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Ultra Pig. 1

Escrito por: JakeSumiso

Los mensajes me llegaron de forma rápida e insistente, vibrándome en el bolsillo como avispas. No podía saber que los mensajes eran de él, pero de algún modo...lo sabía.

Saqué el móvil, había seis mensajes, cortos directos al grano.

-Eric, marica.

-Aún eres gay?

Esto era una broma suya. Sin esperar la respuesta siguió:

-Tendrías que venir. Tengo que mear en tu boca.

Normalmente esto es todo lo que habría dicho, pero continuó:

-Y no me he duchado en toda la semana. Llevo el ojete pegajoso.

-Quiero que traigas tu boca de maricón a limpiarlo.

-Ven aquí ya.

Sabía que escribió todo esto último porque estaba extra cerdo. Muy cachondo. Quería algo de sexo hardcore muy sucio y lo quería ya. Conmigo.

Mi día de suerte.

Respondí rápidamente “voy de camino” con las manos temblando y la polla vibrándome en los calzones. Se me empezó a poner dura al segundo de ver sus mensajes, y ya la tenía dura como una piedra en el momento de ponerme la chaqueta y montarme en la bici.

Él siempre tenía ese efecto en mí.

Pedaleé hasta su casa rápidamente, empalmado, tembloroso. Él siempre esperaba bastante entre sesiones, vaya, el suficiente tiempo para que empezara a preocuparme de que él estaba tan disgustado conmigo que no me volvería a avisar. Siempre me empezaba a rayar, pensando si estaba molesto conmigo por algo (si había llegado tarde o algo) y ya no querría saber más de mí.

No podía permitir eso.

Lo necesitaba.

Cuando iba a medio camino me di cuenta que tenía ganas de mear. Pensé en dar media vuelta. Pero sabía que era mejor no hacerle esperar y estar allí cuanto antes.

Además, mi vejiga llena era otro juguete con el que le encantaría abusarme.

En un principio éramos amigos, hasta que él descubrió cuánto quería chuparle la polla. Entonces nuestra dinámica cambió. Empecé a quedar con él solo para complacerle la polla (y cuando descubrió que me gustaba comer culo) y el culo. Él era cien por cien activo, y diría que un 80 por ciento hetero, pero le volvía totalmente loco cuando le comía el culo, cuando había tenido mi lengua en su ojete, la cantidad de semen que me echaba entonces en la boca era el doble de lo normal.

Y casi desde el primer día dejó bien claro que no iba a mover un puto dedo para prepararse antes de comerle el culo. Lo que significaba que no se ducharía expresamente para mí. Él me encantaba tanto que yo lo aceptaba con gusto. En las sesiones tras eso ya podía percibir que su ojete iba desde solo sudado, hasta sin lavar o activamente sucio. Parece que le excita el poder de saber que mi lengua le dejaría el culo bien limpio, sin importar cómo de sucio estuviese.

No mucho después de eso empezó a hacerme beber su pis, y me encantaba. A él le encendía llamarme urinario, váter y esas cosas, y así es como me sentía yo, de rodillas ante él mientras descargaba su vejiga llena de meados apestosos en mi boca complaciente.

Más recientemente empezó a añadir a nuestras sesiones algo de abuso físico. Primero algunas hostias en la cara (de forma amigable al principio), luego algunos azotes de vez en cuando. Y hace poco empezó a usar su cinturón, ahora sus guantazos sí me picaban mucho. Veía que se ponía super cachondo al hacerme daño, le daba placer causarme dolor. Eso me la ponía dura también.

Parecía que cada sesión era más y más intensa.

Más sucia.

Más brutal.

Follar con Luis era brutal, degradante, humillante, depravado, sucio, intenso y absolutamente cachondo. Si tenía suerte, no me marcharía hasta la mañana siguiente, con una cara bien hostiada, el estómago lleno de meados, y el sabor de la suciedad en mi lengua desgastada y exhausta.

Pedaleé todo lo rápido que pude, con la polla presionándome contra los calzones.

Sus mensajes llegaron en el momento oportuno. Estaba de humor y con ganas de ser bien usado esta noche.

Tenia muchas ganas de su sabor, su abuso y su perversión.

Llegué, puse el candado a la bici y notaba el ruido que me hacia el corazón. Vivía en una zona donde había muchas casas de estudiantes universitarios.

Llamé a la puerta, y tras lo que parecía una eternidad, la puerta se abrió.

Solo llevaba puesto un pantalón vaquero corto y nada más. Desde la última vez que lo vi, le había crecido un poco el vello del pecho, y algo de perilla.

Estaba buenísimo. Como siempre

-¡Ah, bien! -dijo, haciéndose a un lado para dejarme entrar. -La marica está aquí -anunció

Pasé dentro y dejé mi mochila en el suelo. -¿No están tus compañeros de piso?

-Se han ido el finde. Tenemos la casa para nosotros solos -dijo acercándose a mí, y me agarró las pelotas con cara de burla, estrujándolas fuerte. -Solos tú y yo, zorra -dolía. Di un gemido.

-A lo mejor te trabajo estas pelotas un rato esta noche, maricón -dijo con la cara a centímetros de la mía, con una mirada de poder jubiloso mezclada con el desprecio en su cara, mientras seguía agarrándome de los huevos. -¿Eso te gustaría?

