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Como conocí a mi sumiso 6: Fifty Shades of Gay

Escrito por: Si

Hay dos tipos de personas en este mundo: los que planifican todo al milímetro, y los que se dejan llevar. Yo siempre he sido del primer tipo. Mi carrera profesional, mis objetivos, mis sesiones de dominación... todo meticulosamente planeado. Hasta que Alex, con sus sonrojos y sus "sí, señor" susurrados, mandó toda mi planificación a la mierda.

El camino a mi casa fue una tortura. Alex se tambaleaba ligeramente mientras caminaba, rozando su hombro contra el mío cada pocos pasos. Cada pequeño contacto me recordaba que en minutos tendría a ese chaval completamente a mi merced.

"¿Estás seguro de esto?", pregunté mientras buscaba las llaves. Parte de mí esperaba que dijera que no, que me diera una excusa para parar antes de hacer una locura.

"Sí, señor", murmuró, y el temblor en su voz fue mi perdición.

Nada más cerrar la puerta, le empujé contra la pared. Alex soltó un gemido que fue directamente a mi polla.

"Última oportunidad para echarte atrás", gruñí junto a su oído.

Como respuesta, Alex inclinó la cabeza, exponiendo su cuello en un gesto de sumisión tan natural que tuve que contener un gruñido animal.

Le agarré del pelo y tiré su cabeza hacia atrás, exponiendo más su garganta. "¿Sabes cuánto tiempo llevo queriendo hacer esto?"

"Yo también... lo deseaba, señor", admitió con voz temblorosa.

Hundí mis dientes en su cuello, arrancándole un gemido que resonó en todo el pasillo. Su cuerpo se arqueó contra el mío, buscando más contacto.

"Tan perfecto...", murmuré contra su piel.

Sus manos se aferraron a mi camisa, no para empujarme sino para mantenerse en pie. Todo su cuerpo temblaba.

"Por favor...", susurró.

"¿Por favor qué?", exigí, apretando más mi agarre en su pelo.

"Por favor, señor... lo que usted quiera..."

"Silencio," ordené, tapándole la boca con una mano mientras seguía mordiéndolo. "No quiero oír nada que no sea 'sí' o 'por favor,'. ¿Entendido?"

Asintió frenéticamente bajo mi agarre.

Sus labios se abrieron inmediatamente bajo los míos, rindiéndose por completo. Sabía a piña colada y a sumisión, y estaba volviendo loco a mi lado dominante.

Le agarré por los muslos y lo levanté. Alex envolvió sus piernas alrededor de mi cintura instintivamente, gimiendo cuando mi erección se presionó contra él.

"Dormitorio", gruñí entre besos. "Ahora."

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Le llevé medio a tropezones hasta mi habitación, sin dejar de besarle. Cuando lo tiré sobre la cama, el gemido que soltó casi me hace perder el control.

"Desnúdate", ordené mientras me quitaba la camisa.

Sus dedos temblaban mientras intentaba desabrocharse los botones. Después del tercero, perdí la paciencia y simplemente tiré, haciendo saltar los botones por toda la habitación.

"Te compraré otra", gruñí ante su mirada sorprendida.

La visión de Alex tumbado en mi cama, con la camisa desgarrada y el pecho agitado, me hizo gruñir. Su piel pálida ya mostraba marcas rojas donde mis dientes habían estado.

"Eres precioso", murmuré, y el rubor que cubrió su rostro me recordó por qué me había obsesionado con él desde el principio.

Me incliné sobre él, dejando que mi peso lo aplastara contra el colchón. Alex gimió y se arqueó contra mí, buscando más contacto.

"Tan ansioso", susurré contra su cuello mientras mis manos bajaban por su cuerpo. "Tan necesitado..."

"Por favor, señor..."

"Shh", le callé con un beso mientras mis manos trabajaban en su cinturón. "Voy a darte lo que necesitas."

Cuando finalmente le tuve desnudo bajo mi cuerpo, tuve que hacer una pausa para admirar la vista. Su piel estaba cubierta de marcas rojas que pronto se volverían moradas, y su polla goteaba contra su estómago.

"Date la vuelta", ordené, y la rapidez con que obedeció me hizo gruñir de aprobación.

"Arriba", ordené, guiando sus caderas. "Sobre tus rodillas."

Se colocó en posición, temblando ligeramente. La sumisión natural con la que obedecía cada orden me sabía a gloria

"Por favor..."

"¿Eso quieres?" Metí dos dedos en su boca sin avisar. "Chupa."

Obedeció inmediatamente, lamiéndolos como si su vida dependiera de ello. Sus ojos llorosos me miraban con una mezcla de miedo y deseo que me puso más duro que nunca.

Saqué los dedos de su boca y los llevé a su entrada, empujando sin mucha delicadeza. El grito que soltó me hizo sonreír.

"Shh," susurré contra su oído mientras metía un tercer dedo. "No querrás que los vecinos sepan que eres una puta hambrienta de polla, ¿verdad?"

Su cuerpo entero se estremeció ante mis palabras, su polla goteando contra su estómago.

Me tomé mi tiempo preparándolo, observando cómo se estremecía con cada movimiento de mis dedos. Sus gemidos se volvieron más desesperados cuando añadí un segundo dedo.

"Por favor...", suplicó.

"Paciencia", gruñí, aunque mi propia paciencia estaba al límite. "No quiero hacerte daño."

