La gente cree que las relaciones BDSM son como los tutoriales de informática de un indio en youtube - sigues los pasos en orden y todo funciona perfectamente. Menuda gilipollez. Son más bien como esos proyectos donde el cliente dice que quiere una cosa simple, y cuando ya tienes todo el desarrollo hecho, suelta "ah, por cierto, llevo 20 años haciendo esto de otra manera"
Me quedé mirando a Alex, intentando procesar lo que acababa de decir. Dos años. DOS PUTOS AÑOS con otro dominante. Y yo aquí, explicándole como un gilipollas cómo ponerse de rodillas.
"¿Señor?", preguntó con esa voz suave que usaba cuando necesitaba mi aprobación. Que ahora no sabía si era instinto o estrategia, pero que ahora me sonaba sospechosamente estudiada. "¿He hecho algo mal?"
"Quieto", ordené, y la forma en que se inmovilizó instantáneamente solo confirmó mis sospechas. Demasiado perfecto. Demasiado entrenado. "Explícame exactamente por qué no me contaste sobre tu experiencia previa."
"Nunca preguntó, señor", respondió sin levantar la mirada, y mierda, tenía razón. Luego añadió, casi en un susurro: "Y me gustaba demasiado cómo se ocupaba de mí como para arriesgarme a que cambiara."
Genial. Mi lado protector, ese que tanto me esforzaba en ocultar, había sido completamente obvio. Y aparentemente, apreciado.
"Mírame", ordené, y cuando sus ojos encontraron los míos, vi ese destello de vulnerabilidad que me hacía pensar que no había sido manipulado. "¿Te has estado divirtiendo a mi costa?"
"¡No, señor!", exclamó, pero mantuvo la postura sumisa incluso en su agitación. "Yo solo... quería que las cosas funcionaran. Que usted viera que podíamos... encajar."
Había algo en su forma de decir "encajar" que sugería mucho más de lo que decían sus palabras.
"¿Qué más no me has contado?", pregunté, usando ese tono que siempre le hacía temblar. No me decepcionó - un escalofrío visible recorrió su cuerpo.
"Nada importante, señor", murmuró, y esa respuesta evasiva me hizo gruñir. "Es solo que... a veces me gusta parecer más inexperto porque... disfruto cuando usted toma el control completo."
Le observé detenidamente. Seguía en la misma posición sumisa que le había enseñado - que aparentemente no necesitaba que le enseñara. Sus manos descansaban sobre sus muslos, su cabeza ligeramente inclinada, su respiración controlada pero ligeramente acelerada.
"Entonces has estado jugando conmigo", dije, mi voz cargada de autoridad.
"No, señor", respondió con una suavidad que contrastaba con la firmeza de sus palabras. "Solo... esperaba el momento adecuado. Y el dominante adecuado."
Esa última frase quedó flotando entre nosotros, cargada de implicaciones.
"¿Para qué exactamente estabas esperando, Alex?", pregunté, notando cómo se estremecía al oír su nombre en ese tono.
"Para alguien que quisiera más que solo... sesiones ocasionales, señor", respondió, y había algo en su voz, una mezcla de esperanza y miedo que me hizo querer protegerlo y dominarlo a partes iguales.
Me levanté y caminé a su alrededor, mientras murmuraba "alguien". Su respiración se aceleró cuando me detuve detrás de él, fuera de su vista. Hizo el gesto de girarse.
"Eh eh eh, vista al frente".
Rigidez absoluta de nuevo.
"¿Me estás diciendo que has estado manipulándome? ¿Moldeándome para ser ese alguien? ¿Evaluándome quizás?", pregunté, y mi tono hizo que se encogiera ligeramente.
"No exactamente", "Solo... aprovechaba las oportunidades."
La honestidad en su voz me golpeó con más fuerza que cualquier manipulación. Me incliné hasta que mis labios rozaron su oído:
"¿Y has decidido ya si yo era ese alguien?"
Se estremeció pero mantuvo la posición. "Desde el primer día, señor."
