, pero no tenía prisa.

Aún recordaba cómo empezó todo: aquellos correos subidos de tono del jefe, al principio eran chicas humilladas por sus amos, luego, chicos sumisos... Y ahí empezó a cerrarse aquella soga alrededor de mi cuello.

Yo ya no conservaba esos correos pues, al irme de la empresa, ya no tenía correo de allí, no tenía acceso y no podía ver nada. Mejor.

Recuerdo mi bandeja de entrada llena a rebosar con la dirección de mi jefe y, en el asunto, comentarios sexistas, jocosos y super humillantes. A él le encantaba humillar con simples comentarios, era un artista en eso y sabía cómo hacerme sentir el ser más inferior del mundo. No necesitaba haberme hecho tragar sus meos o lamer su polla, su simple morbo y carácter ya me hacía sentir inferior.

Evidentemente, después de haber comido sus propia mierda, yo ya no era una persona para él sino un paria al que podía hacer lo que le viniera en gana.

Pero ya habían pasado tres meses y todo había quedado atrás. Lo que sucede es que no es fácil salir de una experiencia tan fuerte e intensa. Muchas noches me quedaba clavado frente al ordenador, temblando de morbo, excitación y miedo, con un correo a medio escribir y dirigido a mi antiguo jefe, pues recordaba perfectamente su dirección, pero un mensaje que por suerte nunca enviaba.

Simplemente me había convertido en un pajillero de aquellos morbos vividos, me excitaba escribirle un correo a mi jefe diciéndole que era mi Dios y que yo era su esclavo y siempre lo sería...

Me explayaba contándole mil cosas, confesándole que aún me excitaba con todo eso, pero luego le daba a cancelar, pues no quería que Él tuviera ni mi dirección de correo. Había costado tanto salir de todo aquello.

La secuela de mi calvario sexual era que ya no conseguía excitarme al ver a una tía, me gustaba, pero no me excitaba sexualmente. Era como si la fuerza del morbo por ser humillado hubiera aniquilado cualquier otro tipo de deseo sexual.

Si de verdad era así estaba perdido, tendría que buscar ayuda, ir a que me viera un psicólogo o algún especialista. Pero yo me sentía incapaz de contarle a nadie lo que me estaba pasando. Estaba aterrado y no veía cómo recuperar mi deseo sexual por las mujeres. Sólo me empalmaba al pensar en esas humillaciones terribles que sufrí en aquella oficina una tarde tras otra.

Tanto desear salir de aquel infierno y ahora me encontraba ante otro problema. Pero no podía contarle a nadie lo que había sucedido allí. Me moriría de vergüenza. No podría soportarlo. Nadie sabía nada, nadie excepto mi ex jefe, claro.

Aunque con suerte ya se habría olvidado de mí, habría contratado a otra secretaria y se la estaría follando por las tardes en su despacho. Pensándolo así, quizá él, que sabía lo que era relacionarse con chicos y con chicas, podría ayudarme a superar mi bloqueo sexual.

Pero no, no podía escribirle. No debía: él era el origen de todos mis males.

Sin embargo, después de medio año en esa situación, una noche no pude más y le escribí un correo lo más respetuoso que supe, sin ningún reproche, sin culparle de nada, no quería que se enfadara conmigo, sólo le suplicaba humildemente que me ayudara.

Le contaba con pelos y señales lo que me sucedía. Era un correo hipócrita, incapaz de echarle en cara nada, casi autoculpándome por todo, tratando de obtener una respuesta, una clave que me sacara de aquel atolladero.

Pasaron varias semanas hasta que un buen día apareció en mi bandeja de entrada lo que parecía un correo bastante extenso, con varios archivos adjuntos. Se había hecho esperar, tal vez se había tomado su tiempo para darme una respuesta válida y estudiada, algo realmente útil para curar mi grave problema:

"Hola, cerda, estaba deseando tener tu correo. Hace meses que te fuiste y casi me vuelvo loco, pues no tenía forma de contactarte. Quiero recordarte que eres mi esclavo retrete, aunque ya no trabajes aquí no quiere decir que no tengas ninguna obligación con tu Amo. Mañana quiero que estés a las cinco en la oficina, no me hagas esperar, tenemos mucho por hacer. Ah, si tienes alguna duda sobre qué hacer, mira los archivos adjuntos, creo que son bastante convincentes."

Estaba petrificado. En vez de recibir ayuda o, al menos, comprensión por mi problema, recibía un mensaje en esos términos autoritarios y despiadados. Iba a borrar el mensaje pero, todavía temblando de la impresión, me dio por descargar los archivos adjuntos y, para mi vergüenza y estupor, eran fotos mías chupándole la polla, bebiendo sus meos, comiendo mierda... fotos que no sé cómo las había podido hacer, pues nunca vi ninguna cámara oculta, pero sin duda la había y en todas se veía mi cara de cerda humillada...

Aquello era chantaje. Eso fue lo único que fui capaz de decirle a mi Amo al día siguiente en su oficina, pero se rio en mi cara y me clavo la polla hasta la garganta. Allí arrodillado, volví a tragar su semen, tantas otras veces saboreado, aquella tarde bebí sus meos y, como siempre, volví a decir sí a todo, me vistió de cerda con medias y braguitas y me grabó mientras le comía el culo, los huevos y el rabo...

Ya daba todo igual, mi destino era ser su siervo y él sería siempre mi Dios.

Mi Jefe V

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