Tenía una amiga Dómina que de vez en cuando me ponía pruebas. Su favorita (y una de las mías, para qué engañarnos) era la de los probadores.


Ella me pasaba la dirección de una tienda, una fecha y un "marcador" que me hiciera fácilmente reconocible y que podía ser desde una prenda de ropa hasta un complemento.


Al mismo tiempo, le pasaba esos mismos datos a amigos o a desconocidos de foros interesados en conocerme.


El día indicado yo tenía que ir a la tienda, darme un paseo dejándome ver y eligiendo ropa aleatoria, ir a los probadores, dejar la cortina "accidentalmente entreabierta", desnudarme, colgar un cartelito en la pared que indicaba que daba permiso para fotografiarme y grabarme, ponerme una venda en los ojos (ligeramente translúcida que solo me dejaba ver formas borrosas, por seguridad) y masturbarme hasta recibir un mensaje o llamada suya.


A veces no venía nadie, a veces venían solo a mirar, otros fotografiaban o me grababan y los más atrevidos entraban a tocarse y tocarme.


La única norma que tenía era que no abortar mi misión salvo que estuviera en riesgo mi integridad física (o viniese la polícia a desalojarme...). Todo lo demás estaba permitido.


Días después solía quedar con mi amiga para que me enseñase las fotos y vídeos que me habían sacado y dónde lo habían publicado.


Lo malo era cuando me decía que no había quedado con nadie pero yo había tenido espectadores. Nunca supe si me estaba vacilando o si era verdad pero, en cualquier caso y pensándolo fríamente... ¿lo malo?, como si el material que tenían los demás estuviera sano y salvo o compartido, si acaso, en petit comité.