Me enderecé, procesando sus palabras. La implicación era clara - esto no era solo sobre BDSM. Esto era sobre algo más.
Suspiro y me pongo en modo trabajo. Mirada fría, indiferente, analítica. "Mírame", ordené nuevamente, y cuando lo hizo, vi en sus ojos todo lo que no se atrevía a pedir directamente, y él en los míos no vio nada. "Has estado jugando un juego muy peligroso, pequeño."
"Lo sé, señor", respondió, y por primera vez vi un atisbo de verdadero miedo en sus ojos. No miedo físico, sino miedo a haber arriesgado demasiado. A haber mostrado demasiado.
"Has jugado muy bien tus cartas", dije finalmente, mi voz fría. "Calculando cada movimiento, cada reacción."
Vi el miedo atravesar sus ojos, cómo su respiración se volvía errática mientras intentaba mantener la compostura.
"No era un juego, señor", susurró, y por primera vez su voz tembló. "Por favor..."
"Pero claro, como no podía esperar jugadas tan inteligentes de mi programador más brillante, ¿No crees?"
Su respiración se volvió errática, y por primera vez desde que le conocía, pareció perder completamente la compostura.
"Por favor", susurró, y había verdadero pánico en su voz. "Por favor, no..."
"¿Por favor qué, Ruiz?", pregunté, usando su apellido deliberadamente, otra muestra de volver a la profesionalidad laboral desinteresada. "¿Por favor perdona que te haya manipulado? ¿Por favor dame otra oportunidad de fingir que soy la persona que querías que creyera?"
Se encogió visiblemente ante cada palabra, y pude ver cómo luchaba por mantener la posición mientras el pánico se apoderaba de él.
"Yo solo queria una oportunidad...", comenzó, pero le interrumpí.
"¿Una oportunidad para qué exactamente, Ruiz?", presioné, mi voz cortante. "¿Para jugar al sumiso perfecto? ¿Para ver cuánto podía manipular a su superior antes de que se diera cuenta?"
"No", susurró, y había lágrimas en sus ojos que se negaban a caer. "Una oportunidad de ser lo que usted necesitaba. De demostrarle que podía ser..."
"Silencio", ordené, necesitando espacio, necesitando pensar. Necesitando que dejara de decir cosas que hacían temblar mis resoluciones.
Obedeció instantáneamente, aunque pude ver cómo todo su cuerpo temblaba con el esfuerzo de mantener la compostura. Con el esfuerzo de no rogar, de no suplicar. Y esa obediencia instantánea, que antes me excitaba, ahora solo servía para alimentar mis dudas.
Por primera vez desde que empezamos esto, su sumisión perfecta no me ayudaba a aclarar mis ideas - solo las hacía más confusas. ¿Cuánto de esa obediencia era real? ¿Cuánto era entrenamiento? ¿Cuánto era... estrategia?
"Yo solo quería ser suyo", susurró finalmente, rompiendo el silencio y mi orden al mismo tiempo, como si las palabras se le escaparan sin poder evitarlo. "De verdad. Completamente. No por unas horas o unos días, sino..."
"¿Lo suficientemente 'de verdad' como para mentir?", interrumpí, y mi voz sonó más herida de lo que pretendía. - Error no forzado aquí -. "¿Lo suficientemente 'completo' como para solo mostrar un 10% durante meses?". - He dicho Modo Laboral, M, que coño estoy haciendo. -
Su respiración se cortó como si le hubiera golpeado. Le vi tragar saliva repetidamente, buscando palabras, buscando una manera de arreglar lo que había roto. El perfecto sumiso, siempre tan elocuente en su obediencia, ahora parecía incapaz de formar una frase coherente.
"Nunca quise...", comenzó, pero se detuvo, como si no supiera cómo continuar. Por primera vez desde que le conocía, parecía totalmente perdido, totalmente fuera de control. Ya no quedaba nada del sumiso perfectamente entrenado. Solo un hombre aterrorizado de haber destruido algo precioso con sus propias manos.
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Como conocí a mi sumiso 10: La Correa de Papel
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