“Lleva a los perros a la casa, enciérralos a todos en la mazmorra, dile a José que venga de inmediato, tú también vuelve con él”, le digo a Juan, debo admitirlo, estoy nervioso, esto puede salirse de control.
Mario llega en su camioneta acompañado de su capataz, yo lo recibo en la entrada,
Mario: “Como estas pos hombre, desde hace más un año que no te veo”
“Mario querido, estoy muy bien, como ves, la tierra a dado buenos frutos, y la cosecha es la mejor que he tenido en largos años, estos perros conocen bien su trabajo, son mis más fieles sirvientes”. Le respondo,
Mario: “Que gusto escuchar eso, desearía decir lo mismo, pero este año solo conseguí a unos escuálidos perros, apenas pueden levantar un canasto a la vez, solo son buenos para chupar mi verga, ¡esos pinches maracos!”, me dice,
“No te preocupes, para eso estamos los socios, para apoyarnos, vas a ver lo que te tengo, acompáñame a mi bodega, con cuidado, que el suelo está mojado”, le digo.
Su capataz se quita la camisa y la tira al suelo, se coloca en cuclillas y avanza centrado en cuidar que su Amo no se ensucie los zapatos, hasta llegar a la bodega con la pared, donde tengo mi mercancía, lista para la venta.
“Como ves, he seleccionado a mis mejores perros, los más gruesos, fornidos y sumisos. Resisten los golpes del látigo, puedes hacerlos trabajar mientras te cargan al hombro”, Le digo con gracia,
Mario: “Es una belleza, que suerte que tienes, con estas bestias debes haber conseguido la cosecha de todo un año en estos meses”, Lo dice mientras golpea con sus palmas los muslos de cada esclavo colgado de la pared, les toca sus vergas y sus bolas con suavidad.
En eso llega José, casi corriendo, fajando su camisa, agitado, pero muy bien peinado, arreglándose sus Jean para estar perfectamente presentable.
José: “Me mandó a llamar mi Señor”, me pregunta,
“Si José, saluda a Mario, ya lo conoces, te irás con él para domar a sus bestias y conseguir mejorar su cosecha, harás todo lo que él te pida, sin desobedecer, será tu Amo en estas dos semanas”, Le dije a José,
José: “Si mi Señor”, va donde Mario y se arrodilla ante él diciendo “A sus órdenes mi Señor”, luego besa sus zapatos.
Mario: “¡Párate mierda, y trae algo fuerte para tomar!”, le dice gritando en tono dominante.
José: “Si mi Señor”, y corre de vuelta a la casa para obedecer su orden.
Mario: “¡Capataz! recoge y ponte tu camisa, acompaña a José por las bebidas”. A su orden patrón”, le responde el capataz.
“Bien que te parece estas bestias Mario”, le pregunto.
Mario: “Mmm, me parece interesante estos boludos, pero, podrán resistir el castigo físico”, me pregunta,
“Ya te lo dije, sus fuertes lomos aguantan canastos de 50 kilos y ni se inmutan al recibir de mi látigo”, le respondo,
Mario: “Bien, bien, quiero inspeccionar a cada uno, comencemos por el N°1, me gusta su tono de piel, se verá muy bien cuando esté más colorado”, me dice,
“¡Juan!”, grito para que baje a Héctor, el N°1 del lote de esclavos; “Trae la escalera, y muéstrale a Mario al número N°1”,
Juan obedece, y al soltar a Héctor, este cae de rodillas al suelo, cansado por tantas horas colgado en la pared, le quita el grillete, pesca el chicote, y comienza a golpear a Héctor en su lomo, mientras permanece esposado y amordazado con sus bolas amarradas con alambres,
Juan: “¡Párate mierda!, ¡Pasa adelante!, ¡Que el Amo Mario te quiere ver!”, le dice a Héctor,
Con dificultad, Héctor se pone de pie y camina hacia Mario
Mario: “Muy bien, date la vuelta para ver ese culo”, Héctor obedece sin decir palabra, “Más que bien”, comenta Mario, el culito blanco y velludo de Héctor le había llamado la atención, sabía que una bestia así le sería muy útil no solo por el trabajo en el campo, sino también para sus más bajos instintos.
