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Como conocí a mi sumiso 7: The Office

Escrito por: Si

La gente dice que no hay que mezclar trabajo y placer. Pero nadie te explica qué coño hacer cuando tu sumiso tiene una presentación importante al día siguiente y apenas puede hablar porque le has follado la garganta hasta dejarle sin voz. Supongo que esos detalles no caben en los manuales de recursos humanos.

Mi primer error fue venir a trabajar. Debería haberme cogido el día libre, o mejor, haber secuestrado a Alex y haberlo mantenido en mi cama hasta que las marcas de mi cuello fueran menos... evidentes, viendo alguna serie mala y pidiendo comida a domicilio. Pero claro, el muy idiota tenía que presentar los resultados del último sprint, y yo tenía que estar allí. Como director y como el cabrón que le había dejado el cuello como un puto leopardo.

Mi segundo error fue cruzarme con la inutil de mi superiora.

"M, ¿podemos hablar un momento?" La voz de Carmen sonaba conciliadora, lo que solo la hacía más irritante. "Sobre lo de ayer..."

Respiré hondo antes de girarme. Dos años. Solo tenía que aguantar dos putos años hasta que se jubilara y pudiera ocupar su puesto. Dos años sonriendo y asintiendo mientras me sermoneaba como si fuera un crío.

"No fue muy profesional marcharte así de la celebración", continuó. "El segundo puesto es un logro importante. Significa un contrato con el gobierno, financiación garantizada..."

"Lo sé", interrumpí, manteniendo mi tono neutral mientras internamente contaba hasta diez. Como si no supiera yo mejor que nadie lo que significaba ese contrato. Como si no hubiera sido yo quien había planeado cada puto detalle del proyecto.

"Entonces entenderás que tu reacción fue... excesiva. No puedes llevarte a un empleado así, agarrándole del cuello de la camisa..."

Mi mente se fue inmediatamente a cómo había agarrado a Alex de otras formas mucho menos profesionales anoche. A cómo había temblado bajo mis manos, a cómo había gemido mi nombre...

"... y la competitividad está bien, pero..."

"No volverá a pasar", mentí con una sonrisa que no llegaba a mis ojos. En mi mente ya estaba planeando cómo reorganizar el departamento cuando ella se fuera. Dos años. Solo dos años.

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Rectifico mi nota mental. Supongo que esos detalles no caben en los manuales de recursos humanos, ni en las charlas condescendientes de superiores que no saben una mierda de gestión de proyectos.

"Buenos días, señor", murmuró Alex al cruzarse conmigo en el pasillo. Su voz era apenas un susurro ronco, pero la pequeña sonrisa que me dedicó hizo que todo el cabreo por el sermón de la inútil se evaporara.

Laura, que pasaba por allí, se detuvo en seco. "¿Estás bien, Alex? Suenas fatal."

"Sí, es solo... un resfriado", respondió, tirando nerviosamente del cuello de su camisa. Una camisa que, por cierto, no ocultaba ni la mitad de lo que debería. Tengo que comprarle una camisa para compensar la de ayer... haré que sea de cuello alto.

"Deberías tomarte algo", sugirió Laura. "Tienes la presentación en media hora."

Vi cómo Alex palidecía ligeramente. Por un momento, mi lado protector quiso intervenir, cancelar la presentación, darle un respiro. Pero mi lado dominante... joder, mi lado dominante quería ver cómo se las arreglaba.

"Estoy seguro de que lo hará bien", dije con una sonrisa que hizo que Alex se estremeciera visiblemente. "Tiene una garganta muy... resistente."

Laura me miró extrañada mientras Alex prácticamente huía hacia su escritorio. Vale, igual me había pasado un poco con ese comentario.

La presentación fue una tortura dulce. Alex, normalmente tan elocuente, luchaba por hacerse oír mientras mostraba los gráficos. Cada vez que tragaba, podía ver cómo se estremecía ligeramente, y sabía exactamente por qué.

"¿Alguien tiene preguntas?", preguntó al final, su voz casi inexistente.

"Sí", dije, porque soy un cabrón. "¿Podrías profundizar un poco más en la parte de... penetración de mercado?"

Vi cómo se le caía el puntero láser. El muy hijo de puta se las arregló para sonrojarse y palidecer al mismo tiempo.

"Yo... eh..."

"Déjalo, Alex", interrumpió Laura. "Estás fatal, deberías ir al médico. Esa garganta no suena nada bien."

"No es nada", insistió Alex. "Solo necesito... agua."

"Y un jersey de cuello alto", murmuró alguien desde el fondo. Varios rieron.

Mierda. La situación se me estaba yendo de las manos. Era hora de intervenir.

"Suficiente por hoy", anuncié, levantándome. "Alex, a mi despacho. El resto, volved al trabajo."

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Le vi tensarse mientras me seguía. En cuanto cerré la puerta, se giró hacia mí con una mezcla de miedo y... ¿excitación?

"Señor, yo..."

"Siéntate y tomate esto", ordené, enseñándole un té con miel que había hecho traer a mi despacho justo a la hora que acababa la presentación. "¿Cómo estás?"

"Bien", mintió. "Solo un poco..."

"¿Dolorido?", sugerí, acercándome. "¿Marcado? ¿Usado?"

El gemido que soltó fue apenas audible, pero fue directo a mi polla.

"estamos en el trabajo", protestó débilmente mientras yo rodeaba su silla.

"Lo sé", murmuré, inclinándome para susurrar en su oído. "¿Sabes qué más sé? Que cada vez que tragas, recuerdas cómo te follé la garganta anoche. Que cada marca en tu cuello te recuerda a quién perteneces."

"Por favor..."

"¿Por favor qué, Alex?" Mis dedos rozaron su cuello, presionando ligeramente una marca particularmente visible. "¿Por favor para? ¿O por favor más?"

"Ambas", admitió con voz temblorosa.

Me reí, apartándome. "Acábate el té. Ve a casa. Descansa esa garganta. La vas a necesitar esta noche."

"¿Esta noche?", preguntó, y el tono esperanzado en su voz casi me hace empujarlo sobre el escritorio allí mismo.

"Esta noche", confirmé. "Y Alex... ponte algo de cuello alto. No me gusta compartir lo que es mío."

Le vi salir tambaleándose ligeramente, pero no sin antes dedicarme una última mirada que mezclaba timidez y anticipación. Una mirada que me hizo darme cuenta, con una punzada de pánico, que esto iba mucho más allá del sexo y la dominación. A través del cristal de mi despacho, pude ver cómo Laura se acercaba preocupada, probablemente para preguntarle por su "resfriado".

Me hundí en mi silla después de que se fuera, sonriendo como un idiota al recordar la forma en que sus ojos brillaban cuando me miraba. ¿Era profesional follarse a un empleado? No. ¿Era inteligente estar desarrollando sentimientos por él? Probablemente no. ¿Era ético marcarle como si fuera ganado? Definitivamente no. ¿Iba a parar?

La forma en que Alex me miró antes de salir, con esa mezcla de deseo y sumisión, me dio la respuesta.

Ni de coña.

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