Written by: bocasum
989 words
Por aquel entonces mi autoestima ya había tocado fondo y sólo ese deseo morboso que de vez en cuando aparecía en mí, me hacía sentirme "orgulloso" de ser escoria para aquel macho. Pero necesitaba salir de ahí y lo conseguí gracias a circunstancias ajenas, pues por mí mismo me sentía incapaz de nada.
Sin duda una experiencia tan traumática había anulado mi fuerza de voluntad. Tenía que empezar a buscar trabajo, pero necesitaba un descanso.
En aquellos días me concentraba en mis clases de idiomas y buscaba en internet o en el periódico alguna oferta interesante. La cosa no andaba demasiado bien, pero no tenía prisa.
Aún recordaba cómo empezó todo: aquellos correos subidos de tono del jefe, al principio eran chicas humilladas por sus amos, luego, chicos sumisos... Y ahí empezó a cerrarse aquella soga alrededor de mi cuello.
Yo ya no conservaba esos correos pues, al irme de la empresa, ya no tenía correo de allí, no tenía acceso y no podía ver nada. Mejor.
Recuerdo mi bandeja de entrada llena a rebosar con la dirección de mi jefe y, en el asunto, comentarios sexistas, jocosos y super humillantes. A él le encantaba humillar con simples comentarios, era un artista en eso y sabía cómo hacerme sentir el ser más inferior del mundo. No necesitaba haberme hecho tragar sus meos o lamer su polla, su simple morbo y carácter ya me hacía sentir inferior.
Evidentemente, después de haber comido sus propia mierda, yo ya no era una persona para él sino un paria al que podía hacer lo que le viniera en gana.
Pero ya habían pasado tres meses y todo había quedado atrás. Lo que sucede es que no es fácil salir de una experiencia tan fuerte e intensa. Muchas noches me quedaba clavado frente al ordenador, temblando de morbo, excitación y miedo, con un correo a medio escribir y dirigido a mi antiguo jefe, pues recordaba perfectamente su dirección, pero un mensaje que por suerte nunca enviaba.
Simplemente me había convertido en un pajillero de aquellos morbos vividos, me excitaba escribirle un correo a mi jefe diciéndole que era mi Dios y que yo era su esclavo y siempre lo sería...
Me explayaba contándole mil cosas, confesándole que aún me excitaba con todo eso, pero luego le daba a cancelar, pues no quería que Él tuviera ni mi dirección de correo. Había costado tanto salir de todo aquello.
La secuela de mi calvario sexual era que ya no conseguía excitarme al ver a una tía, me gustaba, pero no me excitaba sexualmente. Era como si la fuerza del morbo por ser humillado hubiera aniquilado cualquier otro tipo de deseo sexual.
Si de verdad era así estaba perdido, tendría que buscar ayuda, ir a que me viera un psicólogo o algún especialista. Pero yo me sentía incapaz de contarle a nadie lo que me estaba pasando. Estaba aterrado y no veía cómo recuperar mi deseo sexual por las mujeres. Sólo me empalmaba a...
Mi Jefe V
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