Su primera vez I

No costó mucho concertar un encuentro a pesar de ser su primera vez. estaba decidido y los acuerdos estaban claros. Asumía su deseo de entregarse sin la posibilidad de echarse atrás y encontramos el momento en que tenía sitio disponible.

A la hora concertada, estaba ahí. Puntual, con sus 18 añitos, una mirada nerviosa y algo temerosa y la voz le salía entrecortada. Nos presentamos y le pregunté... "vamos?", a lo que él asintió con la cabeza.

Llegamos a la casa y nada más entrar le indiqué que se pusiera de rodillas mientras yo me sentaba en el sofá. No dejaba de bailar su mirada entre el suelo y mi paquete. Había poca luz y dejé que sus ojos se acostumbraran a la penumbra, mientras le volví a preguntar si estaba seguro de seguir adelante. Afirmó de nuevo con la cabeza y entonces le ordené que se levantara y se desvistiera despacio hasta quedarse en bragas (se las había "robado" a su madre). Estaba nervioso, se notaba, y lo hizo de forma un tanto torpe hasta dejar su cuerpo desnudo, depilado. El tipo de cuerpo que a mi me gusta: más bien bajito, sin vello y de piel blanquita. Sudaba un poco, supongo que por la mezcla de la tensión del momento y la excitación.

Entonces le indiqué que volviera a ponerse de rodillas y caminase a 4 patas hasta colocarse entre mis piernas. Yo me había abierto los pantalones, pero sin quitármelos, y le ordené que me sacara la polla y empezara a adorármela, pero sin metérsela en la boca. Y lo hizo. Empezó a lamer, a besar y a recorrer mi rabo mientras se endurecía y se ponía firme, creciendo entre sus manos y labios. Entonces le cogí de la cabeza y se le sujeté, con la otra mano, dirigí el capullo a su boca y le dije " es el momento". Él abrió los labios y empezó a dejar deslizar mi grueso capullo dentro de su boca. Se notaba que era su primera polla y fui dándole indicaciones para convertir esa boca en un juguete a mi medida. Más rápido, mas lento, más profundo, succionando, lamiendo, sin manos... Poco a poco fue haciéndolo cada vez mejor, pero lo que más me ponía era notar las ganas que le estaba poniendo y la idea que se estaba asentando en mi cabeza de que iba a ser una buena zorra y él lo estaba disfrutando

Cuando ya llevaba un buen rato saboreando mi polla, le hice cambiar de posición, dejando su coño al alcance de mi mano, pero sin dejar de mamar. Por momentos, creía que iba a correrme, sobre todo cuando se esforzaba (o le obligaba) en metérsela hasta la garganta, pero quería prolongar su trabajo mientras iba lubricando su trasero y jugando con mis dedos bajo las bragas. A veces gemía, sin tener claro si era porque le gustaba o porque le molestaba. Decidí no preguntarle para no romper el momento, pero no se resistía claramente. Estaba muy estrecho, definitivamente sin estrenar, pero eso iba a cambar esa misma tarde...