Contenido 18+

18+ significa contenido Adulto. La vista del contenido en esta comunidad podría no ser adecuada en algunas situaciones.

Las publicaciones de esta página pueden contener imágenes, referencias o historias explícitas.

Capítulo incompleto: La rueda del tormento

Escrito por: amomadrid8

—Llevadme a la rueda.

La litera se encaminó hacia el lugar de suplicio, realmente esa era su función. Jorge se apeó y examinó de cerca el artefacto: una enorme rueda de piedra atravesada por cuatro vigas, lo que dejaba ocho vástagos de madera. Cada vástago tenía argollas para sujetar a dos esclavos en cada una de ellas. A esa hora del mediodía un sol inclemente caía sobre el lugar. Llamó con una seña a un vilicus; era muy apuesto y robusto.

—¿Al mover la rueda se consigue algo práctico? ¿Tiene algún propósito?

Al esclavo le costó un poco comprender la pregunta, era evidente que no conocía bien el español, pero tras unos instantes respondió:

—No Amo, solo dolor para tu poder y placer.

**************************************

El sonido de una especie de tuba marcaba un cambio de turno, una partida de esclavos agotados que habían estado picando piedras desde el alba dejaba lugar a su relevo y se disponían a recibir pellets y reponerse antes de emprender su nuevo turno, con apenas un par de horas de descanso; el veterinario empezó a examinar a los esclavos salientes en su tenderete. El amo llegó hasta este lugar y entró; los esclavos de inmediato se hincaron de rodillas y doblaron la espalda hasta tocar el suelo con su frente; el silencio fue tan absoluto que se podía oír el vuelo de una mosca. Rápidamente ordenó que se pusieran en pie, serían unos treinta. De entre ellos seleccionó a los dieciséis que le parecieron más fuertes, aunque todos exhibían un enorme desarrollo muscular. Ordenó que los limpiaran a toda prisa y acudieran a la rueda sin los protectores genitales; él se adelantó y comprobó con agrado que habían colocado la litera a apenas un par de metros de la rueda, allí podría sin duda disfrutar del espectáculo; Álex sostenía un enorme y pesado abanico que creaba una excelente sombra al tiempo que movía el aire; aunque pudiera parecer un ejercicio liviano el mover el mantener en vilo el vástago de madera y moverlo muy lentamente para dar sombra y crear una ligera corriente resultaba pronto una tarea pesada y dolorosa, y sus músculos se tensaban tanto y más que con prácticas que parecían más duras; Jorge además le había prohibido detenerse ni siquiera un instante, y mucho menos posar el palo en tierra para descansar. Al rato acudieron los esclavos, que limpios de mugre tenían un aspecto impresionante. Ordenó que les dijeran lo siguiente en su lengua: “El Amo Tharakos desea comprobar la resistencia de sus esclavos; pero podéis elegir entre ser encadenados en la rueda y azotados hasta que desfallezcáis o regresar con el veterinario ahora. Besad su pie y marchad hacia el suplicio o volved de regreso a la tienda de descanso para que otro os sustituya.”

De inmediato todos se acercaron en fila y besaron el pie de Jorge, uno tras otro; y sin dudarlo se dirigieron a los mástiles de madera, colocando dóciles sus muñecas dentro de las argollas. Sus cuerpos desnudos brillaban bajo el terrible sol, pero la fuerte erección de Jorge se la provocó sobre todo esa actitud unánime que no esperaba. A una seña de Jorge el vilicus cerró los aros metálicos aprisionando las muñecas de los esclavos; le había orde-nado azotar usando la máxima dureza, abriendo la piel para que sangrara. Bajo los pies de los esclavos el suelo era de tierra sobre la que había esparcida una capa de gravilla fina de bordes afilados que se incrustaba en la piel dura de las plantas. Para iniciar el movimiento tendrían que hacer una enorme presión con la planta de los pies; pronto sangrarían. El capataz dio la orden de iniciar las vueltas y su látigo co-menzó a azotar las espaldas de quienes pasaban a su altura, así que cuando se notaban al alcance del cuero con púas apretaban el paso todo lo posible para escapar del ardor de ese instrumento que les cortaba la carne; pero naturalmente esto hacía que aparecieran raudos nuevos lomos a la altura del castigo. Era una visión magnífica, los cuerpos sudorosos brillaban y los alaridos de dolor sucedían al chasquido del flagelo. Cuando ya habían dado unas cuantas vueltas Jorge llamó al vilicus para darle nuevas órdenes.

—Llama a otro vilicus, azotad los dos a la vez, quiero más velocidad en la rueda. Y azotad los culos también, no solo las espaldas.

—Sí Amo, soy tu esclavo —dijo el vilicus jadeando y cubierto de polvo y sudor. Al poco se reanudaron las vueltas, incorporar otro látigo tuvo el efecto de que ciertamente los giros empezaron a ser más rápidos.

A los veinte minutos se produjo el desvanecimiento del primer esclavo. Jorge ordenó a Álex que le hiciera una mamada mientras disfrutaba tanto de los azotes y los gritos como de la visión de un grupo de cuerpos perfectos; se corrió abundantemente y el joven no dejó caer una gota. Agradeció, recibió un puñetazo en los testículos y siguió abanicando y dando sombra. En la rueda todos sangraban abundantemente, e incluso los vilicus sudaban y jadeaban exhaustos; el olor del sudor y la sangre mezclados era espectacular y a Jorge le resultó muy excitante. Los culos tenían un color morado por efecto de los latigazos y la sangre, y los vilicus mantenían el castigo a todos, conscientes o desvanecidos. Cada esclavo que caía inerte suponía un peso muerto que arrastrar para sus compañeros y un empuje menor; Jorge empezó a hacer suposiciones sobre cuándo se detendría la rueda, cosa que ocurrió cuando ya se arrastraban seis esclavos y solo diez empujaban. Jorge vertió una segunda corrida en la boca de Álex; por un momento el amo barajó la idea de uncirlo en la rueda sustituyendo a algún caído, pero finalmente no lo hizo. Con la mole de piedra detenida los vilicus se ensañaron azotando solo a los que quedaban en pie y así consiguieron que la rueda arrancara y diera dos agónicas vueltas más, pero entonces cayeron dos esclavos más y Jorge comprendió que era imposible continuar. El amo dio orden de que llevaran todos al veterinario para que los recuperara si fuera posible, y los que no habían perdido el sentido besaron tambaleantes el pie del amo, y fueron aleccionados por los vilicus para decir:

—Gracias Amo.

Era la primera vez que habían hablado y tocado a su Amo, y lo contaron siempre como algo terrible y memorable.

Capítulo incompleto: La rueda del tormento

Xtudr, el chat esencial para los fetichistas gays, te conecta con miles de chicos en tu área que comparten tus gustos. Disfruta de la comunicación instantánea enviando y recibiendo mensajes.

Explora una forma rápida, sencilla y divertida de conocer gente nueva en la red de encuentros para chicos líder como amomadrid8.

Con Xtudr, puedes:

- Crear un perfil con fotos y preferencias.

- Ver perfiles y fotos de otros usuarios.

- Enviar y recibir mensajes sin restricciones.

- Utilizar filtros de búsqueda para encontrar tu pareja perfecta.

- Enviar y recibir Taps a tus favoritos.

Regístrate en la aplicación fetichista y BDSM más popular y comienza tu aventura hoy mismo.

https://www.xtudr.com/es/relatos/ver_relatos_basic/41832-capitulo-incompleto-la-rueda-del-tormento