Mario: “¡Pásame el chicote Juan, quiero probar a este esclavo!”,
Mario coge el chicote y le da duro y sin piedad a Héctor, comienza a golpearlo en sus muslos y en su espalda, él sabe cómo hacerlo, le pega en los laterales para no dañar su columna, y en sus fuertes brazos colocándolo rojo que luego pasó a tener hematomas moradas, dejando el culo para el final,
Héctor no dice nada solo respira agitadamente y se alcanzan a escuchar unos gemidos que con la mordaza no se oyen. Luego de unos minutos, le pregunta,
Mario: “¡Cómo se dice animal!”
Héctor: “Gracias mi Señor” le dice con dificultad,
Mario: “¡Juan!, ¡Sácale la mordaza!”,
Juan: “¡A la orden patrón!”, y obedece,
Mario: “¡Cómo se dice esclavo!”
Héctor: “Gracias mi señor”, le contesta con claridad,
Los demás esclavos miraban asustados, sabían que podrían ser el próximo, Héctor estaba temblando, permanecía de pie y de espalda ante Mario, mostrándole su culo, ya se podían ver hematomas hasta en sus brazos por los chicotazos que le dio Mario,
Mario: “¡Juan, haz que este esclavo abra su culo!”,
Juan: “¡Si mi Señor!”,
Juan agarra de la cabeza a Héctor y hace que sus manos esposadas al frente toquen el suelo,
Juan: “¡Así te vas a quedar!”, le dice a Héctor,
luego habré las nalgas de Héctor para deleite de Mario,
Juan: “¿Como está esta bestia Patrón?, ¿le gusta lo que ve?”, le pregunta a Mario,
Mario: “Si, me gusta, está bien aseado, me gusta su color rosado”, le dice a Juan mientras toca en ano de Héctor, “está muy transpirado, pero es normal por la situación”, dice Mario,
Héctor respira agitado, pero no emite una sola palabra,
Juan: “Aparte de ser uno de los más fuerte es el más puto de la finca, viene cada año para ofrecerse al Amo”, le comenta a Mario,
Mario: “Así he, debe ser muy complaciente y servicial para poder llevármelo”, le dice a Juan,
Juan: “Hasta yo ya sé domarlo, le aseguro que no se arrepentirá mi Señor”, le dice a Mario,
Mario: “Y que tal la resistencia”, le pregunta a Juan,
Juan: “Ya lo probó con su chicote”, le responde,
Mario: “Si, pero no en áreas sensibles, para ser una bestia deberá resistir a mi furia en cada parte de su cuerpo, pásame nuevamente ese chicote”, le dice a Juan,
Mario comienza a darle de chicotazos en el ano a Héctor, con mucha fuerza, Héctor trataba de no gritar, solo se quejaba un poco, mientras Juan mantenía abiertas sus nalgas, pero Héctor nunca decayó, y solo flectaba un poco las rodillas por cada golpe que le daban, para opacar en algo ese dolor. Mario se estaba desquiciando y saliendo de control.
Luego de unos minutos, Héctor lloroso con su culo levantado y sus manos en el suelo, sus piernas abiertas mientras Juan mantenía sus nalgas abiertas, Mario se detuvo,
“Que te pareció esta bestia, si no te gusta tienes más para escoger, adelante, prueba con otro”, Le digo a Mario,
Mario: “Si, tiene resistencia, no pidió misericordia y solo aguantó su castigo, eso tiene mérito, ¡Juan colócalo de espalda al piso!”, le ordena a Juan,
Juan obedece y con furia agarra de la cabeza a Héctor y lo tira al suelo, quedando de espalda, agarra sus manos esposadas la pasa por sus piernas y las deja atrás,
Mario: “Un esclavo debe resistir el dolor como lo ha hecho Héctor, sin pedir misericordia, sin pedir piedad, pero cada esclavo tiene una razón para estar en esta posición”. Se dirige donde Héctor, y le pisa fuertemente su verga y sus bolas atadas con alambre, y le pregunta,
Mario: “¿Cuál es tu razón esclavo?, ¿porque resistes tanto?, pudiste no estar aquí, pero sigues resistiendo, ¿cuál es tu razón?”, interroga a Héctor,
Héctor: “Soy muy pobre mi Señor Mario, en este pueblo no hay oportunidades, es la única forma de llevar algo a casa, siempre doy las gracias a mi Amo por alimentar a mi familia, por favor Amo Mario, déjeme ser su esclavo, por la recompensa, no lo defraudare seré su mejor perro”, lo dice con dificultad, mientras Mario le pisa la verga,
El cuerpo de Héctor ya está lleno de hematomas, y rasguños por los chicotazos que ha recibido, Mario, da unas vueltas alrededor de él y lo mira con desprecio, le escupe la cara, y la verga, diciendo
Mario: “Pinche esclavo, solo eres un gordo inferior, no sirves de nada, eres solo una simple bestia de carga”,
Luego de un breve silencio, le dice,
Mario: “Así que tú quieres irte conmigo, ¿no eres fiel a tu Amo?”
