Escrito por: Si
1021 palabras
La gente dice que no hay que mezclar trabajo y placer. Pero nadie te explica qué coño hacer cuando tu sumiso tiene una presentación importante al día siguiente y apenas puede hablar porque le has follado la garganta hasta dejarle sin voz. Supongo que esos detalles no caben en los manuales de recursos humanos.
Mi primer error fue venir a trabajar. Debería haberme cogido el día libre, o mejor, haber secuestrado a Alex y haberlo mantenido en mi cama hasta que las marcas de mi cuello fueran menos... evidentes, viendo alguna serie mala y pidiendo comida a domicilio. Pero claro, el muy idiota tenía que presentar los resultados del último sprint, y yo tenía que estar allí. Como director y como el cabrón que le había dejado el cuello como un puto leopardo.
Mi segundo error fue cruzarme con la inutil de mi superiora.
"M, ¿podemos hablar un momento?" La voz de Carmen sonaba conciliadora, lo que solo la hacía más irritante. "Sobre lo de ayer..."
Respiré hondo antes de girarme. Dos años. Solo tenía que aguantar dos putos años hasta que se jubilara y pudiera ocupar su puesto. Dos años sonriendo y asintiendo mientras me sermoneaba como si fuera un crío.
"No fue muy profesional marcharte así de la celebración", continuó. "El segundo puesto es un logro importante. Significa un contrato con el gobierno, financiación garantizada..."
"Lo sé", interrumpí, manteniendo mi tono neutral mientras internamente contaba hasta diez. Como si no supiera yo mejor que nadie lo que significaba ese contrato. Como si no hubiera sido yo quien había planeado cada puto detalle del proyecto.
"Entonces entenderás que tu reacción fue... excesiva. No puedes llevarte a un empleado así, agarrándole del cuello de la camisa..."
Mi mente se fue inmediatamente a cómo había agarrado a Alex de otras formas mucho menos profesionales anoche. A cómo había temblado bajo mis manos, a cómo había gemido mi nombre...
"... y la competitividad está bien, pero..."
"No volverá a pasar", mentí con una sonrisa que no llegaba a mis ojos. En mi mente ya estaba planeando cómo reorganizar el departamento cuando ella se fuera. Dos años. Solo dos años.
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Rectifico mi nota mental. Supongo que esos detalles no caben en los manuales de recursos humanos, ni en las charlas condescendientes de superiores que no saben una mierda de gestión de proyectos.
"Buenos días, señor", murmuró Alex al cruzarse conmigo en el pasillo. Su voz era apenas un susurro ronco, pero la pequeña sonrisa que me dedicó hizo que todo el cabreo por el sermón de la inútil se evaporara.
Laura, que pasaba por allí, se detuvo en seco. "¿Estás bien, Alex? Suenas fatal."
"Sí, es solo... un resfriado", respondió, tirando nerviosamente del cuello de su camisa. Una camisa que, por cierto, no ocultaba ni la mitad de lo que debería. Te...
Como conocí a mi sumiso 7: The Office
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