Debería contar cómo es Luis. Unos 5 centímetros más bajo que yo, veinti tantos años, delgado, uno de esos putos afortunados que puede comer tanto como quiera y mantenerse delgado. Tiene mucha fuerza, sin estar mazado de gym. Pelo rubio largo a la altura de los hombros con aspecto algo sucio, y ojos de color azul intensísimo. Un fino vello perfecto cerca de los pezones, y una linea de vello que continuaba hasta alrededor de su ombligo. Su rabo solo era un poco más grande de la media, pero sabía usarlo jodidamente bien. Y su culo...su culo era perfecto. Podías estar comiéndolo durante horas.

Me apretó más en los cojones al ver que estaba distraído. -He dicho -repitió- si te gustaría que te jodiera las pelotas esta noche, maricón?

-Como usted quiera, Luis.

Se rió. -Eso está bien. Abre la boca.

La abrí. Y escupió dentro de ella.

Escupió una vez más.

-Traga.

Lo hice, sin dejar de mirarle a los ojos, y gimiendo un poco, el dolor que me había dejado en los huevos se mezcló con el placer de mi primer saboreo de él. El primero de los muchos (ojalá) que habrá esta noche.

Por fin me soltó los huevos y dio un paso atrás. -Ahora de rodillas, marica -ordenó -Tengo que echar un meo.

Mis rodillas besaron el polvoriento suelo de madera. Se abrió el primer botón del pantalón, y pude ver su rabo medio morcillón, ese rabo que tantas veces había estado echando sus fluídos en mi boca deseosa. Puso la punta entre mis labios y, al segundo que apuntó hacia mi, dio rienda suelta, y me tuve que esforzar para no derramar nada.

No quería derramar ni una gota.

Quería cada milímetro de su orina dentro de mi.

Gruñó de placer, agarrándome del pelo, hundiendo sus dedos en mi cuero cabelludo. -Um si, zorra. Bébete ese meo.

El chorro era fuerte y su pis olía fatal. Él no solia beber mucha agua.

Eso está bien. A veces prefiero calidad a cantidad.

-Puto váter asqueroso, lo estabas deseando, ¿verdad? Sólo eres feliz cuando estás así, de rodillas, dejando que un tío de verdad como yo vaya al váter en tu puta boca de zorra.

Gemí como asentimiento. Seguí bebiendo y respolando.

Me pregunté cuánto meado habría tragado desde que empecé con Luis. No suficiente, me vino inmediatamente a la cabeza. Alguna vez habló en vano sobre mudarse conmigo para alimentarme de cada gota de sus meos por la mañana, tarde y noche. Solo era una fantasía, pero diría que sí sin dudarlo si alguna vez él lo ofreciese de verdad. El sabor amargo de su orina rancia era afrodisíaco. Quería beberlo para siempre.

Vale, de acuerdo. La cantidad me pone muy cachondo también.

El chorro aflojó. -No te tragues lo que queda -dijo. -Mantenlo en tu boca -obedecí, sintiendo la boca llena de su pis. Sacó su rabo de entre mis labios, que se cerraron.

-¿Qué tal sabe, comepollas? -preguntó, quitándose los calzones, y mostrando su polla que crecía orgullosamente. Como he dicho, no es enorme, pero sabe cómo usarla.

Cómo atragantar con ella.

Para responderle solo podía gemir de nuevo, moviendo mi cabeza de arriba abajo. El sabor de su orina rancia me llenaba la boca, infiltrándose en todas mis papilas gustativas.

Anduvo lentamente a mi alrededor, desnudo, mirándome juiciosamente. -Eres asqueroso -dijo-Pero mientras sigas mis órdenes, supongo que lo serás. ¿Tienes que mear tú?

-Mmm mhhh -dije con la boca llena del liquido salado que salió de su polla

-Bien, aguántate. Ahora haz gárgaras con lo que hay en tu boca.

Sintiéndome un tanto tonto, incliné la cabeza hacia atrás e hice lo que se me ordenó. Su cálido y dorado néctar se sintió increíble en el fondo de mi garganta.

Se colocó detrás de mí, y rodeó mi cuello con sus manos, agarrándome sin apretar pero con firmeza.

-Me gusta usarte -me dijo -Sabes que yo follo con tías, pero hay muchas cosas que una tía no haría. Ya puedes tragar -así lo hice, sintiendo la nuez de la garganta contra sus manos. Y su rabo, ya muy duro frotándose en mis hombros, soltando algo de precum.

Ahora apretó más fuerte en mi cuello. -Las tías, no harían gárgaras con mis meados -sentía el poder en sus manos, disfrutaba apretándome en el cuello. -Las tías no me dejarían ahogarlas -sus manos apretaron con más intensidad y ahora casi no podía respirar.

Lo escuchaba respirar fuertemente sobre mí. -Ellas, no me dejarían hacerles daño -se agachó para escupirme en la cara. -Ellas no lamerían el fondo de mi váter mientras les suelto correazos en el culo -sus dedos estaban totalmente entrelazados, se cerraban con fuerza alrededor de mi cuello. -Ellas no suplicarían por comerme el puto culo sucio.

Se inclinó sobre mí, frotando sus labios en mi oreja. Me estaba quedando sin aire, sin sangre, o lo que fuese.

-Desde luego que ellas no harían todo eso en una sola noche -respiró sobre mi oreja. -Como vas a hacer tú.

Ultra Pig. 1

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