Héctor: “No mi Señor, mi Amo nos prometió una recompensa”, en eso interrumpe Mario,
Mario: “¡Juan!, ¡Levántale las patas a esta bestia!”,
Juan agarra a Héctor con sus dos manos de las rodillas y queda con las plantas de sus pies expuestas, Mario agarra el chicote y comienza a golpear salvajemente las patas de Héctor,
Mario: “Te quieres quedar con tu Amo, esto es para que no camines, y te vayas conmigo, eso es lo que quieres, perro mal agradecido”,
Héctor: “¡No por favor!, ¡No mi Amo! ¡ha! ¡ha! ¡ha!, ¡No siga!, ¡ha! ¡ha! ¡ha!, ¡Piedad mi Señor!, ¡Por lo que más quiera!, ¡No!, ¡ha! ¡Por favor!”
Héctor no había pedido misericordia hasta ahora, es el peor dolor que ha sentido, Mario había descubierto su parte débil y ese sería la forma de castigarlo cuando cometiera un error,
Héctor: ¡ha! ¡ha! ¡ha!, ¡No siga!, ¡No siga, por favor mi Señor!, grita para que Mario se detenga,
Juan a ratos no puede contenerlo, Héctor comienza a dar de patadas, mientras Mario se ensaña con sus patas. Mario se detiene por cansancio,
Mario: “¿Entonces perro te vienes conmigo o quieres que te golpee con mi látigo en tus patas?”.
Héctor: “No mi señor, todos menos eso, me voy con usted mi Señor”, le dice a Mario,
Mario: “Uff, Bien, arrodíllate ante mí y besa mis pies, dime qué quieres ser mi esclavo”, le dice a Héctor mientras se sienta en una silla que había por allí,
Héctor: “Si, si mi señor”, con dificultad y sin ayuda de nadie Héctor logra arrodillarse, y avanza de rodillas a los pies de Mario, de apoco llega y besa sus zapatos, diciendo,
Héctor: “Por favor mi señor, lléveme con usted, seré su perro fiel, haré todo lo que me pida, seré su esclavo mi Señor”,
Juan: “José ya sabe cómo tratarlo, ándele patrón, llévelo, lo hará muy bien en su finca”, Le recomienda a Mario,
En eso, llega el Capataz de Mario, junto a José con una bandeja con un bote de hielo, dos vasos y una botella de wisky de mi reserva personal. “Todo bien patrón”, le pregunta el capataz de Mario,
Mario: “Si, no te preocupes, tengo el brazo cansado de golpear a este puto”, le responde, su capataz cual sumiso, se arrodilla ante su Amo, luego besa y le da masajes a su brazo para aliviarlo y en señal de respeto,
“Bueno, ya elegiste a Héctor celebremos con un buen trago, ¡José!, sirve el wisky para brindar”. Le digo a José con alegría,
Mario: “No, prefiero que lo haga el esclavo N°1, prefiero que lo haga Héctor”. Dice desafiante mirando al suelo donde estaba Héctor,
Héctor de rodillas ante Mario, levanta su trozo y coloca sus manos en la cabeza, Juan le quita las esposas y ya libre de manos, con dificultad, Héctor se levanta para servir los tragos, mientras todos lo observábamos en silencio.
Mario: “No, ¡Capataz!, enséñale a esta bestia cómo se debe servir un trago”. El capataz se levanta y va hacia la camioneta para traer un peso en forma de bolas de unos 20 kilos, agarra a Héctor de la cintura lo voltea bruscamente y le coloca los pesos en su verga amarradas con cuerda entre los alambres que ya tenía, por el peso Héctor cae en cuclillas frente al capataz y lo mira sin saber qué hacer.