Mentira. Una parte de mí quería destrozarlo, marcarlo, reclamarlo como mío. Pero mi lado protector seguía luchando por mantener el control.

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Cuando finalmente me alineé contra su entrada, todo su cuerpo temblaba de anticipación. Empujé suavemente, notando cómo se tensaba.

"Relájate", murmuré, acariciando su espalda.

"Sí, señor", jadeó, intentando obedecer.

Empujé un poco más y... mierda. No había forma de que esto funcionara. Estaba demasiado estrecho, y yo demasiado grande.

"No... no cabe", gruñó Alex, su voz mezclando dolor y frustración.

"Shh, lo sé", murmuré, besando su espalda mientras mi mente libraba una batalla interna. Podría forzarlo. Podría... No. "No voy a hacerte daño."

"Pero quiero complacerle, señor", protestó, y joder, esa frase casi me hace perder el control.

"Me complaces siendo obediente", gruñí, mordiéndole el hombro. "Y ahora mismo, voy a follarte con mis dedos hasta que te corras gritando mi nombre."

El gemido que soltó fue música para mis oídos. Volví a introducir mis dedos, buscando ese punto que le haría ver estrellas. Cuando lo encontré, su cuerpo entero se tensó.

"Oh... oh dios..."

"¿Te gusta?", gruñí, mordiendo su nuca mientras mis dedos seguían trabajando.

"Sí... sí señor..."

Le follé con mis dedos hasta que sus brazos cedieron y su cara cayó contra el colchón. Sus gemidos se volvieron incoherentes, mezclados con "por favor" y "señor" infrecuente.

Cuando finalmente se corrió, gritando mi nombre como le había ordenado, tuve que usar todo mi autocontrol para no follármelo allí mismo, sin importar el daño.

Me tumbé a su lado, jadeando casi tanto como él. Mi polla palpitaba dolorosamente, exigiendo atención.

"Déjame...", murmuró Alex, girándose hacia mí con intención clara.

"No tienes que..."

"Por favor, señor", suplicó, y joder, ¿cómo iba a negarle algo cuando me miraba así?

Su boca era el puto paraíso. Inexperta pero entusiasta, y cuando le agarré del pelo para marcar el ritmo, gimió alrededor de mi polla de una forma que me nubló totalmente el juicio y cualquier espíritu protector que me quedaba. Le follé la boca sin piedad, observando cómo luchaba por respirar cada vez que llegaba al fondo de su garganta. Sus ojos llorosos y la forma en que seguía intentando complacerme pese a las arcadas me pusieron a mil.

"Mírame," ordené, tirando de su pelo.

Sus ojos llorosos se encontraron con los míos mientras seguía follandole la boca. La imagen era perfecta - mi sumiso de rodillas, la boca llena de mi polla, intentando complacerme a pesar del dolor.

Me corrí sin avisar, sujetando su cabeza para que se tragara hasta la última gota. Cuando finalmente le solté, cayó hacia atrás tosiendo y jadeando.

"Buen chico, ven aquí," murmuré, tirando de él contra mi pecho. Necesitaba sentir que estaba bien, que no me había pasado demasiado.

"¿Está... está bien esto?", preguntó tímidamente.

"Cállate y duerme", gruñí, pero mis dedos acariciando su pelo suavizaban mis palabras.

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La mañana siguiente fue... interesante. El grito de Alex cuando se vio en el espejo del baño casi me hace tirar el café.

"¡Joder!", exclamó, una mano en su cuello. "¿Cómo voy a ir a trabajar así?"

Me acerqué por detrás, observando mi obra en el espejo. Su cuello y hombros estaban cubiertos de marcas moradas, algunas claramente en forma de dientes. Debería sentirme culpable, pero solo sentía un orgullo primitivo al verlo marcado como mío.

"Llevas camisas con cuello alto al trabajo", comenté, rodeando su cintura con mis brazos.

"¡No todas tapan tanto!", protestó, pero se relajó contra mi pecho. "Y hace demasiado calor para jersey..."

"Pues tendrás que aguantarte", gruñí, mordiendo suavemente una marca particularmente visible. "O todos sabrán que eres mío."

El escalofrío que recorrió su cuerpo ante esas palabras fue fascinante.

"¿Lo soy?", preguntó en voz baja. "¿Suyo?"

Le giré bruscamente, empujándolo contra el lavabo. "¿Tú qué crees?"

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El trabajo fue... complicado. Alex se pasó todo el día tirando del cuello de su camisa, y yo me pasé todo el día recordando cómo había hecho cada una de esas marcas.

Alex no podía sentarse bien, y cada vez que alguien mencionaba su "dolor de garganta", se ponía rojo como un tomate.

"¿Seguro que estás bien?" preguntó Laura durante la comida. "Apenas puedes hablar..."

"Está perfectamente," interrumpí antes de que Alex pudiera responder. "Solo necesita descansar la garganta, ¿verdad?"

La mirada de pánico que me lanzó solo me hizo querer marcarlo más. Hoy mismo tendríamos que hablar sobre límites y expectativas, pero por ahora... por ahora disfrutaría viendo cómo intentaba ocultar que su jefe le había follado la garganta hasta dejarlo sin voz.

"Sí, señor," murmuró, y el temblor en su voz me confirmó que estaba pensando exactamente lo mismo que yo.

Como conocí a mi sumiso 6: Fifty Shades of Gay

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