Escrito por: Si
2104 palabras
La gente cree que cuando tienes una relación en secreto en el trabajo lo peor son las miradas furtivas, los roces "casuales" en la máquina de café, o el estrés de mantener la compostura cuando lo único que quieres es empotrar a tu empleado contra la fotocopiadora. Menuda gilipollez. Lo verdaderamente jodido es que alguien empiece a sospechar, especialmente cuando ese alguien es tu numero 2 y se sienta justo enfrente tuyo en las reuniones más importantes.
Todo empezó con una mirada. Una puta mirada que duró exactamente 0.3 segundos más de lo profesionalmente aceptable. Estábamos en la reunión del lunes, yo explicando por qué el último sprint había sido un desastre (no fue por mi equipo, sino por esos imbéciles de infraestructura), cuando Alex levantó la mirada de su portátil y me sonrió. No fue una sonrisa cualquiera - fue una de esas sonrisas que solo me dedica a mí, las que hacen que se le forme ese hoyuelo en la mejilla izquierda y que sus ojos brillen de una manera específica.
Y yo, como el gilipollas que soy, le devolví la sonrisa. 0.3 segundos. Eso fue todo.
Pero fue suficiente para que Laura, sentada justo enfrente, levantara la mirada de sus notas con el ceño ligeramente fruncido. Vi cómo sus ojos iban de Alex a mí, y luego de vuelta a Alex, y supe que estábamos jodidos.
"En fin", continué, volviendo al tema, "necesitamos rehacer toda la capa de seguridad. ¿Preguntas?"
Nadie dijo nada, excepto Laura, que se aclaró la garganta. "M, ¿podríamos hablar después de la reunión? Tengo algunas dudas sobre el proyecto."
"Claro", respondí, y noté cómo Alex se tensaba ligeramente a mi derecha. También lo había notado.
Cuando todos salían, Laura se quedó atrás. Alex me lanzó una mirada interrogante, y yo negué sutilmente con la cabeza. Mensaje recibido: lárgate y actúa normal.
"¿Y bien?", pregunté cuando estuvimos solos. "¿Qué dudas tienes?"
Laura se tomó su tiempo, recolocando sus notas, cerrando su portátil. Luego me miró directamente, con esa expresión suya que dice "sé más de lo que crees".
"No tengo dudas sobre el proyecto", dijo finalmente. "Tengo dudas sobre ti y Alex."
"¿Alex y yo?", repetí, con mi mejor cara de confusión. "¿Qué pasa con nosotros?"
"Vamos, M", suspiró Laura. "Llevo semanas observándoos. Las miradas, las 'coincidencias' de horarios, cómo siempre os sentáis juntos... Y esa sonrisa que acabas de dedicarle..."
"¿Te refieres a la sonrisa que le dedico a un empleado que hace bien su trabajo? Disculpa si eso te parece sospechoso", respondí, quizá demasiado a la defensiva.
Laura arqueó una ceja. "Te conozco desde hace cinco años, M. Te he visto hacer mil cosas, pero sonreír a un empleado no es una de ellas."
Tenía que reconocer que Laura era buena. Pero yo era mejor. Y a diferencia de otros momentos...
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