Capataz: “Esa bola te darán el ángulo de inclinación perfecta, de 45° grados con respecto al suelo, siempre debes servir así a tu Amo, inclinado hacia él, tu vista al suelo, como un cerdo, no debes nunca de mirarlo a los ojos, solo concéntrate en lo que haces para tu Amo”,
Luego agarra el brazo del esclavo, y lo pone firmemente atrás por arriba de su culo, y le dice,
Capataz: “Servirás siempre con una mano atrás y la otra para atender a tu Amo”.
Con dificultad Héctor trata de ponerse de pie, el peso de las bolas hace que no pueda estar erguido, con su torso inclinado, su mirada en el piso, con una mano en la espalda y con la otra mano comienza a llenar de hielo los vasos y servir el wisky, con esa misma mano, coge la bandeja y se acerca hacia su nuevo Amo Mario, y le ofrece de beber. Lugo camina con dificultad, y con esfuerzo hacia mí y me ofrece el segundo vaso,
Mario: “Muy bien mi animal”, le dice a Héctor,
Héctor deja la bandeja en la mesa y se pone al lado del capataz, inclinado, con sus dos manos a la espalda,
Mario: “Necesito reposar mis pies”, le dice a su Capataz,
El capataz agarra de la cabeza a Héctor y lo pone en cuatro patas frente a Mario, para que él descanse sus pies en su lomo,
Todo salió perfecto, y digo, “¡A la salud de Mario, que su cosecha de este año, sea la mejor!, ¡Salud!”,
Mario: ¡Salud amigo!,
Luego de unos minutos, noto que Mario se comienza a relajar, mientras conversábamos de negocios no paraba de mirar el culo de Héctor, veía como su verga se ponía inquieta y ya quería clavarse a Héctor, era el momento de cerrar el trato,
“Bien, hablemos de negocios”, pesco a Héctor del pelo y lo hago caminar en cuatro patas al lado mío, lo alejo de Mario poniéndome de frente a él y pongo mi pie sobre la cabeza de Héctor, luego él coloca sus manos atrás en señal de respeto, su cabeza en el piso, y su culo alejado de la vista de Héctor, comienzo a dar el precio. Cada vez que Mario regatea el valor, Juan y José le daban a Héctor chicotazos en el culo y en su lomo,
“El precio es muy bajo, mira sus patas”, mientras levanto las patas de Héctor y se las enseño, “Están duras para trabajar en la tierra”, le digo a Mario,
Mario: “Pero ya es viejo luego se le caerán los dientes”, me responde,
Juan: “Mire patrón sus dientes y su lengua, es una bestia sana, vale mucho más que lo que ofrece”, se lo dice a Mario mientras le abren el hocico con fuerza a Héctor, con ayuda de José,
Hasta que me dio el valor que yo esperaba.
“Bien, acepto”, le dije a Mario y firmamos el contrato sobre el lomo de Héctor, y le dije, “Excelente elección ahora es tuyo, puedes hacer lo que quieras con él”.
Mario: “¡Capataz!, llévalo a la camioneta”,
El capataz sacó unas gruesas cadenas de metal, engrillo las patas, las manos, y coloco cadenas en su cuello y se lo llevó caminando inclinado y con dificultad, dejándolo sujeto a una estaca en el suelo alrededor de la camioneta de Mario, con un balde con agua, se quitó la camisa, la tiró al balde, y le dijo,
Capataz: “¡Te quedarás aquí animal!, mientras escogemos a tu compañero, lava la camioneta de tu nuevo Amo, lo quiero ver como nuevo”, agarra un látigo y le da 5 latigazos en el lomo, “¡Trabaja Animal!”, le dice mientras le propina esos latigazos,
Héctor: “Si mi Señor, gracias mi Señor, gracias por alimentar a mi familia mi Señor”, le dice.
Falta otro perro que escoger, en secreto le había dicho a José que preparara a los otros esclavos para una fiesta esta noche, celebraríamos el magnífico negocio, que habíamos hecho,
Mario miraba con atención la mercancía, dando fuertes golpes con su chicote a mis esclavos restantes, que aún permanecían colgados en la pared,
Héctor descubre una pequeña jaula para perros en la pick up de la camioneta de Mario, mientras la limpiaba desnudo y encadenado, con la atenta mirada de su nuevo capataz.
La venta de esclavos. Parte 2
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